4 de junio: la fecha en que Colón descubrió la gloria
Se cumplen tres años del momento más feliz de la historia sabalera. Aquella nochecita en San Juan, el equipo de Domínguez le ganaba a Racing y se consagraba campeón del fútbol argentino por primera vez.
4 de junio: la fecha en que Colón descubrió la gloria
Eran tiempos de pandemia. La gente vivía en soledad, la civilización asistía a una cuarentena para la que nadie estaba preparado. Angustias y trastornos de todo tipo modificaban los ánimos de todos. En medio de eso, hubo un equipo que se preparó para lo que muy pocos pensaban que podía ocurrir. Eduardo Domínguez se instaló en el predio sabalero que hoy lleva con orgullo el nombre de "4 de junio". Y desde allí empezó a armar una estructura de equipo sólida, con muchos jugadores a los que le sacó todo el jugo, los mejoró y otros que se fueron sumando en la misma sintonía de excelsa armonía. El torneo corto lo favoreció. Fue primero de principio a fin, apareció en cuartos de final la gran figura de Burián en ese complicadísimo choque ante Talleres de Córdoba (su primer tiempo, el de Burián, fue excepcional y luego rubricó una actuación de 10 puntos en los penales). Y después, San Juan fue el lugar de la gloria con dos victorias inobjetables ante Independiente, en semifinales y Racing, en la final, que no dejaron lugar a ninguna duda.
Se alinearon los planetas, algo indispensable para cualquier logro. El ejemplo claro fue lo ocurrido con Facundo Garcés, hoy convertido en un inexplicable desperdicio, para él y para el club. Le tocó debutar en la primera fecha, cuando no iba a ser titular porque en su lugar jugaba Bianchi y se lesionó en el calentamiento previo. Y Garcés terminó siendo un verdadero caudillo, al punto tal que, en la final con Racing, Colón no tenía ni a Goltz, ni a Delgado ni a Meza, ni a Bianchi. Y sin embargo, con Piovi de "6", con Escobar de "3" y con Mura de "4", Domínguez armó una muy sólida defensa. Aunque su gran hallazgo fue aquella decisión de poner como titular a Cristian Ferreira, de manera sorpresiva. Y Ferreira la rompió en ese partido y fue una de las grandes figuras ese 4 de junio de 2021.
Se derramaron lágrimas aquélla nochecita sanjuanina de tribunas vacías pero en la que se alcanzaba a percibir ovaciones, emociones, llantos de alegría y desahogo que llegaban desde Santa Fe, en medio de tantos miedos vividos por esa pandemia que se llevaba vidas de seres queridos. Uno piensa en los que se fueron antes de aquél 4 de junio de 2021, en tantas generaciones de hinchas sabaleros que vivieron momentos muy distintos, con esas tristezas asociadas a los resultados deportivos, pero con el amor incondicional e inquebrantable que permitía "militar el aguante" y ser el sostén de la necesaria recuperación, por más que dure un tiempo largo como ocurrió en aquellos años del ascenso en los que Colón vivía renovando ilusiones en cada comienzo de campeonato.
Alguna vez se iba a dar. Domínguez fue armando un equipo muy serio, con figuras individuales que rindieron como nunca antes – y algunos de ellos como nunca después – para armar un esquema colectivo efectivo, rendidor y confiable. Lértora, Aliendro, el Pulga Rodríguez, Goltz y Burián fueron grandes artífices. Pero Bernardi, Alexis Castro, Garcés, Piovi, Meza, Mura, Pierotti, Delgado y esa aparición con destino irremediable de estrellato inmediato de Facundo Farías, que luego se truncó por esas lesiones que lo castigaron más de la cuenta.
Han pasado tres años. José Vignatti fue el presidente protagonista del logro más importante de la historia sabalera, sin entender luego cómo había que continuar para que ese título de campeón se convierta en un punto de partida y no en un punto de llegada. Podría haberse ido y no lo hizo. Decidió quedarse pero no tomó las decisiones correctas y a tiempo. Todo lo contrario. Se confió. Y en un abrir y cerrar de ojos, cerró la puerta grande por la que debería haber salido, para encontrarse con la puerta chica de un descenso inconcebible que le puso punto final a su mandato.
De todos modos, al hincha de Colón, a ese hincha pasional y de fidelidad absoluta, nada ni nadie le quitará lo vivido. Y quizás no alcancen a entender la trascendencia de haber sido contemporáneos de ese instante, salvo que hayan elevado sus brazos al cielo en el momento del pitazo final de Néstor Pitana en el Bicentenario de San Juan, para acordarse de ese padre, ese tío o ese abuelo que partió de este mundo sin haberlo visto campeón. Bastará con recordar el momento en que lo tomaron de la mano y lo llevaron por primera vez a la cancha, para agradecerles ellos el hecho de haberlos convertido en hinchas de Colón y en permitirles vivir una alegría extrema de gritar ¡Colón campeón!… Bastó sólo con mirar al cielo… Ellos no lo vieron, pero aquellos que ya no están, desde el más allá y convertidos en recuerdos, contemplaron, también emocionados, lo que ese cielo de la eternidad les estaba regalando.