Las sensaciones son esas, no hay espacio a la duda. Esto es más de lo mismo, opina la gente. Y si bien es el primer partido de la temporada, también es cierto que se trata de una “final”, de un choque que define la continuidad o no en la Sudamericana y por eso, la supuesta gravedad de la situación se acrecienta. Sólo la inclusión de Acevedo y Aliendro no podían cambiar demasiado una estructura futbolística mediocre. Por algo salió entre los cuatro últimos de la Superliga. Y dos jugadores no podían cambiar demasiado, menos sin Zuqui y Esparza, que le hubiesen dado, al menos, otra dinámica, otro ritmo a un equipo que tiene poca explosión con los jugadores que puso en cancha.
Más allá de algunas cuestiones que son responsabilidad del entrenador, que no logra mejorar mucho —salvo en lo físico— a un equipo que se aplasta a la primera de cambio, la realidad es que acá se necesitan cambios de nombres, otro aire y otra calidad futbolística para encontrar variantes y desequilibrio individual.
El atenuante es que el arranque de la temporada se produce con un partido decisivo, pero eso marca también la necesidad de buscar jugadores que mejoren un potencial escaso en lo individual, más allá de exigirle al entrenador que ponga su imprescindible granito de arena en superar esa mediocridad en el funcionamiento colectivo que fue la constante en el primer semestre. O mejor dicho, en todo un año futbolístico (2018-2019) en el que sólo se pueden rescatar las dos eliminaciones internacionales ante rivales de poca monta (Municipal de Perú y River de Uruguay).
La realidad es que sacando al Pulga Rodríguez, de cuyos pies y cabeza siempre se puede esperar algo diferente y de calidad, el resto aporta poco y nada con la pelota. Se embarulla Bernardi, que es uno de los que puede darle dinámica y explosión; Estigarribia juega al trote, ataca poco los espacios vacíos y no se puede esperar que Fritzler, que está para contener y entregar, sea el encargado de poner la cuota de fútbol y de claridad que el equipo necesita.
Los problemas defensivos se hicieron notorios cuando Argentinos atacó en el primer tiempo y se disimularon, pero sin brindar sensación de seguridad, cuando el rival se decidió a contragolpear en el segundo. Paradójicamente, la mayor posesión de pelota que tuvo Colón en el segundo tiempo no vino de la mano de situaciones de peligro. Todas ellas, las de riesgo para Chávez, se dieron en el primer tiempo: el cabezazo de Morelo, el mano a mano que sacó con el pecho afuera del área y el remate del Pulga que salió rozando el poste. Todas maniobras de ataque directo, sin mucho de elaboración y tratando de meter pelotazos a las espaldas de los centrales, que jugaron adelantados el primer tiempo. Lo mismo pasó del otro lado, con falta de escalonamiento e inseguridades que desnudan preocupación en el andamiaje defensivo sabalero.
Otra cuestión para el análisis son los cambios que hizo Lavallén. Mejoró al equipo la apuesta por Chancalay, que entró suelto a jugar por el sector izquierdo. Fue cambio de hombre por hombre, como también los de Leguizamón y Sandoval por los dos puntas. Perdiendo de local 1 a 0, los demoró. Y la apuesta de hacerlo “ficha por ficha” no le aportó demasiado al cambio que se estaba necesitando. Pensó en la frescura de los juveniles, pero sin modificar el esquema, sin sorprender al técnico rival y dependiendo de que, individualmente, los que ingresaron pudiesen aportar algo diferente a los que salieron. Es decir, cambió pero sin cambiar nada. Dispuesto a jugar de contra, sin las referencias ofensivas que había tenido en el primer tiempo (4-3-3 con mucho despliegue y solidaridad de los delanteros), Argentinos Juniors resignaba presencia en el campo sabalero y eso permitía observar la posibilidad de arriesgar agregando gente arriba y sacando a alguno de los de atrás. Pero Lavallén hizo un análisis más conservador, quizás pensando en que sólo se ha jugado la mitad del partido largo y que nada se ha definido.
Este es el otro atenuante. El 1 a 0 no es decisivo para nada a favor de Argentinos Juniors y apenas un gol ya empareja la serie. Es de lo que se puede “agarrar” Colón para ir a jugar la revancha a una cancha distinta, con menos espacios y en la que se debe jugar con concentración, inteligencia y coraje, sabiendo que no cabe otro resultado que la victoria.
La reglamentación de la Conmebol ha condicionado a Colón. Haber ganado las dos etapas anteriores para continuar en la Sudamericana, obligó a que una posible decantación del plantel no se produzca, ya que sólo se pueden sustituir a dos jugadores para esta fase. Ya de cara a la Superliga, se hace necesaria la incorporación de dos o tres jugadores más que vengan “a ponerse la camiseta”. Y que el técnico aporte lo suyo en el funcionamiento colectivo para lograr algo que le cuesta conseguir: el mejoramiento de un equipo que defeccionó en la temporada pasada. Y para eso, indispensablemente, habrá que levantar la puntería para mejorar el potencial individual. O sea, que vengan un par de jugadores que “se pongan solos” (por calidad) y que entren a la cancha a cambiarle la imagen al equipo.