Viaje al corazón profundo de esa otra ciudad oculta y vertiginosa al noroeste de Santa Fe
El Bv. 12 de Octubre marca el pulso del barrio Yapeyú. Es tanto el movimiento que parece una ciudad dentro de otra. Poca luz, basurales e inseguridad, los problemas.
El bulevar 12 de Octubre parece ordenar las dinámicas sociales de Yapeyú, en el extremo noroeste de la ciudad. Crédito: Manuel Fabatía
En el patio con piso de tierra de una casa baja y simple, se celebra un cumpleañitos infantil. Los globos son el adorno, pero también hay un pequeño inflable; la abuelas y las matronas están sentadas a un costado, besuqueando al cumpleañeros, y los pibes se apelotonan cuando se acerca la torta. Es la hora de soplar la velita y pedir un deseo.
Enfrente de esa escena nostálgica, como de un tiempo que pasó -porque antes los cumpleaños se festejaban así, en los patios y sin costosos peloteros-, hay un enorme basural a cielo abierto. Y un pozo de profundas dimensiones, y un puesto de venta de tortas asadas, y dos perros abandonados a lo último que queda del sol. Es en el cruce de la Av. Santa Fe y el inicio del Bv. 12 de Octubre.
El populoso barrio Yapeyú parece, al menos en ese sector, una ciudad dentro de otra, la gran Santa Fe. Ello más aún si se cuenta que en las inmediaciones del Hospital Iturraspe hay una feria franca que parece, en horas vespertinas, un hormiguero humano: hay manteros que colocaron sus objetos de ventas casi enfrente del nosocomio.
El bulevar 12 de Octubre parece el trazo ordenatorio de las dinámicas sociales del barrio, siempre vertiginosas. Ese bulevar fue quizás la última obra urbana que inauguró el ex intendente Emilio Jatón antes de dejar su mandato al frente de Palacio Municipal, y cederle el lugar a Juan Pablo Poletti.
El tránsito vehicular no cesa, no da respiro. Motos, autos, utilitarios. El bulevar tiene entrada y salida con otra arteria importante, la Av. Coronel F. Loza. Pero además, el flujo humano es intenso, tanto o más como en el macrocentro de esta capital.
¿Quién que viva allí se vendría al epicentro comercial, si en Yapeyú hay negocios de todo tipo y los servicios básicos? ¿Almacenes, despensas, kioscos, verdulerías por doquier, locales de ropa, todo a mitad de precio de lo que se consigue en los supermercados del centro? ¿Y varias escuelas, una vecinal, un dispensario, un hospital general, una comisaría, una parroquia? ¿Si hasta en la entrada norte del bulevar hay una altar cerrado con una virgen que da la bienvenida?
La ciudad oculta y vertiginosa dentro de esta otra gran ciudad capital exuda esa urbanidad bien barrial, donde la supervivencia es de un día a la vez, donde el laburo se defiende a fuerza de sudor y los códigos vecinales rigen las pautas de una convivencia, que, como en cualquier barrio de Santa Fe, no siempre pacífica.
Sin luz
“Acá vivimos a oscuras. Se chorearon los cables y chau: de noche esto es una boca de lobo. Mirá, ni siquiera esas luminarias que pusieron acá enfrente en las fachadas de algunas casas funcionan. Y a la noche se junta un grupito de muchachos a tomar alcohol y ‘falopa’ (droga, estupefacientes)”, se queja en diálogo con El Litoral Santiago. Mientras, acomoda en una mesa los artículos de despensa que sacó a la vereda para vender.
Los montículos de basura, primer problema detectado. Crédito: Manuel Fabatía
El problema de la luz es en una sola cuadra, según pudo constatar este medio. Está sobre el bulevar, entre su intersección al norte con Av. Coronel Loza hasta calle Combatientes de Malvinas. De ahí al sur las luminarias andan, excepto enfrente a la Escuela Secundaria Nº 2025, donde también, en horario nocturno funciona la Escuela de Enfermería.
