Nicolás Loyarte | [email protected]
La situación social es dramática en los sectores más vulnerables.
Nicolás Loyarte | [email protected]
La ecuación es tan simple como dolorosa. Cada día hay más gente que se acerca por un plato de comida o una taza de leche caliente con un trozo de pan a los comedores barriales y, al mismo tiempo, el aumento de precios de los productos necesarios para ello achica la capacidad de brindar esta contención alimentaria en medio de la crisis. Además, quienes están al frente de la cocina deben achicar las raciones para no dejar a nadie con hambre.
A los comedores diseminados en todo el cordón Oeste de la ciudad y la Costa, entre otros barrios, no sólo llegan chicos. También buscan su alimento diario las madres, abuelos y un fenómeno que antes no se daba es que ahora tocan el timbre también los hombres que se quedaron sin el sustento diario, porque no consiguen changas.
Manos Unidas, ante la crisis
Uno de los lugares donde brindan asistencia a los niños más necesitados en la Costa es la copa de leche Manos Unidas, que está en Colastiné Norte, junto a la Vía Muerta. La zona se ubica en la antigua traza ferroviaria abandonada, en el triángulo que forman las rutas 168 y 1 contra el bañado del río Colastiné.
Cada fin de semana son 180 los niños de la zona que van por las calles de arena en busca de la copa de leche, el resto de la semana la reciben en al escuela. “Pero ahora tengo otros 30 gurises en la puerta que me piden comida y no me alcanza para darles”, se lamenta Marisa Almada, quien coordina el comedor que funciona en su casa donde los chicos también reciben apoyo escolar y juegan. El aumento de la demanda es una clara señal de la crisis.
Pero a la mayor demanda también hay que sumarle la inflación, “porque aumentaron los costos”, se queja Marisa. Esto hace que las raciones se achiquen. Para darles de comer hoy a los 180 niños de hasta 15 años necesitan cada fin de semana 12 paquetes de leche (de 800 g.). Cada paquete les cuesta ahora $ 120 pesos. A ello le tienen que sumar el costo del cacao, azúcar y el pan. “Con lo que antes nos alcanzaba para comprar 10 kg. de pan, hoy compramos 5 kg.”, detalla, así que los que vienen comen menos.
Al menos les sirve de consuelo saber que el dinero para los insumos que reciben del gobierno a través de la Asociación Pro Mejoras Colastiné Norte está garantizado. Pero la crisis además posterga la concreción de un sueño: terminar el salón de usos múltiples para alojar a los chicos, ya que hoy Manos Unidas funciona en el patio de la casa de Marisa.
“Veo todo muy mal, estamos cada vez peor”, se queja la dirigente barrial y agrega: “No nos alcanza para darle de comer a los chicos, pero otro problema grave es que esta situación está matando a la clase media, y nosotros, los pobres, vivimos de las changas que le hacemos a la clase media y del cirujeo, entonces no nos llaman, no hay trabajo, no hay manera de traer el pan a casa”.
Niños pobres, pobres niños
La angustia que transmite Marisa Almada también se expresa en frías cifras. Según el último informe de Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la UCA —dado a conocer en los últimos días—, un 17,6% de los niños argentinos tiene déficit en sus comidas y un 8,5% pasó hambre durante 2017. Además, la asistencia a comedores infantiles no para de aumentar y casi la mitad de los niños (48,1%) son pobres.
Las cifras son de finales del año pasado y podrían acrecentarse en un contexto como el actual con devaluación, inflación, shock tarifario y caída del salario real.
Mayor demanda
Y en el noroeste de la ciudad Gretel Pla ratifica esa crudeza explicitada en cifras, que padecen los más necesitados. En su comedor comunitario y copa de leche con más de 25 años de historia en barrio Yapeyú preparan todos los días 240 raciones alimentarias, pero no alcanza, porque la demanda aumentó.
Los niños de Gretel abre sus puertas todos los días para darle de comer a los chicos de Yapeyú y la zona, en su espacio ubicado sobre la avenida 12 de Octubre 9799 (y Misiones). Con este frío preparan comidas que les brinden un poco de calor, como por ejemplo fideos con estofado. Este proyecto es posible gracias al financiamiento provincial del Programa Social Nutricional (Prosonut).
“La demanda siempre aumenta en invierno, pero ahora notamos que hay más gente que busca alimentarse”, confiesa Gretel. “Hoy llegó una familia nueva”, le apunta una colaboradora. “Y lo que más nos llama la atención es que también se acercan hombres que se dedican a la changa y ahora no los llaman, están sin trabajo”, cuenta Gretel, que también le da de comer a los abuelos.
No alcanza
Las Madres Voluntarias de Santa Rosa de Lima comenzaron a brindar contención hace unos tres años, en el fondo de una vivienda particular de una de ellas, ubicada sobre Padre Quiroga 2417. Son unas 15 madres que les cocinan a los chicos del barrio. A la mañana, la copa de leche, y al mediodía un plato caliente.
Todos los días llegan a buscar alimento unos 410 vecinos (120 familias), de los cuales 217 son niños. Tanto Marisa Gudiño como Laura Albarengue y Delia Figueroa —tres de las madres— confirman lo mismo: “Todos los días llega más gente en busca de un plato caliente”. Y ello queda evidenciado en sus libretas donde apuntan las compras. En abril eran 225 los asistentes, la mitad.
“La comida no nos rinde, no nos alcanza. No sólo vienen del barrio, sino que llega gente de San Lorenzo, Villa Oculta, Villa del Parque y 12 de octubre”, cuenta Carlos Verón, que también colabora. “Lamentablemente no hay trabajo y la gente tiene que comer”, agrega Laura.
