Enrique Cruz (h)
Fue un hombre que sirvió de “bombero” para los duros momentos. Como ex presidente, asumió responsabilidades mayúsculas en los momentos de crisis con el claro objetivo de servir al club.
Enrique Cruz (h)
“¿Cuántos años en Colón?.... El 80 por ciento de mi vida es Colón”, dice tajantemente y hasta con un dejo de orgullo Eugenio Marcolín. Su vigencia en el club parece eterna, es un hombre de consulta y esa generación de respeto provocó que tuviera una participación activa en momentos difíciles desde lo institucional. Por eso, su proyecto de escribir un libro está plenamente justificado. Lo llamará “Hechos y protagonistas”, según cuenta, pero tendrá un capítulo muy especial que tiene un título muy original y atractivo. “Entre dos tormentas”, es la reseña entre lo que ocurrió aquél amenazante —desde lo meteorológico— 3 de noviembre de 2013 en el partido ante Newell’s y el día del ascenso bajo una lluvia torrencial ante Boca Unidos de Corrientes, en diciembre de 2014. “El día del partido ante Newell’s —cuenta Marcolín— me enteré de la noticia de que Fifa nos descontaba 6 puntos y que seríamos desafiliados si no se pagaba la deuda del pase de Falcón, y fue como si uno de esos rayos que se veían en el cielo hubiera caido sobre mí”. Por su actuación en la Junta Electoral frente a una tremenda crisis institucional, todo lo que pueda contar Marcolín está avalado por su historia en el club, por su gravitación y también por la documentación.
—Empecemos por el principio, Eugenio. ¿Cuándo fue su primera vez en Colón?
—Podría decir que oficialmente, se dio en 1972. En ese momento, al club lo presidía una gran persona como el contador Salerno. Conocí poca gente con la capacidad humana de ese hombre. Y como presidente, fue muy bueno. Reorganizó el club, formó un gran equipo con el Vasco Urriolabeitia y lo dejó con deuda cero. Creo que su falla fue haber organizado un cuadrangular con Boca, River y Unión, en conjunto con una empresa. No le salió bien, porque perdimos con Unión que estaba por ascender y jugamos por el tercer puesto con Boca. Pero eso no mancha todo lo que hizo.
—Y fue usted el que lo reemplazó...
—Claro, a fines del 74 y le gané a Italo Giménez con el 80 por ciento de los votos. En el año sacamos más puntos que Unión, pero en el Metro, ellos salieron adelante de nosotros. Fue el año de los 18 partidos invicto e hicimos en tres meses la pileta, con el apoyo de las agrupaciones. Además, construimos la tribuna norte.
—Aquéllo de 2013-2014, ¿fue lo más duro que le tocó vivir en Colón?
—Hubo varios y trato de reflejarlos en el libro. Obvio que hago centro en lo que yo viví de adentro, pero hago hincapié en el ascenso del 65, en mi presidencia, en lo que pasó entre el segundo semestre del 89, cuando me tocó volver al club y el 95, lo que yo denomino la época dorada de Colón que fue la de las copas internacionales con Vignatti, los 100 años, el período de Lerche, con sus cosas positivas y negativas, ese capítulo que denomino “entre dos tormentas”, que fue clave para el resurgir del club y lo que vino después. Pero contestando tu pregunta, hubo cuatro o cinco momentos difíciles, el primero que recuerdo fue en 1954 cuando se perdió el ascenso y ví a muchísima gente llorar ese día.
—Recién mencionaba su “regreso” al club en 1989...
—Sí, claro. Fue en el momento en que agarró Busaniche. No había un mango para nada. Me acuerdo que íbamos viajando con Abel Sánchez en su auto con gas, para ahorrar, y escuchábamos por radio que Temperley había decretado la quiebra. “¿Y ahora?, ¿nos tocará a nosotros?”, me acuerdo que decíamos con Abel. Salimos a flote y se armó un buen equipo en el ‘92. Ahí se pudo haber ascendido, pero bueno, lo hicimos luego y vinieron los mejores tiempos.
—Volvamos a lo del 2013, ¿qué le dejó todo lo que vivió?
—Ufff... Primero, que nunca más le pase a Colón algo como lo de esa noche con Newell’s. Para colmo de males, veníamos perdiendo seguido y ese día ganábamos 2 a 0 y nos empataron en el final. A partir de allí vino la debacle y siempre tuve como objetivo que había que recuperar lo institucional y llamar a elecciones urgente. En ese aspecto, tengo que señalar el muy buen criterio que tuvo Rubén Moncagatta en ese momento, como vicepresidente a cargo del club. Teníamos a los empleados en huelga, nos iban a cortar la luz, se le debía a la policía y los jugadores empezaban a quedar libres. Se armó la Junta Electoral y les pedí a los candidatos que afronten la situación. Vega, Magdalena e Hilbert aceptaron pagarlo en forma proporcional de acuerdo al resultado del comicio, no así Abraham, quien luego no se presentó debido a que no estuvo de acuerdo con lo resuelto respecto de las impugnaciones.
—El tema de las impugnaciones siempre fue moneda corriente...
—Sí, pero en este caso se pedía cualquier cosa. Yo me quedé tranquilo, porque el estatuto sólo establece como causal que haya un delito doloso, al margen de que se deben cumplir las otras condiciones como la de la antigüedad, etcétera.
—¿Y lo económico?
—Ese era el otro tema. Les pedí por favor que no dejaran libres a los jugadores porque había que pagarles todo el contrato. En ese momento, la deuda llegó a unos 100 millones de pesos y la decisión de ir al salvataje fue lo mejor que nos pudo pasar.
—O sea que estuvo de acuerdo con el salvataje...
—Totalmente de acuerdo, para mí fue una decisión impecable y saneadora.
—¿Le debe plata Colón?
—Estuve embargado por Colón y el que levantó ese embargo fue Horacio Darrás... Pero como te decía al principio, Colón es el 80 por ciento de mi vida.