Darío Pignata
Mañana se resolverá su llegada: préstamo por un año para jugar en Argentina. Eso sí: el Toluca le pondrá a Unión una opción de compra casi inaccesible.
Darío Pignata
Siempre le envidié algo más que la cantidad de títulos a los dos clubes rosarinos, que están a no más de unas dos horas de viaje de acá. Nunca supe realmente cómo etiquetar “éso” que ellos (Rosario Central y Newell’s Old Boys) tienen de sobra allá y nosotros —por lo visto— en cuentagotas por acá. Y “éso” que hasta hace algunos años no tenía nombre ni apodo comenzó a escucharse en la ciudad de Garay con tres palabritas: “Sentido de pertenencia”. A la frase, claro está, se la debemos al colombiano Francisco Maturana. El “Pacho”, recordado por otra máxima de “Se juega como se vive”, la dejó de regalo cuando pasó por Santa Fe dirigiendo a Colón.
Siempre me pareció inalcanzable ese amor de los jugadores y ex jugadores rosarinos por sus colores. Sólo era necesario esperar que las cámaras de TV se dieran una vuelta por los palcos antes de que arrancara un clásico. Sea en el Parque o en Arroyito. Y ahí aparecían todos, desde el “canalla” Menotti hasta el “leproso” Bielsa. Ni qué hablar de aquéllos que pegaron la vuelta por amor a la camiseta hasta estos dos últimos claros ejemplos: “Maxi” Rodríguez de un lado y Marco Ruben del otro. En el medio, una lista interminable.
Exitosos en la cuenta bancaria y consagrados en lo deportivo, decidieron “darse el gusto” de venir a dar una mano en la cancha al club de sus amores.
Se dirá, con razón, que gratis ya no juega nadie. Vale. Pero en otro lado cobrarían más y ganarían en tranquilidad. ¿O Rosario es más segura que Madrid o Liverpool (ahí jugó “Maxi” Rodríuez)? ¿O es más tranquila y cómoda que Kiev o Evián, donde jugó Marco Ruben?.
Acá, en contrapartida, siempre me hice la idea que los supuestos ídolos volverían a ponerse la camiseta de Colón/Unión cuando yo no tengan dónde ir, casi usando más un bastón que los botines. “Te vas a dar el gusto cuando quedes gordo y pelado”, le dijeron hace un año —mitad en broma y mitad en serio— sus amigos de la vida a Rodrigo Gómez.
El “Droopy” es tatengue de cuna. Hincha, socio, fanático. Acaba de cumplir 25 años, tiene un contrato garantido en México y el Toluca le compró el ciento por ciento de la ficha. El Litoral ilustra esta nota con un testimonio gráfico exclusivo de la familia Gómez: a los 11 años el “Droopy” subido a un paraavalanchas en el 15 de Abril. Hay veces que las fotos hablan...no necesitan palabras.
La verdad, no se cómo saldrá en la cancha esta historia del “Droopy” Gómez en el Unión de Madelón. En el fútbol, para estas cosas, nadie tiene la verdad...por eso es tan linda esta milonga. Pero no quiero ir por el lado de la gambeta, la pelota quieta (uno de sus mejores gestos técnicos) o sus posibles goles/no goles con la casaca rojiblanca abastonada.
Hay que ir por el lado del corazón, de esa famosa pertenencia, del amor a los colores de esa camiseta que cada uno lleva desde la cuna. Advierto claramente, al momento de escribir estas líneas, que aparecerán como hormigas “Los Refutadores de Leyendas”, esos personajes suspicaces y necios, representantes de las instituciones, que se dedican a negar los episodios fantásticos que ocurren en el barrio. Opuestos a los Hombres Sensibles, los Refutadores desean un mundo racional y científico. Como lo explica el “Negro”.
Dolina: “La historia de los Hombres Sensibles me fue revelada en París en 1971. La nostalgia y el ingenio fácil de la mocedad me dictaron algunas narraciones demasiado ambiciosas. Gracias al saqueo de aquellas desmesuras, nacieron los modestos episodios que ahora mismo comienzan. Chalecito edificado con ladrillos de Nabucodonosor”.
Esos refutadores de leyendas dirán que un Rodrigo Gómez viene a Unión porque en Toluca no lo ponen. Y, a la vez con la fuerza de esa pegada, sentenciarán: “Son hinchas, pero ninguno de éstos juega gratis”. Como si ellos mismos le regalaran a su empleador la jornada laboral.
Hoy están de moda tres palabritas —igual que “Sentido de Pertenencia”— y hasta aparecen en alguna publicidad: “Zona de Confort”. Y de algo estoy convencido: lo que hace el “Droopy” es abandonar esa comodidad. ¿Necesita fútbol?: “Sí, claro”. Pero no es que Toluca lo echa. Todo lo contrario, ni siquiera lo quería negociar: ¡no lo incluyó en el Draft!. Es más, en México hay tope de nueve extranjeros y Toluca tiene siete. Ni siquiera por ahí viene el tema. El jugador viene a Unión por una simple razón: quiere jugar en Unión.
Es cierto que no va a jugar gratis acá, pero viene por la gloria. “Tengo que dar en Unión el 110 por ciento, más que en cualquier club, todos me van a estar mirando”, deslizó desde México. Lo habló Madelón, le fue claro. Nereo lo llama casi todos los días. Su familia y sus amigos, ni hablar.
Unión, con esa política monocorde de Sphan, fichará un jugador de tres millones de dólares. Éso es lo que pagó Toluca, mitad a Independiente y mitad a Argentinos Juniors. El préstamo sería por un año, papeles que firmará entre mañana y el martes en tierras mexicanas. Su idea, con el único vuelo diario que une DF con Ezeiza (sale diez de la mañana y llega a las nueve de la noche), es aterrizar para irse lo más rápido a Mar del Plata, donde estará Unión de pretemporada.
“Hice más cosas de las que se ven y de las que la gente imagina para jugar en Unión”, le comentó a sus amigos. Usará la “10” si se va Aquino; en su defecto la “8”. Ya eligió, por fotos, la casa para alquilar y vivir.
No vuelve Madelón ni viene Maradona; éso está claro. Pero viene un jugador de 25 años recién cumplidos, que cobraba en dólares y estaba cómodo en Toluca, al “kilombo” que es el fútbol argentino. Viene a ponerse la camiseta porque es hincha. Genera pertenencia y el club debe aprovechar éso en todo sentido. Les puedo asegurar que es algo tan valioso como el gol de tiro libre que pueda llegar a gritar con la rojiblanca.
Como le pueda ir en la hierba con la pelotita en los pies, sólo Cristo sabe. Eso sí, de algo no quedan dudas: el “Droopy” es de Unión.