El bloqueo futbolístico y mental que lo hace jugar cada vez peor a Unión
Ni el técnico cambia lo suficiente para encontrarle la vuelta, ni los jugadores aportan lo suyo para escaparle a una situación que preocupa. Los problemas se repiten y sólo hay algo que evita la debacle: la capacidad para mantener su propio arco en cero.
El Kily González debería "elevarse" para tener un mejor panorama de los males que han llevado, a su equipo, a jugar cada vez peor. Crédito: Fernando Nicola.
El Kily dijo que cambió el esquema, pero, al menos en el primer tiempo ante Platense, esto no fue visible. Igualmente, dejando de lado el dibujo táctico y aún reconociendo que en la cancha ejecutan los jugadores, pero que esa ejecución es la de un plan (táctico y estratégico) que es de absoluta potestad y responsabilidad del entrenador, lo que se observa en este Unión cada vez más perdido y confundido en la cancha, es un bloqueo futbolístico y mental muy peligroso.
El equipo no mejora. Todo lo contrario: el equipo empeora. Aquella luz de ilusión que se prendió contra Racing, ya quedó en el olvido y se convirtió en un "apagón generalizado" que sufre un equipo que transita entre las penumbras de sus dudas y su decadencia futbolística.
No hay quién juegue al fútbol en Unión. Y por más que Vera se esfuerce en correr 50 metros con la pelota para tirar un centro sin dirección, que Gamba se "funda" corriendo por todos lados pero recibiendo la pelota siempre de espaldas y presionado por los rivales o que Corvalán entregue todo en la cancha jugando al límite y mostrando una vergüenza deportiva digna de un verdadero capitán, la realidad es que en Unión no existe la claridad, la tranquilidad ni tampoco la certeza de qué es lo que tiene que hacer en la cancha para ponerle una bisagra urgente a esta caida.
Ayudan en una ínfima parte los resultados, porque el equipo no pierde. Pero ya Unión ha jugado tres partidos de local y apenas rasguñó este empate jugando mal ante Platense. Lo ampara la campaña de visitante, es cierto. Pero la búsqueda del gol en el arco rival se ha convertido en una empresa casi imposible. Y además, las situaciones cada vez son más escasas.
No hay dudas de que el plantel está con el técnico. Pero la respuesta sólo se observa a partir de la entrega y de la intensidad que debiera formar parte de algo natural e innegociable y no de la única virtud. El sacrificio y el despliegue es sólo una parte de este juego. El hincha pide que "pongan huevos", pero hay que jugar al fútbol, hay que saber qué se debe hacer con la pelota, tener un plan (estrategia) y elementos para llevarla a cabo. Unión, a eso, no lo muestra. La pelota parece quemarles, los domina la ansiedad y se ingresa muy rápido en la desesperación.
Así jugó Gamba todo el partido, de espaldas al arco y con la marca a presión de algún defensor. Crédito: Pablo Aguirre.
A Unión no es fácil ganarle; a Unión es fácil jugarle. Si no se le gana (perdió dos de seis), es porque la defensa responde y mantener el cero en su propio arco no parece una cosa complicada (lo logró en cuatro de esos seis partidos). Pero así como se dice esto, también hay que admitir que al arco de enfrente lo tiene cerrado bajo siete llaves. Y ahora no es solamente porque no la mete, sino que peligrosamente se agregó la falta de generación de jugadas de gol.
¿Cómo se arregla esto?, lo primero que el hincha quiere es que sea con resultados. Ya Unión ha vivido un proceso parecido cuando el Gallego Méndez dio vuelta la historia después de la salida de Gustavo Munúa. El estado de ánimo fue clave. Se pasó de un equipo confundido y dubitativo, a otro que llegó a un punto alto de producción en ese último partido de Méndez antes de irse a Vélez y dejar plantado a Unión. Los resultados serían el paliativo, sobre todo para el cambio de ánimo; pero lo ideal es que el técnico opere con bisturí a fondo para erradicar por completo la enfermedad. Y no se observa claramente que lo esté haciendo.
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