Calvo Soler: "La mediación no es mágica si los jóvenes no saben pensar y escuchar"
El especialista asegura que los conflictos son cada vez más complejos, por lo que se hace más difícil identificar cómo se resuelven. También sostiene que el concepto tradicional de autoridad está en discusión, más aún para los jóvenes. Brega por una escuela que enseñe destrezas y habilidades más que conocimientos.
"Los jóvenes están más preparados", asegura Calvo Soler en diálogo con El Litoral. Crédito: Flavio Raina
Raúl Calvo Soler es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona y doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales (Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona). Participó del Congreso Internacional de Mediación "El abordaje del Conflicto en la Agenda Global", organizado por la Defensoría del Pueblo de la provincia, del 5 al 7 de julio en Rosario, donde dictó la conferencia de apertura y también brindó una charla preparatoria específica sobre conflictos en el aula.
De visita en la ciudad de Santa Fe, junto al defensor del Pueblo, Jorge Henn, el especialista dialogó con El Litoral sobre el concepto de autoridad entre los jóvenes, las herramientas como los Consejos de Convivencia o las Rondas de Palabras, la necesidad de diferenciar entre "conflictividad" y "violencia" y de repensar, a un nivel más general, el rol de la escuela hoy.
"Las dos herramientas más importantes para que una persona resuelva sus conflictos son: la escucha y la pregunta. Y ninguna de estas dos herramientas se enseñan en el aula. Se enseña a escribir y a hablar, pero no a escuchar y a preguntar", remarca el abogado, especialista en mediación, quien actualmente es director del programa piloto de justicia juvenil restaurativa de la Municipalidad de San Isidro, además de profesor en la Universidad de Girona, en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de San Andrés (España), entre otras referencias de su extenso perfil.
-¿Cómo se puede utilizar una herramienta como la mediación en el ámbito educativo?
-La mediación es solo una de las herramientas posibles. Hay que ir un poco más arriba: la idea es que la vieja lógica de resolver los conflictos de una manera adjudicativa, donde una autoridad dice "tú tienes razón" o "tú estás equivocado", está en jaque desde hace tiempo. Los jóvenes no responden de la misma manera al concepto de autoridad y a la sociedad le cuesta mucho más parametrizar los problemas debido a que los conflictos son cada vez más complejos, así que es más difícil también identificar cómo se resuelven.
En los últimos tiempos aparecieron lo que se llaman "metodologías autocompositivas" que lo que buscan es que la gente pueda, de diferentes maneras, conectar entre ellos para encontrar las soluciones a los conflictos que tienen. Entonces, la idea fundamental es crear dinámicas donde las personas, interactuando a partir de ciertas reglas, procesos -que pueden ser distintos-, puedan encontrar las soluciones a sus conflictos. Esa es la gran distinción histórica que hay: un modelo clásico, que es el de nuestra generación, donde resolver un conflicto es encontrar a una autoridad que diga quién tiene razón y quién está equivocado; y un modelo de resolver conflictos donde lo que ocurre es que podemos interactuar nosotros directamente para encontrar las soluciones.
Calvo Soler pasó por la ciudad de Santa Fe, invitado por el defensor del Pueblo a cargo, Jorge Henn. Crédito: Manuel Fabatía
-En este segundo modelo ¿Los jóvenes son más partícipes en la búsqueda de soluciones?
-Para mí los jóvenes están más preparados. En primer lugar, por lo que mencionaba antes: el concepto de autoridad clásico está hoy en discusión, no es fácil identificar qué es una autoridad hoy y mucho menos qué es una autoridad para un joven. Entonces es complicado que un joven diga: "¡Qué bueno! Sigo lo que dice la autoridad". Después, hay dos cuestiones más que me parecen importantes: una, que la actual es una generación de jóvenes con un nivel de pensamiento crítico más desarrollado que el que teníamos nosotros a esa edad. Nosotros íbamos al aula y el profesor era el profesor y había que obedecer lo que decía. Ellos van al aula y, si el profesor no se gana el respeto, la autoridad y su lugar, no se lo otorgan así como así ni le regalan nada. Y la tercera cuestión, es que la conflictividad que ellos enfrentan es más complicada, dinámica y diversa que la que nosotros enfrentábamos en su momento.
