De todo lo que ocurrió en un lunes movido para el mundo Colón, lo que sucedió en el campo de juego tal vez sea lo menos relevante. Aunque suene fuerte y parezca un contrasentido, teniendo en cuenta que se trata de un club que vive y respira fútbol.
Fue 4 a 0 en un partido que se dio como era previsible. A un año penoso todavía le quedan seis fechas para barajar y dar de nuevo.
De todo lo que ocurrió en un lunes movido para el mundo Colón, lo que sucedió en el campo de juego tal vez sea lo menos relevante. Aunque suene fuerte y parezca un contrasentido, teniendo en cuenta que se trata de un club que vive y respira fútbol.
Para una jornada que comenzó con allanamientos, detenciones y noticias de todo tipo -más dignas de la sección policial que de un suplemento deportivo- el partido ante Argentinos Juniors quedó en un segundo plano. Si se puede considerar una derrota más, otra entre tantas que componen esta decepcionante campaña de un equipo hundido en lo más bajo de las tablas del presente torneo y la acumulada del año.
Por supuesto que al fútbol se juega para ganar y entonces nunca da lo mismo hacerlo o no. Y mucho menos no hacerlo de la manera en que se dio este lunes. Pero lo cierto es que a un Colón de temporada matemáticamente raquítica, poco le cambiará una victoria más o menos y, ante los rumores de una reestructuración de los torneos que implicaría la eliminación de los promedios, ni siquiera queda establecida la implicancia a futuro de esta hemorragia de puntos que no para.
Por otra parte, el resultado hasta se ve como lógico si se lo contextualiza en un día crítico desde todos los aspectos para el sabalero. Obvio que los dirigentes no patean la pelota ni atajan penales, pero es cuanto menos ingenuo intentar separar el presente deportivo del desmanejo en el que se encuentra la institución desde hace ya varios meses.
¿Había alguna posibilidad de que este Colón anárquico -dentro y fuera de la cancha- se impusiera ante un Argentinos involucrado que tiene una idea de juego y se encuentra en la lucha por meterse en la próxima Copa Libertadores? Seguramente sí, porque el fútbol está lleno de imprevistos y sobran ejemplos de victorias de ese tipo. Pero aún en un deporte de circunstancias impensadas, a veces se impone la lógica y eso fue lo que sucedió.
Un ordenado equipo de La Paternal se olvidó de que llegaba a Santa Fe con dos derrotas al hilo en la mochila y una victoria en los últimos seis. Manejó el partido de principio a fin y se llevó una victoria tan justa como predecible.
Porque aunque se crea que los de afuera son de palo -el fútbol mundial ya ha dado argumentos para así pensarlo- lo que pasa en el plano extra futbolístico incide de manera directa e innegable. Esta nueva derrota es el botón que sirve de muestra. Tanto como esta paupérrima campaña de Colón, un equipo que salió campeón hace poco más de un año y lejos de despegar volvió a hundirse insólitamente, es el corolario de un club que de manera inentendible decidió autodestruirse dentro y fuera de la cancha.
¿Qué pasó en el verde césped? El equipo fue eco del estruendoso silencio que bajó de las tribunas vacías porque el cotejo tuvo que jugarse a puertas cerradas, en lo que posiblemente sea otro resultado de la perfecta ejecución que lleva el club del barrio Centenario de los preceptos mandados en ese manual de autodestrucción que parece haber creado.
Desde el arranque se vio por parte del "Bicho" un dominio prolijo de la pelota que nació en la claridad de Villalba y una punzante búsqueda a las bandas. La primera clara llegó a los 13 cuando Goltz falló un rechazo y le dejó la pelota servida a Ávalos, que remató desviado desde ángulo cerrado.
Entonces no llamó la atención que un Argentinos que hacía uso del balón a discreción, aunque sin profundizar, se pusiera en ventaja en una de las primeras veces que aceleró a fondo. A la jugada la gestó Villalba, combinando con Herrera, y la capitalizó el paraguayo Ávalos con un bombazo desde afuera del área que venció la resistencia de Chicco.
Colón fue menos de lo mismo porque volvió a retroceder aquel paso adelante que había dado en el rendimiento ante Talleres. Apenas algunas apariciones de Bernardi, algo de Perlaza y las pinceladas de picardía del "Pulga", nada más. Antes de que la visita liquidara el partido, tuvo una nítida para empatar. Pero cuando al "Sabalero" no le sale una, no le sale ninguna en serio. Entonces Perlaza recuperó en el medio, tocó para el "10" y este lo dejó de cara al gol a Sandoval, que definió al cuerpo de un Lanzillota rápido para achicar y desbaratar quizás la única ilusión rojinegra.
Tras cartón llegó el golpe de nocaut. Argentinos armó una buena maniobra colectiva saliendo desde el fondo, Herrera hizo lo que quiso en el borde del área ante una pasiva defensa, la pelota le quedó a Verón y el joven volante ensayó una gambeta para desairar a Acevedo y definir cruzado al 2-0.
Parece exagerado decir que un segundo gol a los 31 minutos liquidó el partido, más en un fútbol tan parejo como el argentino. Pero el panorama "sabalero", la falta de reacción que mostró durante todo el año y el pésimo nivel en el que jugó el primer tiempo así lo hacía prever.
Lo que siguió estuvo de más. A la vuelta de los vestuarios, "Chupete" Marini mandó a la cancha a Pierotti en lugar de Schott y al siempre improductivo Sánchez Miño por Teutén. Y Colón esbozó un tibio intento de levantada que duró apenas unos instantes. Los instantes que tardó Argentinos en descubrir que no se podía confiar y se decidió a volver a activarse.
El ensayo de resurrección del local se apagó a los 12 minutos, cuando un saque lateral que cayó al área y nadie atinó a rechazar, Cabrera convirtió en el 3-0 con un zapatazo a quemarropa. Antes, Garcés con lo justo había llegado para mandar la pelota al córner cuando Herrera se relamía y Chicco tuvo que poner la cara para taparle un disparo potente a Ávalos. Después, el arquero le sacó el cuarto a Herrera y más tarde a Ávalos.
En el dueño de casa ingresó Troncoso para sumar algunos minutos y en el epílogo lo mismo ocurrió con Déboli. A esa altura ya no había partido y los pibes poco pudieron cambiar. Era imposible que lo hicieran a pesar de su empeño y sacrificio.
Para colmo la aletargada defensa de Colón fue el aliado perfecto para un Argentinos que si algo necesitaba con miras a la parte definitoria del torneo era ganar y golear. En dos o tres toques y ante un rival espectador, el colombiano Roa quedó cara a cara con el arquero y definió contra un palo para aumentar la cuenta.
Otra derrota para un Colón que juega como vive. Perdió como la lógica indicaba que iba a pasar en el marco de una realidad penosa. Buscar culpables puede ser una tarea fácil. Tal vez más complicado sea encontrar alguien que se haga responsable.