Hay “aves de paso” y hay gente que llega para quedarse “eternamente”. En este último escalón, sin ninguna duda, está Osvaldo Carrasco. El “petiso”, como se lo conoce, es de esos tipos a los que lo conoce toda la ciudad, uno de esos personajes que en Colón se lo identifica claramente, alguien que ha dejado un sello a través de tantos momentos vividos y también por haber pertenecido, siendo dirigente, a una época de engrandecimiento del club. Osvaldo Carrasco tuvo una larga charla en La Primera de Sol, de esas conversaciones que se podrían extender por horas, plagada de anécdotas y regadas por la emoción.
—¿Cuál es tu primera imagen de Colón?
—Una foto que tengo sacada en el arenal, donde está la cancha, cuando tenía 6 años y estoy con un barrilete... Mi viejo me llevaba en esos tiempos a la cancha, desde bien chiquitito.
—¡No!... ¡El gol de Obberti en el ‘65 en la cancha de Atlanta, contra Deportivo Español!... No me olvido más. Fuimos en 63 micros, era un miércoles a la tarde y volvimos a las 7 de la mañana del otro día. Llenamos todo el lateral de la cancha. Me acuerdo que no llegábamos nunca a Santa Fe, estaban las rutas cortadas... Y cuando llegamos, nos pusimos a pasear por San Martín, que circulaban autos en ese momento. Y estaba la murga uruguaya con las timbaletas. Parecía una cosa imposible, la gente lloraba.
—Fuiste siete años secretario en la directiva de Marcolín. ¿Con qué dirigente te quedás?
—Varios... De aquél entonces, Salerno, Ghiano, Italo Giménez... El primer partido en Primera lo perdimos contra Chacarita. la cancha estaba a reventar y los vestuarios inundados. Por los tablones se pasaba por el túnel para entrar a la cancha... Siempre me hice esta pregunta: ¿cómo hizo Ghiano para hacer la cancha con la tribuna de cemento, las torres de iluminación?, la verdad que no sé... Ghiano era un caudillo, bajito, con sombrero... En los clásicos, en la cancha de Unión, le tiraban de todo, lo escupían, y él como si nada. En mi familia eran todos “Ghianistas”.
—En el ‘64, ascendieron ocho equipos de la C a la B, por decreto, pero él fue el que hizo todo... Lo ayudó Virgilio Machado Ramos, que era presidente de Morón e hincha de Colón.
—Otrino dejó una vida en Colón, tenía un taller mecánico y era intendente ad honorem... Ibas a la sede de calle San Jerónimo y lo veías poniendo azulejos... Las plateas de cemento las hizo él, con moldes... Se pasaba el día en el club... Yo conocí la sede de General López, la de San Jerónimo y cuando estaba abajo de la platea oeste. Después, el contador Salerno, Héctor Piccioni, el ingeniero De Bianchetti y grandes dirigentes de ese momento empezaron a hacer la estructura de la sede que nosotros terminamos en la época de Marcolín... Piccioni fue un grande en Colón, manejaba el fútbol, puso dinero... ¡El doctor Rizzo! Vendíamos los jugadores, traíamos los cheques y se los dábamos a Rizzo, porque sabíamos que estaban en buenas manos y lo iba a administrar... Marcolín fue un grande y dejaba trabajar a los pares de directiva, nosotros estábamos con Benito Rodríguez y Waltos en el fútbol.
—¿Lo viste jugar al “Capitán Orejas” Rivarola?
—A Rivarola no lo ví jugar, me hablaba mi padre de Casabianca, Rivarola, Clemente... A Rivarola lo fueron a esperar a la Estación de Colectivos, donde ahora está el Cemafe y lo llevaron en andas hasta la vieja LT 9 que estaba en calle San Martín.
—Habláme de algunos personajes...
—Trapito, Cascarillas... Trapito era un empleado de Vialidad Nacional, se ponía un traje de Colón, hablaba rápido, la gente le compraba los caramelos que vendía... Cascarillas era un hombre grandote, un día le ganamos a Unión 2 a 1 con gol del Chengo Canteli y se cayó la parte de arriba de la tribuna de madera que estaba al costado de la de cemento del oeste y la gente se cayó arriba de Cascarillas... Me acuerdo que un montón de gente terminó en el Cullen...