“Este es un barrio tranquilo. Nos conocemos todos. Pero como pasa en todos lados, hay muchos robos y poco patrullaje”, apunta Silvia, que atiende un kiosco y que habla con El Litoral a través del enrejado. Arriba, en los techos hay clavos, vidrios de botellas pegados con cemento portland y algún que otro alambre de concertina para ahuyentar a los ladrones.
El bulevar
En el Pórtico de Ingreso está la Virgen de los Pobres. Y en un extremo de la AV. Coronel Loza, se ve un enorme basural a cielo abierto. Por la senda de bulevar, las personas pasan, unas caminando rápido, otras paseando pausadamente. Un grupo de ancianas matean y charlan; saben que el solcito se está yendo, porque anochece más temprano, y apuran los verdes.
Está en la intersección del bulevar con la Av. Santa Fe. El basural a cielo abierto crece. Puede volverse un problema sanitario, por la proliferación de alimañas. Crédito: Manuel Fabatía
El bulevar está en buenas condiciones edilicias: el arbolado, la cinta de concreto y los bancos. No se ven vandalizaciones, excepto, como se dijo, en algunas luminarias fuera de servicio. Sólo se observan algunas bolsas de basura y un montículo con material de construcción.
“Que también tiene su encanto, un baile en un barrio pobre”, dice la letra de un viejo tango. Algo de eso hay en el bulevar, ese encanto de lo simple, con sus casitas bajas y pintadas de colores diferentes, con los carteles comerciales que anuncian ofertas pero con errores ortográficos, pero esas mismas ofertas se ajustan a los bolsillos de la clase trabajadora y humilde. Y otra vez, los perros durmiendo a lo que queda del sol.
El cumpleaños infantil, con sus chicos, los globos y la torta que se acerca. Crédito: Manuel Fabatía
En las veredas aledañas, el movimiento de gente es incesante. Los negocios trabajan, a juzgar por el flujo humano. “Sí, se vende menos, la gente cuida más el mango por la crisis, pero se mantiene la demanda de los artículos de primera necesidad. Acá los precios son más ajustados”, confía Jorge, un vendedor.
Las calles transversales al bulevar son tierra. Ni siquiera ripio se ve. Alguien a lo lejos le prende fuego a algo que parece un montículo de basura con hojas secas. El humo inunda la cuadra. En la esquina (calle Combatientes de Malvinas) hay otro basural a cielo abierto.
Un puesto de tortas asadas, otra pintoresca postal bien de barrio. Crédito: Manuel Fabatía
“Achurería Los Conejos. Riñón con grasa tripa corazón mucho más”, se hace entender sin tanto purismo gramatical la oferta de un local comercial. Un vecino sopletea con una pistola con agua su chata, que seguramente deberá usar al día siguiente para salir a trabajar y parar la olla.
Escuela de Enfermería
“Hay un problema en la Escuela de Enfermería, ya que los estudiantes hacen turno nocturno y se retiran tarde. La vez pasada le sacaron una cartera a una docente que había salido de dar la clase, mientras esperaba que llegara el coche de la Línea 5”, cuenta Santiago.
Horacio y Víctor, de la vecinal Ceferino Namuncurá, se acercan a dialogar con El Litoral. “Está tranquilo; hay robos, sí, pero chiquitaje… Como lo que pasa en toda la ciudad, digamos”, dijeron.
Alguien le prende fuego a un montículo de residuos con desechos verdes, como pasto y hojas secas. Crédito: Manuel Fabatía
“Es un barrio de gente laburadora, mantenemos los códigos de convivencia. En la Escuela de Enfermería no hay luz, están saliendo 21.30 (antes salían más tarde), porque se exponen a robos. Patrullaje, muy poco para lo que es el horario pico, de primera hora de trabajo y de última hora”, dijeron, en línea coincidente con el vecino.
El sol se va apagando lentamente y en el cumpleaños infantil, los pibes ya están pateando una pelota vieja, siempre en el patio de tierra. Pequeños disfrutes de la inocencia infantil. Las abuelas se fueron adentro de la casa, porque se puso fresco. Al inflable ya lo sacaron; pero el basural a cielo abierto, enfrente de aquella casita, seguramente quedará varios días. O semanas. Contradicciones de las grandes urbes.
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