Corría el mes de julio de 1970. El sábado 25, había jurado el General de División Guillermo Rubén Sánchez Almeyra como gobernador de la provincia y en Colón se hablaba de la renuncia de Italo Giménez y la asunción, como presidente por un corto período (hasta las elecciones que consagraron al contador Carlos Salerno como máximo dirigente), de José Relañez Pasini. Virgilio Machado Ramos, un santafesino, hincha de Colón y uno de los mejores presidentes de la historia de Deportivo Morón, declaraba a El Litoral que “he recibido llamados de Santa Fe, desde distintos sectores, pidiéndome que asuma la presidente de Colón”, cosa que finalmente no se concretó. Y en lo deportivo, un año duro, en el que hubo que jugar el Reclasificatorio —se recuerda especialmente aquella victoria ante Unión en el 15 de Abril con el gol de Mottura— para mantener la categoría con una victoria tan famosa como decisiva ante Almirante Brown, que venía de la B, por goleada en cancha de Atlanta.
Llegaba Estudiantes para jugar con Colón en una tarde fria y nublada en el Brigadier López. Era el Estudiantes de Zubeldía, tricampeón de América (68, 69 y ese 1970) y del mundo (en el 68 ante el Manchester). Era el Estudiantes que le había ganado a un copero Peñarol la final de ese año en una dura batalla, tanto en La Plata como en el Centenario de Montevideo. Era el Estudiantes que había caido el año anterior en la final ante Milan por la Intercontinental y que iba a declinar ese año ante el Feyenoord de Holanda en la búsqueda de repetir aquél preciado título.
Era la última fecha del Metropolitano. El viernes 24, River le había propinado una goleada a Unión (6 a 0 en el Monumental) y ese mismo día, Independiente vencía a Racing 3 a 2 en el cilindro y se coronaba campeón. Colón había caido 5 a 0 en cancha de Rosario Central la semana anterior y le tocaba enfrentar a ese Estudiantes que despertaba admiración y marcaba la agenda del éxito en la Argentina. Y Colón le ganó 3 a 1, con dos goles de la Chiva Di Meola, una gran producción de José Luis Córdoba y un rival que llegó con todos los titulares al Centenario, a excepción de un par de ausencias si se toma en cuenta el partido revancha ante Peñarol por la final de la Libertadores, como lo fueron el Tato Medina (marcador lateral izquierdo), Hugo Spadaro (que luego llegó a Santa Fe para jugar en Colón) o el Bocha Flores.
En Colón estaba cerca de producirse un recambio que al año siguiente se produjo con la llegada del Vasco Urriolabeitia. Precisamente, con el Vasco aparecieron muchos jugadores que estaban en Estudiantes y que luego se pusieron —con éxito— la rojinegra de Colón. Por ejemplo, ese mismo día, en el equipo de reserva de Estudiantes (que ganó 6 a 1), jugaron Baley, Zuccarelli, Cococho Alvarez, Sacconi y Trullet, cinco jugadores que arribaron al poco tiempo a Santa Fe, con esa formación tan particular que traían los jugadores que eran dirigidos por un hombre que, sin dudas, produjo una revolución táctica y de disciplina en el fútbol argentino, como Osvaldo Zubeldía.
En Colón todavía había una camada de jugadores que venían de años anteriores, sobre todo 1968, que fue de lo mejorcito que disfrutó Colón por aquellos tiempos, con un gran Nacional de la mano de Jim Lopes. Después, se fueron algunos jugadores clave como Orlando Medina o el Mencho Balbuena y el equipo lentamente empezó a desmoronarse en lo futbolístico, hasta que una floja actuación en ese Metropolitano de 1970 (salió penúltimo) lo obligó a jugar el Reclasificatorio para mantener la categoría, en medio de un conflicto institucional producto de la renuncia del hombre que había provocado cambios positivos en el fútbol de Santa Fe, como Italo Giménez. Era el final de un proceso que se había iniciado en 1964 y que, entre otras cosas, tuvo mojones memorables como aquella victoria contra el Santos de Pelé y el ascenso de 1965.
Pero volvamos a aquél partido del que se cumplieron 50 años. Colón tenía en su equipo a Costantino en el arco. En la línea de cuatro, el técnico Manuel Rodríguez puso a “Pantalón” Jáuregui, Giombi, Coletti y Mellit. En el mediocampo jugaron Córdoba, Lo Bello y Bustos, mientras que Horacio Rodríguez, Di Meola y Velázquez fueron los tres de arriba. Después, ingresaron Néstor Borgogno por Bustos y el “Gato” Ruscitti (que había jugado con gran suceso en la Liga defendiendo los colores de Nueva Chicago) por Rodríguez.
El Estudiantes de Zubeldía no tenía a Néstor Martín Errea (que había atajado con buen suceso en Colón en 1966) en el arco. Los cuatro de atrás fueron Manera, Fucceneco, Togneri y Malbernat; en el mediocampo jugaron Bilardo, Pachamé y Romeo, mientras que arriba lo hicieron Echecopar, Conigliaro y la Bruja Juan Ramón Verón. Después, Zubeldía hizo ingresar a Solari por Romeo y a Rudzki por Conigliaro.
En ese partido, la Chiva Di Meola marcó dos de los 71 goles que lo convirtieron en el goleador histórico hasta que la marca fue derribada por el Bichi Fuertes. Además, un par de años más tarde, la venta de Di Meola a River se iba a convertir en la más importante de la historia de Colón hasta ese momento, para luego retornar a integrar un mediocampo con Villarruel y Roldán que ninguno de los hinchas que se deleitaban con aquellos equipos de la década del 70 se puede olvidar.
Sin dudas que Di Meola fue una de las figuras, pero en el podio hay que subirlo en ese partido a José Luis Córdoba, un volante fino, talentoso, habilidoso, que también tuvo su momento de esplendor por aquellos tiempos y luego fue resignando posiciones con el avance de grandes figuras que aparecieron por aquellos tiempos, como Gustavo Ripke, Cococho Alvarez y más tarde Carlos López, por mencionar a tres jugadores de buen manejo y talento, un símbolo del Colón de esa década del ‘70 en la que priorizaba el buen fútbol.
En ese partido arrancó ganando Colón con uno de los goles de Di Meola y empató Pachamé. Luego del descanso apareció Bustos, en primer término y otra vez la Chiva para poner el 3 a 1 definitivo, después de una notable jugada individual de José Luis Córdoba que fue muy festejada.