ASUNCIÓN DEL PARAGUAY (Enviados Especiales)
Más allá de la doble/triple competencia, lo de La Olla debe tener alguna cirugía puntual de Falcioni. Y eso va más allá de la seguidilla.
ASUNCIÓN DEL PARAGUAY (Enviados Especiales)
Camino a sus 700 partidos como entrenador, estaba claro que si algo no haría Julio César Falcioni con el micrófono en La Olla, sería mandar en cana o exponer a sus jugadores. Por algo dirigió lo que dirigió, desde Vélez 1997 hasta Colón 2022. A pesar de ello, el análisis del DT fue apenas cumplir con una exigencia reglamentaria de la Conmebol para gambetear la multa.
A priori, si lo del equipo fue de liviano a malo; el relato del entrenador post 1-3 con Cerro Porteño caminó para el mismo lado y en el mismo sentido. Desde la óptica de la gente, al no ganar hace cinco fechas en el campeonato doméstico y con una caída decepcionante en Copa acá en Asunción del Paraguay, estaba claro que comenzarían a escucharse reproches y nacerían los primeros cuestionamientos con ruido a cacerolas. Frases como “A mí nunca me gustó”, “No era el técnico para este momento de Colón” y/o “Julio está grande, se quedó en el tiempo” fueron de las más escuchadas, con la bronca a cuestas en las callecitas del Barrio Obrero de parte de esos 1.500 leales a la causa.
Lo de La Olla fue decepcionante por dos motivos: por un lado, porque Colón venía, frente a Peñarol y en el primer partido continental, de jugar realmente bien, sellando el mejor partido de la Era Falcioni. Por el otro, porque los errores/horrores defensivos fueron alevosos, repetitivos y evidentes.
Uno supone que, puertas para adentro, el mensaje fue, o en todo caso será por estas horas para dejar pasar la calentura del momento, mucho más serio y a fondo que esas palabras de compromiso para gambetear la multa en dólares por la Conmebol.
Está más que claro que, aunque no se viniera una seguidilla entre el torneo local y la Copa Libertadores de América como se viene, Colón y Falcioni se encerraron en una calle sin salida en Asunción de Paraguay: están obligados a cambiar. El DT desde el banquillo; los players desde la actitud y la aptitud.
Un equipo que llega a la Copa como campeón, elogiado por sus rivales (notable respeto en las horas previas al juego de la prensa paraguaya y del rival de turno en todos sus estamentos) de manera contundente, no debe dejar pasar por alto las equivocaciones tan groseras que lo llevaron a rifar un partido que era “jodido” pero le quedó abierto en la palma de la mano para dar el golpe en La Olla.
Con esos casi 700 juegos en el banquillo, Falcioni habrá pasado las mil y una tormentas sentado en otros bancos, con otros clubes y otros jugadores. Podrá cambiar nombres, dibujos tácticos y estrategia de juego. Puede hacer una de las tres cosas; dos de las tres cosas; o bien las tres cosas juntas al mismo tiempo.
Lo que está claro es que, más allá de la seguidilla entre el torneo doméstico y la esperada Copa Libertadores, la palabrita “rotar” es desde que el chileno pitó el final en La Olla una obligación y no una decisión por convicción.
No se trata del cansancio, ni de priorizar una cosa por encima de la otra. Se trata de premios y castigos, algo natural en cualquier grupo para mantener la salud, evitando contagios.
Lo de los errores/horrores defensivos de Colón que le abrieron la puerta a Cerro Porteño para salir a jugar y ganar el partido de manera previsible descolocaron a todo el mundo.
Los dardos del reclamo popular (1.500 en cancha y cientos de miles en redes sociales), además del entrenador, hicieron blanco en el arquero y en la supuesta “canchereada” de Bernardi con la cucharita, cuando corrió solo desde la mitad de la cancha para sellar el 2-0. Quedarse con esas solitarias cuestiones es desconocer que este es un juego de equipo y hubo otros errores tan o más importantes que los del arquero y el globito del cordobés. Hay niveles individuales que dejaron tantas o más dudas que el golero charrúa o el todo-campista.
Ahora, sin descanso y con el porrazo de La Olla a cuestas, se viene Independiente, con todo lo que significa en el juego previo de las emociones recibir a un club grande que dirige Eduardo Rodrigo Domínguez. Es como estar pensando en un divorcio y cruzarse con la primera novia del barrio…la del primer beso de amor inolvidable.
Es por eso que, con la seriedad de un grupo que casualmente con el “Barba” fue campeón, Colón debe reaccionar. No con el relato para afuera de declaraciones vacías en rueda de prensa, sino hacia adentro con una profunda autocrítica.
Ahora sí, pensando en lo que se viene, Julio César Falcioni quedó encerrado en las callecitas de Asunción saliendo de La Olla: la rotación parece una obligación más que una decisión.
Vuelvo al inicio: camino a los 700 partidos como entrenador en distintos banquillos, de varios clubes y dirigiendo a cientos de jugadores, el “Emperador” debe tener en claro qué se hace en este tipo de circunstancias.
Ya no es rotar por cansancio, sino por rendimiento. Por actitud. Por aptitud. Lo otro que sabe Falcioni y que es de Manual es más viejo que la misma Copa Libertadores: si no cambia (nombres, esquema, estrategia), el banquillo de entrenador empezará a tener detalles de silla eléctrica. En Colón y en cualquier club del mundo.