(Enviado Especial a Santiago del Estero)
Le tiró la jerarquía a Mitre en el primer tiempo y lo ganaba con dos “jugadones”. Se puso el overol en el segundo tiempo. Se lo empataron a puro entusiasmo y Penel le dio un penal en la última jugada. Lo pateó Juncos y se lo atajó el arquero. 2 a 2 con sabor a derrota.
(Enviado Especial a Santiago del Estero)
No hubo otro partido en el que el comienzo haya sido tan incómodo para Colón. Sin sufrir, es cierto. Pero apabullado por el entusiasmo de un equipo que lo apretó y le quitó la pelota. Duró 10 minutos. Enseguida se afirmó el equipo. Con Lago mostrando su peligrosidad y jerarquía. Y con Jourdan y Herrera utilizando con rapidez y buena complementación ese pasillo por derecha. El partido se emparejó, aunque quedó muy en claro la idea de Mitre: pelear el mediocampo, quitar espacios y atacar a las espaldas de Castet tratando de aprovechar la velocidad de Ferrari o la subida de Mieres.
El partido tenía dos características: 1) la paridad; 2) el típico distintivo de esta categoría en cuanto a la ausencia de espacios y la lucha. Había que abrirlo de alguna forma. Y Federico Jourdan no encontró mejor manera para convertir un gol “de otro partido”. Porque recibió la pelota en la puerta del área y metió un bombazo estupendo que se clavó en el ángulo de Jachfe. Y cuando todavía se estaba festejando ese golazo de Jourdan, fue el mismo Jourdan el que participó en una gran jugada que terminó con el pase a Lago, filtrado, para que el otro carrilero sabalero coloque un remate cruzado que dejó sin chances al pobre de Jachfe, finalizando así un contragolpe notable de la visita.
Dos goles plenos de jerarquía y preciosismo en un partido que no era así, que no tenía espacios abiertos ni muchas posibilidades para que haya lucimiento. Individual o colectivo. Pero Colón tiró toda la calidad y a través de dos jugadores que son clave y figuras, como los carrileros (Lago y Jourdan), se encontraba en menos de media hora de juego, con un 2 a 0 muy tranquilizador.
Sabella se paró más adelante, a veces como ladero de Axel Rodríguez más que de Prediger o Talpone, que arrancaba por el medio y un poco más arriba que el “Perro”. De todos modos, la libertad de Sabella para moverse delante de los volantes y muy cerca de Axel Rodríguez no lo eximió del aporte defensivo al que ningún jugador de Colón le dio vuelta la cara. Si se podía jugar, se jugaba; si había que luchar, se luchaba.
La solidez de Goltz como estandarte –otra vez- de una defensa que no se complicó ni tampoco sufrió; más la jerarquía para capitalizar dos buenas jugadas que terminaron en gol, le dieron a Colón la ventaja que se justificó por la eficacia y por esa capacidad que tuvo para hacer fácil lo que, al principio, se presentaba como difícil.
Quizás la virtud del rival haya sido la de intentar un partido más bien físico, buscando neutralizar esa mayor jerarquía. No le salió. Creó muy pocas situaciones, llegó hasta las inmediaciones del área pero no tuvo la suficiente profundidad. Terminó sobreponiéndose esa mayor jerarquía de un Colón que no jugó cómodo el primer tiempo, que no lució, que no tuvo el dominio del partido, pero que pegó con contundencia y calidad en las pocas oportunidades que tuvo.
La versión más peligrosa de Mitre se vio en el arranque del segundo tiempo. La consigna fue la de llevarse por delante a Colón. Con pocas ideas pero con estusiasmo. Tirando muchos centros, apurando al fondo rival y sumando gente adentro del área. Por eso, Delfino pensó enseguida en Vega y en Toledo. El equipo estaba necesitando más aire y recuperación en el medio y alguien que aguante la pelota arriba. Ese fue el diagnóstico de Delfino, que sacó a Sabella y Axel Rodríguez.
En ese panorama, sin embargo, las dos más claras las tuvo Colón. Mejorado con los cambios, Colón creó otra vez situaciones de peligro, una de ellas con un remate de zurda, con comba, de Toledo que se le metía en el ángulo a Jachfe y obligó a una notable intervención del arquero santiagueño para sacar la pelota por encima del travesaño.
Si algo le faltaba a Colón era una dosis de fortuna. Y la tuvo, cuando en uno de los tantos centros que cayeron sobre el área de Vicentini, cabeceó Piris, la pelota pegó en el palo, volvió al corazón del área y le cometieron una falta a Vega que Penel observó claramente. Cuando ese ratito de mejoría de Colón se terminó y otra vez la cancha se inclinó hacia el arco de Vicentini, Delfino volvió a mover el banco: Delgadillo y Juncos a la cancha, en reemplazo de Jourdan y Talpone.
Esa cantidad de centros le tenían que dar alguna alegría a Mitre. Ya el del palo fue un preaviso. Y sobre la media hora, Posse no perdonó. Llegó el centro desde la derecha que encontró a contra pierna a la defensa rojinegra y el delantero clavó el cabezazo cambiando la trayectoria de la pelota y dejando sin chances a Vicentini. 2 a 1, con 15 minutos “largos” por jugarse.
En los cambios, Delfino no modificó la posición de Lago. Lo tiró a Delgadillo por derecha. Y a Juncos cerca de Toledo para capitalizar alguna jugada de contragolpe. Enseguida, el técnico sabalero se dio cuenta que ya Prediger no tenía más aire ni piernas. Y metió a Henríquez para jugar en esa posición de volante retrasado. Había que amigarse con la pelota de alguna manera. Era lo que requería el partido, para impedir que ese entusiasmo del local pusiera en serio riesgo la victoria que ya se ajustaba un poco más a lo que había ocurrido en el partido (no había dos goles de diferencia a favor de Colón).
Hasta que llegó ese final en el que Colón sólo aguantaba, ya no tenía la pelota. Se lo empató Castro con un remate desde afuera del área. Y en tiempo de descuento, Penel le dio un penal. Lo pateó Juncos (no se pusieron de acuerdo para ver quién lo pateaba). Y lo erró. Empate con sabor a muy poco. Casi a derrota.
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