-Hace poco un director me decía que el grado de conflictividad que hay en las escuelas secundarias pos pandemia, es importante. ¿Qué opina al respecto?
-Creo que hay que hacer una distinción: una cosa es que hayan aumentado los niveles de conflictividad y otra cosa es que hayan aumentado los niveles de violencia en un aula. La violencia es, bajo cualquier paradigma, un elemento contraproducente en cualquier espacio. Ahora, la existencia de la conflictividad per se, no lo es. El hecho de que haya mayores niveles de conflictos (en las escuelas) no quiere decir que se esté en el peor momento o en la peor situación. Otra cosa es que un docente esté demasiado acostumbrado al: "yo digo, tú escuchas", "yo hablo, tú te callas", porque hoy hay otras lógicas. El problema no es tanto la persistencia de la conflictividad, sino cuando esa conflictividad no encuentra cauce y deriva en un contexto de violencia; ahí sí es un problema. Creo que la conflictividad es muy interesante, desde un punto de vista positivo, si permite construir respuestas innovadoras y diferentes.
-¿Qué hacer en el caso de los chicos que llegan con agresión, cargados de violencia a un aula?
-Por supuesto que es posible la existencia de modelos de intervención que no son únicamente la mediación en contextos de violencia; se pueden hacer muchas cosas para trabajar. Pasa que hay que hacerlo en varios niveles: el primero es todo lo que tiene que ver con dotar a los jóvenes de las herramientas para que un conflicto que no puedan manejar, no devenga en una situación de violencia. Si ellos no tienen la herramienta para gestionar esa conflictividad, cuando esta aparece, genera dinámicas de frustración y eso conduce a la violencia. Siempre digo que la violencia no es en sí el problema, sino un síntoma de algo más profundo, una manifestación de algo que subyace. Y eso tiene que ver con cómo enseñamos a los jóvenes a dialogar. Las dos herramientas más importantes para que una persona resuelva sus conflictos son: la escucha y la pregunta. Y ninguna de estas dos herramientas se enseñan en el aula. Se enseña a escribir y a hablar, pero no a escuchar y a preguntar.
-En realidad, en las escuelas hay herramientas de resolución de conflictos: las Rondas de Palabras, los Consejos de Convivencia. Por ahí quizá algunas quedan a medio camino, pero la intención es intentar prevenir y no llegar a un cuadro de violencia.
-Pongo un ejemplo: a mí me da igual que me regales una Ferrari porque no sé conducir. Cuán interesantes son las rondas, los círculos y los conferencing, si los jóvenes no tienen las competencias, las destrezas desarrolladas para sacar el mejor partido de esos espacios. Entonces, lo que estamos haciendo es crear espacios a un nivel macro, pero no hemos trabajado el desarrollo de destrezas y habilidades que los jóvenes necesitan para poder sacar la mayor potencialidad. Hacemos un "círculo restaurativo", un conferencing, que son estas rondas, pero resulta que el 90% de los chicos que está en esa ronda no tiene desarrollada la escucha. Entonces, volvemos a lo mismo: que a mí me regalen la Ferrari si no sé conducir, me da exactamente igual.
-Primero, tomar en serio que la formación hoy en el aula no puede ser exclusivamente de transmisión de conocimientos, sino que tiene que ser a nivel de competencias, destrezas y habilidades. El mundo es cada vez menos interesante desde el punto de vista de si tú conoces o tienes un conocimiento determinado porque mañana ese conocimiento ya no tiene sentido; todo cambia mucho más rápido. Es más importante generar jóvenes que tengan competencias para resolver problemas, escuchar lo que el otro dice, presentar sus propuestas, ser capaces de empatizar en las diferencias; y eso en general, no es parte de los programas formativos. Entonces, si nosotros ponemos mediación escolar, conferencing o círculos restaurativos, pero no incorporamos en el proceso formativo de nuestros jóvenes todas las herramientas para sacar partido a esos espacios, no funcionará.
