Darío Pignata | [email protected]
En el mismo reducto donde estuvo invicto volvió a caer: sacó un puntito de 9 en el 15 de Abril. Lo más alarmante es que le hicieron siete goles en tres partidos jugando de local.
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Estaba claro, de antemano, que lo peor que le podía pasar a Unión en este tipo de partidos donde el “pressing” le juega al “pressing” era no poder tener a Mauro Pittón. Y en ese primer tiempo lo extrañó a horrores al “melli” que juega en la mitad de la cancha. Incluso, la intensidad con precisión de Vélez hizo que Unión no pareciera Unión, hasta dando la sensación el equipo de Madelón de sentirse cansado, cuando hace varias semanas que está “descansando”, como culpa de la fecha FIFA y del pedido —reglamentario pero absurdo— de River para patear el partido al 2019.
¿Defecto de Unión o mérito de Vélez?: un poco de cada cosa. Porque los dos “5” llegaban casi siempre tarde (un milagro que De Iriondo no recibiera la amarilla con la cantidad de infracciones que cometió por ir a destiempo) y porque el equipo quedaba demasiado largo, un pecado mortal ante rivales livianitos en una tarde calurosa.
El gol fue un reflejo de esta idea: toda del “Monito” Vargas en cuanto a la utilización del tiempo y del espacio, con un pase filtrado para Nicolás Domínguez que le rompió el arco a Nereo con un gesto técnico fenomenal: 1) picó al vacío; 2) la paró con una pierna; 3) con la otra lo fusiló al palo alto de Nereo que había puesto rodilla a tierra. Tres movimientos perfectos en casi nada de tiempo. Los zagueros, desacomodados: Yeimar lejos y Bottinelli enganchado sin salir a tiempo, siendo el que habilitaba a todos.
Lo sufrió Unión a esos primeros 45 minutos. Ni qué hablar después del tempranero gol de Vélez, cuando debió ir a buscar el empate. Sin desequilibrios de los volantes, las aproximaciones llegaron por dos buenos desbordes de Damián Martínez sin final feliz en la banda derecha (en uno, muy pasado; en el otro, sin poder conectar Soldano que pidió un penal inexistente).
La sopresa para casi todos fue ver en la planilla oficial que efectivamente arrancaba Andereggen antes que Troyanski. ¿Qué decir del “valesanito”?: que las corrió a todas, chocó, peleó y empujó contra los zagueros de Vélez. Pero claro que si le cuesta a Soldano que juega siempre, ¿por qué no le ib a costar al chico de la reserva con el que se la jugó Madelón para este partido?.
Siempre jugó más y mejor Vélez esa primera mitad. Es más, en una contra donde salió lejos Yeimar, encararon desde el círculo central dos de Vélez contra uno solito de Unión, pero no la manejaron bien y Nereo se jugó la vida para ir el piso, para quedarse con la bola contra la hierba. Hubiera sido, a los 35 del complemento, un golpe mortal para el once de Leo Madelón.
En el inicio el complemento hubo una reacción de Unión que fue mucho más hormonal, por el empuje de su gente, que con argumentos futbolísticos. Lo intentó atropellar, pero se plantó bien Vélez y aguantó los centros.
Unión sufrió la tarde, el rival y el trámite. En el mejor momento del equipo de Madelón se lo lo rotulaba al “Tate” como “un equipo incómodo”. Eso fue Vélez para Unión: un equipo incómodo, insoportable por el pressing, por lo que corre, por lo que se multiplican todos con todos.
Y lo que Vélez no pudo hacer de contra —le faltaba siempre cinco para el peso—, lo hizo el propio Yeimar (el peor partido del moreno desde que está en Unión): la dejó corta en un error grosero, encaró el “Potro” Salinas y Nereo le tiró todo el carro encima para evitar el gol. En condiciones normales, era roja. Trucco entendió otra cosa. Pero Robertone de rosca puso las cosas en su lugar: golazo de tiro libre ante un arquero que quedó entre escondido detrás de la barrera, molestado por el sol y sin ningún tipo de reflejos.
Se le cae a pedazos el equipo a Leo en el final de un semestre donde había sido la sensación de la Superliga: sacó un punto de nueve. Encima jugando de local, donde había logrado esa racha impresionante de partidos sin perder. Pero, además, hay dos datos que son alarmantes: 1) A la hora de defender, le hicieron siete goles en tres partidos en Santa Fe, perdiendo ese ADN que era sello del equipo: los zagueros amonestados, el arquero cuestionado por otro gol y sin marca en el medio; 2) A la hora de atacar, nada de ideas, ni colectivas ni individuales.