“Todos comen un poquito, si viene una familia con 9 miembros, le damos para 7 y ellos la dividen”, explica con angustia Delia. “Tratamos de racionar para que nadie se quede con hambre. Lo mismo pasa con las hamburguesas, ahora hay sólo una para cada uno”.
Las Madres Voluntarias reciben donaciones y cuentan con un monto fijo que reciben de Desarrollo Social. “Pero quedó desactualizada, porque se triplicó la demanda y los precios y la tarjeta sigue siendo por el mismo monto”, cuenta Carlos. “Además, antes era más fácil conseguir donaciones, pero hoy la gente no tiene y no puede colaborar”.
Respuesta oficial
Por su parte, el ministro de Desarrollo Social de la provincia, Jorge Álvarez, advierte lo mismo que los vecinos de la ciudad. “Estamos monitoreando con mucha preocupación lo que está pasando”, dijo y detalló luego que en el “segundo semestre de 2016 hubo un pico de aumento en la demanda en comedores, pero lo de ahora no se vio nunca y hay que cuantificarlo. Desde enero hasta ahora creció muchísimo la demanda, y si lo medimos desde el inicio de nuestra gestión, superamos el 40 por ciento, siendo prudentes”.
“Estamos recibiendo un pedido no sólo el sector más vulnerable, donde la crisis está golpeando mucho, sino también ahora del sector de los trabajadores informales —señaló el ministro Álvarez—. El trabajo informal es un trabajo de changas que la clase media lo puede posponer, contratar un albañil o un pintor es algo que se deja para más adelante, con la pérdida del poder adquisitivo. Entonces, si hay un sector que deja de contratar ese servicio, en consecuencia hay otro sector que se queda sin trabajo. Esta realidad está golpeando mucho y lo vemos con mucha más preocupación que antes. Además, hay gente que iba a la copa de leche y ahora también va al comedor”.
Desde el inicio de la actual gestión (diciembre 2015), el gobierno provincial aumentó un 127 por ciento la inversión en seguridad alimentaria (que oscila hoy los $ 150 millones mensuales). Ese dinero sirve para asistir a los comedores y copas de leche. Mientras que el gobierno nacional en junio de 2016 giraba a la provincia $ 25 millones mensuales y en julio de 2018 nos da lo mismo, es decir que pese al proceso inflacionario y la mayor demanda, no nos aumentó un solo peso.
Entrevista a fondo
El Litoral publicará este domingo una entrevista a fondo con el ministro de Desarrollo Social Jorge Álvarez, en la que expone las cifras en detalle destinadas a seguridad alimentaria y el reclamo al gobierno nacional.
Niños mal nutridos
Otra de las instituciones que advierte la vulnerabilidad de los niños ante la crisis actual es la Fundación Hoy por Mañana (miembro a nivel nacional de Conin). Ellos trabajan en la realidad de la pobreza y la desnutrición en Santa Fe y cuentan con cuatro centros barriales en Santa Rosa de Lima, Varadero Sarsotti, Pompeya y San Agustín. Allí atienden a niños de 0 a 5 años, a fin de asesorar, acompañar y contener desde un abordaje interdisciplinario e integral a las familias con déficit nutricional que se encuentren en situación de vulnerabilidad social, para que puedan ofrecerles a sus hijos e hijas una nutrición de calidad.
Hoy por Mañana realiza un seguimiento personalizado de los niños que atienden y cuentan con un diagnóstico. A través del mismo, lograron determinar que hoy el mayor problema que padece la mayoría de los pequeños en la primera infancia es el déficit nutricional, con prevalencia al sobrepeso y obesidad, por sobre los casos de desnutrición, que también existen.
En los últimos meses firmaron un convenio con la Municipalidad de Santa Fe para relevar a los alumnos de los 16 jardines de infantes que maneja el gobierno local. Allí asisten unos 1400 alumnos y a 800 de ellos lograron diagnosticarles su estado nutricional. “La mayoría tiene un alto grado de mal nutrición por sobrepeso”, explicó la nutricionista Florencia D’Annunzio, a cargo de la Dirección de los centros barriales.
Según lograron determinar, comúnmente “los factores asociados que generan el déficit nutricional son económicos, culturales, sociales, por falta de acceso a sus derechos, ó a la higiene, entre otros”, explica D’Annunzio. Es que “los niños son alimentados de manera incorrecta, o con los alimentos que se consiguen y no con los apropiados, o por la falta de lactancia materna”.
Pero además de los niños alumnos de los jardines municipales, en la Fundación reciben las consultas de otras familias de los barrios más necesitados de la ciudad y reconocen que “en el último año aumentaron”, dice la nutricionista, “incluso nos llaman desde otros barrios”.
Llegan a la puerta del comedor
El movimiento Los Sin Techo brinda en la actualidad 5500 raciones alimenticias diarias a niños de los barrios del cordón Oeste de la ciudad y la Costa, donde existen las mayores demandas sociales. Se trata de una “merienda reforzada”, como ellos la llaman, y “para muchos niños es el plato con el que se van a la cama”, cuenta José Luis “Colo” Zalazar. El referente social de la organización asegura que durante la actual crisis, “todos los días van más niños a buscar comida a los comedores y a la sede del Colegio Mayor (institución a la que pertenecen Los Sin Techo), pero no tenemos más raciones, así que no podemos dar respuesta a la mayor demanda”, se lamenta.