De hecho, en muchos países, la mediación no funcionó. Por ejemplo, en España hemos tenido serios problemas. Cataluña tiene el 70% de las escuelas secundarias que incluye la mediación escolar, pero hemos tenido problemas muy graves porque pensábamos simplemente que es mágico poner una mediación, con jóvenes a los que no les ayudás a pensar, a escuchar. Por ejemplo, si tengo que enseñar un momento histórico como la Revolución Industrial, aprovechar ese módulo para hablar sobre la conflictividad y que se entienda lo que propuso ese conflicto.
-Cuando usted hace estas sugerencias ¿Qué les responden los directivos y docentes?
-Bueno, depende. Por ejemplo, Argentina tiene problemáticas en las que, para desarrollar este tipo de problemas, tenés que tener un docente con una continuidad laboral. Yo puedo hacer programas así si tengo profesores que están desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche en la escuela. Pero si hay un grupo enorme de "profesores taxi" que dan clases una hora aquí, luego se van otra hora a otro colegio; pensar que ellos pueden incorporar este tipo de dinámicas, es pedirles que hagan lo que no pueden. Entonces hay cuestiones importantes que son inteligibles en un contexto donde la Argentina tiene problemas enormes y difíciles. Ahora, uno podría pensar por qué en las escuelas privadas, donde hay una mayor continuidad del profesorado, tampoco se produce (este cambio). Porque falta esta convicción de la formación como un espacio que trascienda la mera transmisión de conocimientos. La verdadera revolución pedagógica es entender que enseñar no es transmitir contenidos. Es dotar de herramientas y habilidades a nuestros alumnos.
-De hecho, es el gran debate sobre el cambio que se tiene que dar en Educación.
-Si, de hecho, ya se da. Por ejemplo, las universidades hoy en Europa, cuando presentás un programa, dicen: "Vas a enseñar el Módulo 1 de la asignatura Contratos; muy bien, pero qué destrezas y habilidades va a desarrollar el alumno estudiando ese módulo". Cada vez es más importante el "cómo" que el "qué", porque el conocimiento puro y duro en nuestra sociedad cambia todos los días. El otro día les preguntaba a estudiantes de Derecho: ¿Cuánto del contenido puro y duro que tú estudiaste, sobrevive?. Y, prácticamente nada.
Eso obliga a rediscutir la conciencia del profesorado, que en lugar de enseñar la Revolución Industrial, tendrá que usar el hecho para entender cómo empatizar. Cuando tomas esa manera de pensar y la llevas al ámbito de la conflictividad es relevante. Enseñar a pensar, a preguntar, a ponerse en el lugar del otro, a empatizar, a desarrollar la capacidad de ser asertivo incluso en la discrepancia. Hoy el conocimiento no es poder, está en todos lados. Tenemos que trabajar en esa lógica.
Lo que sí funciona
-¿Qué otros ejemplos tiene de estrategias que funcionan?
-En Palma de Mallorca (España) hay un proyecto que se llama "boca-orella" (boca-oreja). Es un programa para chicos pequeños donde en el jardín de infantes hay una mesa con un dibujo de una oreja y otro de una boca. Cuando un chiquito tiene un conflicto con un compañerito lo invita a ir a esa mesa. El que invita toma el dibujo de la boca y le cuenta al otro cómo se siente, qué le pasa, qué le ocurrió. Luego se cambian los dibujos, y lo hacen todas las veces que sea necesario hasta que sepan que pueden volver con sus compañeros. Esos chicos, diez años después son otras personas: conversan, charlan, aún en contexto de conflictos. Nosotros estamos acostumbrados a que si tenés un conflicto con alguien, o te callas o te buscas una autoridad que te lo resuelva. El cambio es abismal.
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