De ganarle a Vélez, quedar segundo con un partido menos e instalarse en ese momento como el más goleador de la Argentina. A partir de ahí, ese día que el 15 de Abril tembló, se vino abajo como un castillo de naipes el Unión de Munúa.
Sumó 5 de los últimos 24 que puso en juego. El sueño de la Sudamericana 2023 se va apagando de a poco para el pueblo tatengue.
De ganarle a Vélez, quedar segundo con un partido menos e instalarse en ese momento como el más goleador de la Argentina. A partir de ahí, ese día que el 15 de Abril tembló, se vino abajo como un castillo de naipes el Unión de Munúa.
Y así como el invierno del 2022 se caracterizó por la falta de precipitaciones, principalmente en la centro-oeste del país, y fue la séptima temporada invernal más seca en los últimos 61 años, según informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), al Tate también lo partió al medio su propia sequía. Esa falta de gol lo terminó quebrando, fundiendo, arruinando.
La previa del Tate tenía, a priori, dos disparadores. El primero, saber qué haría el coach charrúa con la baja del "Mugre" Corvalán, el efectivo líbero y tiempista de la línea de tres que se ampliaba a cinco con los voladores de los costados. El segundo interrogante se instalaba en la preocupante falta de gol del equipo en las últimas fechas, con el solitario asterisco del zapatazo de Nardoni contra Sarmiento de Junín en el 15 de Abril.
Enfrente, un rival grande que hace apenas un mes estaba para el horno: pasacalles contra Falcioni, crisis dirigencial con elecciones a la vista y cuestionamientos a los players. De golpe pasó de la frase "así nos vamos a la B" al sueño de "estamos a un par de partidos de jugar la Copa Libertadores 2023", como consecuencia de haber encontrado gol en Leandro Fernández (siete gritos, uno solo con el ayudín de penal) y gozando de la eliminación de Vélez para instalarse en los cuartos de final de la Copa Argentina, donde cruzará el miércoles 28 contra Talleres en la siesta chaqueña.
Un equipo en alza (tres victorias al hilo) y otro equipo surfeando la crisis por su falta de gol.
La confirmación de las planillas despejaron la dudas en el once de Gustavo Munúa. Se bancó el dibujo de la línea de tres/cinco, pero con el misionero Juan Carlos Portillo corrido de stopper derecho, Calderón barriendo como libre y Polenta como zaguero del otro costado. El recorrido externo otra vez responsabilidad para Federico Vera por derecha y el interesante Esquivel del otro lado.
En el medio, sin Portillo, nada de marca: Nardoni-Roldán de teórico doble "5". Y arriba, los tres de siempre: Luna Diale, el "Loco" Álvez y el colombiano Castrillón. El diagnóstico estaba claro: un equipo armado para "jugar", por lo que para ello estaba obligado a tener más la pelota que el rival y manejarla mejor que Independiente.
Ese primer tiempo, para variar, fue el reflejo de esta malaria tatengue en redes ajenas. Y a las tres las despilfarró el que hizo todo bien (picar, amagar, saltar) pero no logró embocarla. Ese muchachito de la película fue el "Loco" Álvez, abanderado de esta racha mufada: Repasemos: 1) A los 4 minutos, bochazo de Esquivel, centrales de Independiente en línea, un arquero que no sale y el uruguayo que mide, calibra, apunta, dispara y revienta el caño; 2) A los 7 minutos, pesca uruguaya, adentro del área, la pausa en un ladrillo para hacer pasar a uno de largo y cuando la está por empujar al gol, Barreto cierra; 3) A los 41 minutos, lejos lo mejor del Tate: control de Nardoni, desmarque de Luna Diale, vuelo de Vera, centro a la carrera perfecto y el testazo, como marcan los libros, de pique al piso, saluda el caño y se va afuera.
Del otro lado, un pique profundo de Leandro Fernández (lo puso Falcioni como un viejo wing izquierdo para que Vera no pasara), centro a la carrera con veneno zurdo y el manotazo salvador de Mele para que Batallini (dos goles, uno a Colón y otro a Aldosivi) se pasara abajo del arco de la Redonda.
Esa racha de un solo gol de siete partidos y medio era lo que empezaba a destrozar los sueños coperos del Tate. Porque estaba claro que sin ser una máquina de jugar, Unión debió irse ganando a las duchas.
Esa vieja frase de "goles (de Álvez) errados, gol en contra" se hizo carne al minuto del complemento: error amateur de Polenta (sacó de cabeza para adentro) y típico gol que le hacen a un equipo descompensado sin "5" de marca: toqueteo libre en la puerta del área y zapatazo mortal del "Perro" Lucas Romero.
Para un equipo que venía a los tumbos parecía ser al minuto lo que finalmente sería al 45 más lo adicionado: una mano de nocaut que lo tiraba a la lona al Unión de Munúa.
A partir de allí, lo misma impotencia de siempre: cambios que no cambian, sistema no trabajado de masividad ofensiva que no conduce a nada y la falta de juego asociado. Una combinación de Marabel con Peralta Bauer terminó en las manos del golero "Rojo". Y en el final, un interesante remate del "Rayo" casi raya el gol pero se estiró el "1" de Independiente para evitar el empate. Poco, muy poco.
Hace tiempo, en esta malaria de gol y abstinencia de victorias, dio la sensación que Unión tocó techo como equipo. Pudo dar el salto, no lo hizo y se metió en el lote intermedio. Al igual que Unión, el entrenador también fue tocando techo. El equipo llegó hasta acá y muchos de los recursos del entrenador Gustavo Munúa también.
Es cierto que falta para el final de la temporada, donde Unión tiene un partido más que el resto, pero lo que se ve (o mejor dicho no se ve) en la cancha es más preocupante que esa tabla donde Unión se va apagando de a poquito.
Como una de las peores sequías de los últimos años en la Argentina, a Unión lo arruinó su propia sequía. Un gol en ocho partidos, destruye los sueños de cualquier equipo de fútbol en cualquier competencia. Acá y en la China.
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