El 21 de septiembre de 2016, víctima de un cáncer de estómago, dejó este mundo Miguel Angel Gambier. Fue clave en el ascenso de Colón en 1995 y en la permanencia en Primera. Dejó un recuerdo que permanece inalterable.
Archivo El Litoral Gambier en el festejo de uno de los dos goles en la final del ascenso de 1995.
Miguel Angel Gambier vistió las camisetas de Deportivo Morón, Independiente, Platense, Gimnasia y Esgrima de La Plata, Tiburones Rojos de Veracruz, Rosario Central, Lanús, Los Andes, Costa Brava de General Pico y Huracán de Pellegrini. Nadie discute la trascendencia que pudo haber alcanzado en esas instituciones, algunas de las cuáles honran su nombre colocándolo en el pedestal de los mejores. Pero lo que el Pampa Gambier hizo y cosechó en los dos años que estuvo en Colón, podrían compararse tranquilamente con cualquiera de ellas y creo que podría superarlas. Porque Gambier alcanzó una condición que sólo se reserva a los elegidos. Fue un ídolo de la hinchada, un jugador que a pesar de la veteranía que ya tenía a su llegada, jugó con las ganas y la fuerza de un juvenil que pretende llevarse el mundo por delante. Y lo logró.
Todavía recuerdo aquél almuerzo convocado por Rubén Cardozo en el restaurante que estaba en la esquina de Bv. Pellegrini y San Jerónimo. Eran las primeras horas del Pampa en Santa Fe y ya hablaba con la convicción y la autoridad de alguien que se había propuesto que no iba a pasar desapercibido su paso por la ciudad.
Colón llevaba 14 temporadas en la B y la gente se había cansado de aquéllos que venían con chapa, con recorrido y terminaban fracasando. Las promesas se miraban de reojo, con recelo. Sin embargo, el Pampa redobló la apuesta y desafió a todos desde el primer paso que dio en la ciudad. Convirtió 30 goles en 62 partidos. Fue el goleador en el torneo de ascenso. Y figura. Era el sostén de un equipo que se terminó recitando de memoria, con Vivaldo o Leo Díaz, Ibarra, Ameli, Kobistyj, Unali, Javier López, Kuzemka, Solbes, el Loco González, Uliambre y él, más Cuberas, Jorge González, Fabio Giménez, el Tuca Risso, el Patón Mainardi y algunos otros que se escapan a la memoria, o aquélla situación particular del Chavo Comas, que jugó el primer tiempo del partido con Laferrere y dijo: “Esto ya no es para mí, dejó el fútbol”. Y no jugó más.
Archivo El Litoral En su visita a Café con Fútbol.
En su visita a Café con Fútbol. Foto: Archivo El Litoral
Se cumplen cinco años de la desaparición física de Miguel Angel Gambier. Nadie podrá olvidarlo. Su nombre quedará grabado siempre en el corazón de los hinchas sabaleros. Una agrupación lo honrará para todos los tiempos. Y cada vez que se hable de goles y goleadores, el Pampa aparecerá. Como cuando agarró la pelota y pateó aquél penal en tiempo de descuento en el Brigadier López, ante Belgrano, cuando muchos se iban del estadio presagiando lo peor porque el equipo peleaba por no descender y Castrilli le dio un penal que el Pampa convirtió en gol.
Archivo El Litoral
Foto: Archivo El Litoral
Muchos no quisieron ni siquiera verlo, pocos se hubiesen animado a tomar esa pelota para patear y él demostró ese temple, ese amor propio y esa calidad para darle a Colón un gol clave para seguir en Primera.