Fue una mezcla rara de sensaciones. Primero, la ansiedad, la expectativa y la emoción de todos los tatengues. Vimos gente que entraba llorando al 15 de Abril. Algunos perdieron sus seres queridos en este año y medio largo de pandemia. Y quizás, con esos mismos seres queridos que ya no están, cumplían el impostergable ritual de la venida al estadio; esos domingos -o el día que fuere- de almuerzo apurado, de la camiseta rojiblanca lista, del paso también apresurado por las calles adyacentes al estadio y de la llegada a la tribuna para saludar a esos mismos "amigos de la cancha", a esas caras conocidas que cada quince días formaban parte de ese "culto de la pasión" que significaba llegar al estadio para ver al club de sus amores.
Para algunos, todo este tiempo fue una eternidad. Lo sobrellevaron así, sufrientes, esperanzados en que alguna vez todo iba a volver a su cauce normal. Y que los rituales se iban a repetir como antes, por más que ya nada vuelva a ser igual que antes para muchos. Bulevar Pellegrini fue una fiesta desde muy temprano. La gente fue al lugar que había permanecido solitario y mudo durante todo este tiempo de pandemia. Jugaba Unión, pero no había hinchas en el estadio, ni gente caminando presurosa para llegar a la cancha, ni bullicio, ni "previa", ni nada. Faltaba lo mejor que tiene el fútbol. Era como una rica comida pero sin sal. Pero el viernes todo fue diferente. Volvió el calor, volvió el color, afloró la pasión. Sólo faltó el festejo.
Unión respetó al socio que religiosamente -y posiblemente con mucho sacrificio- aportó al club en tiempos de pandemia. Y a los que fueron a la sede, motivados por este retorno a la cancha, se lo atendió con el respeto merecido. Quizás estas líneas estén de más si el nuestro fuese un país distinto. O una sociedad en la que gobierne el respeto y la lógica. Pero como no es así y porque muchas veces impera el maltrato, adquiere vigencia lo antes señalado. Prolongar la atención a la gente hasta que el último de los que llegó a tiempo o en el horario indicado haya sido atendido, debiera ser lo normal. No lo es, pero Unión lo hizo el día previo al partido.
Tenés que leerUnión no sobrevivió en el Juego del CalamarLa emoción de la gente, la felicidad -aunque sea momentánea- del regreso a la cancha y volver a ver un partido del club de sus amores, más allá del resultado final, es lo que se rescata y destaca de la siesta de viernes en el 15 de Abril. No pudo ser completa, aunque debió ser distinta porque Unión no mereció perder el partido. Quizás esto último quede de lado en el balance final o sea la deuda interna que tendrá que pagar inmediatamente el plantel, apuntando al partido con Racing, que será el próximo como local.
El hincha de Unión volvió a la cancha. No fue un día más. Ni para él, ni para el club, ni para los jugadores (muchos jugaron su primer partido oficial con gente en las tribunas) ni tampoco para Gustavo Munúa, el técnico uruguayo en el que se depositan las expectativas de mejoría.
Por lo que pudo averiguar El Litoral, desde el Ministerio de Seguridad y desde la Policía se elogió la colaboración de Unión para el éxito de todo el operativo. "El club funcionó de manera sistemática, racional e incorporó tecnología a los controles", señalaron a El Litoral.