—Ya hablaremos del Vasco Urriolabeitia y el Gitano Juárez. ¿Y Pizzutti?
—¡Un gran tipo Tito Pizzutti...! El equipo no le hacía un gol a nadie... ¿Sabés lo que hizo?, en la cancha de básquet armó un arco de hormigón y ahí los hacía entrenar a los jugadores... ¡La cantidad de pelotas que rompimos!
—¡Uff...! De los primeros tiempos, el Negro Román Quevedo en Colón y Pichucho Grecco en Unión... Después, Cococho, la Chiva Di Meola... Un montón de jugadores.
—Ahora sí. ¿El Vasco o el Gitano?
—El Vasco era todo disciplina, jugadores jóvenes, a los 24 años ya eran viejos para él. Y el Gitano, un fenómeno, bohemio, 18 fechas invicto. Era un gusto verlo a Colón en el 75. El Gráfico sacó un título: “Colón es la catedral del fútbol”. Ibamos a Buenos Aires y me decía: “Dejá que a éstos los pasamos por arriba!... Me acuerdo que un día me dice: “Hay que traer tres jugadores del interior y la peleamos: Mazo, Oviedo y Valencia”. Nos alcanzó la plata para uno y lo trajimos a Mazo. Ninguno de los tres era conocido. Los otros dos fueron campeones del mundo. El Gitano era el asesor de Menotti, con eso te digo todo.
—¿Y la historia del “Trinche” Carlovich?
—Cancha de Huracán, jugó un ratito y nunca ví tantas cosas maravillosas en tan poco tiempo... Sintió un tirón. Era un muchacho bohemio, lo había recomendado Alejo Medina. Urriolabeitia no lo quería mucho, lo habíamos ido a buscar a una especie de zanjón porque estaba pescando. El Vasco dijo que se estaba haciendo el lesionado. Fui a verlo. ¿Sabés lo que hizo?, se bajó los pantalones y me mostró la pierna: morado desde la ingle al tobillo. Un desgarro tremendo.
—Nunca me voy a olvidar cuando una vez ganamos un clásico, jugaba Marángelo... El partido se pasó en una película, en la Plaza España... Iban los camiones repletos de gente a la Plaza España a ver el partido que se había jugado cinco días antes...
—Hubo tiempos en los que no había dinero de la TV y los jugadores no tenían los valores que se manejan hoy en día y no se vendían al exterior. Ahí había que “ponerla”, ¿no?
—Y... Era la cuota social y las recaudaciones, nada más... Te voy a dar dos nombres: Piccioni y Peirotén... Todos pusimos firmas, algunos quedaron mal, pero yo le rindo homenaje a ellos dos. Piccioni era vicepresidente de Salerno, un gran tipo. Y don Joaquín, ¡ni hablar!... Vignatti también hizo lo suyo... ¡Batres!... Lo traté mucho, era vice de Ghiano... ¡Lo que anduvo para que a la cancha le pusieran el nombre de Francisco Ghiano!
—¿Qué podés decir que la gente no sepa?
—Que al último escudo lo diseñé yo, pero no el ovalado. Hice más simple el que teníamos, que era de tres “picos”... Acá, a mi casa, ha venido Alberto J. Armando, Pepe Minella, el Cabezón Sívori... yo estuve en la cena de los campeones del ‘78 en el Luna Park, fuimos con Marcolín y Menaker, Menotti era la figura en esa cena. Ante Garmaz me regaló una corbata ese día y me dijo que “Colón, con el rojo a la derecha y el negro a la izquierda, pantalón blanco y medias blancas, es el equipo mejor vestido de la Argentrina”. ¡Te lo juro!...
—¿Ese es el atuendo tradicional?
—No, no... El original era con medias grises... Todos usaban medias grises porque no había medias de muchos colores en ese tiempo... Como Unión, que también tenía medias grises.
—La última, ¿hay algún día del año que no menciones a Colón?
—... ¡Creo que no hay un día de mi vida que no haya mencionado a Colón.