Las enfermedades psicosomáticas son aquellas patologías en las que la sintomatología física se asocia directamente a situaciones de índole emocional y son muy difíciles de distinguir.
Una mirada sobre cómo las vivencias internas pueden manifestarse en síntomas físicos, e influir en las predisposiciones genéticas.
Las enfermedades psicosomáticas son aquellas patologías en las que la sintomatología física se asocia directamente a situaciones de índole emocional y son muy difíciles de distinguir.
En una entrevista con El Litoral, la psicóloga Karen Basabilbaso (Mat.1679) abordó el intrigante mundo de las enfermedades psicosomáticas, arrojando luz sobre la conexión entre las emociones y la salud física. Con una vasta experiencia en el campo, la profesional ofreció una visión integral y profunda de cómo los aspectos psicológicos y emocionales pueden impactar directamente en la sintomatología física.
Basabilbaso definió las enfermedades psicosomáticas como aquellas en las que los síntomas físicos están intrínsecamente vinculados a experiencias emocionales. Estas condiciones, según explicó, “se originan en una interacción compleja entre la psicología, la neurociencia, el sistema inmunológico y endocrino”.
La psicóloga arrojó luz sobre cómo esta conexión puede influir en una amplia gama de enfermedades: “Si hablamos de los factores psicológicos y emocionales que pueden contribuir al desarrollo de una enfermedad psicosomática, podemos decir que son tantos como tantas personas existen. Los factores estresores o desencadenantes son muy subjetivos, pero a grandes rasgos podemos poner como algo que los englobe, aquello que las personas sostienen a lo largo del tiempo que le genera sufrimiento y que no es tratado. Puede tratarse de situaciones laborales que generan malestar, relaciones o vínculos interpersonales. Todas estos son desencadenantes o factores estresores que pueden predisponer, si se sostienen a lo largo del tiempo, a una patología de orden físico”.
La profesional subrayó que, “según la psiconeuroinmunología, todas las enfermedades tienen causas multifacéticas, siendo el estrés un factor clave en el desencadenamiento de la inflamación crónica de bajo grado. Este estrés, ya sea causado por situaciones emocionales prolongadas o por el agotamiento físico, puede llevar a desequilibrios en el cuerpo y generar una inflamación crónica que se identificó como la base común en diversas enfermedades, incluidas las psicosomáticas”.
En el centro de la discusión estuvo la epigenética, una ciencia que demuestra cómo los hábitos y la calidad de vida pueden influir en la expresión genética. Basabilbaso enfatizó que tener predisposición genética no condena a uno a sufrir ciertas enfermedades; en cambio, el estilo de vida, la gestión del estrés y la salud emocional pueden modular la expresión de los genes.
“Si yo no registro el estrés, no lo gestiono y mantengo hábitos poco saludables a lo largo de mi vida, lógicamente que si tengo una predisposición, es posible que ese gen se active y se termine expresando. Entonces no me voy a enfermar porque mi papá tenía diabetes sino porque mi papá tenía diabetes y tengo el gen, pero yo con mis hábitos y estilo de vida predispuse a que ese gen se active. También puede pasar lo contrario, que yo trabaje en mi estilo de vida, mantenga hábitos saludables, gestione mi estrés, me ocupe de mis emociones y que ese gen nunca salga a la luz”, explicó la psicóloga.
Una de las premisas fundamentales que la profesional enfatizó es la necesidad de un enfoque integral en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades psicosomáticas. Insistió en que “abordar tanto los aspectos físicos como emocionales es esencial para lograr resultados sostenibles y efectivos”. Basabilbaso recomendó la colaboración entre profesionales de la salud mental y médicos tratantes para garantizar que se atienda la raíz tanto emocional como física de la enfermedad.
La entrevistada habló sobre la posibilidad de mejorar o incluso revertir las enfermedades psicosomáticas a través de tratamientos integrales.
“Este tipo de patologías generalmente se agrupan dentro de lo que se conoce como enfermedades crónicas, no transmisibles como pueden ser: hipertensión, gastritis, acné, migrañas, cáncer, entre otras. Los tratamientos integrales deberían apuntar no solamente a tapar el síntoma con la medicación, sino a poder trabajar en el espacio psicoterapéutico, el origen emocional de ese conflicto que predispuso a esa enfermedad. Si logramos eso las enfermedades crónicas dejan de serlo”, concluyó la psicóloga.