La emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI) -como metano, dióxido de carbono, óxido nitroso o hidrofluorocarbonos, entre otros-, hace que se incremente la temperatura del planeta y el clima se modifique. Es por eso que los GEI tienen una relación estrecha con el calentamiento global y el cambio climático.
Es un tema que viene preocupando desde hace años a los expertos. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los GEI han alcanzado “niveles sin precedentes”: en 2021, la emisión de los tres principales GEI (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) “alcanzaron nuevos máximos históricos” a nivel mundial.
Estos cambios -advierte la entidad- se producen principalmente por los procesos de industrialización; un mayor uso de energía de fuentes fósiles (combustibles no renovables); prácticas agrícolas más intensivas (monocultivismo); un mayor uso de la tierra y la deforestación de los bosques.
El informe Santa Fe Cómo Vamos (SFCV) 2023 deja algunos datos inquietantes de cómo está impactando la emisión de GEI en esta capital. Se aclara que el Gobierno municipal está trabajando en la elaboración del inventario GEI, “que permitirá evaluar, monitorear y comparar el nivel de gases de efecto invernadero tanto a nivel nacional como internacional”.
A su vez, este inventario (que se dio a conocer en 2022), habilitará la posibilidad de “diseñar y enfocar las políticas e iniciativas gubernamentales para el mejoramiento ambiental en los contextos local y global”.
En contexto
El informe, en su tópico sobre GEI (Ambiente y Gestión de Riesgo), da un contexto al tema. Advierte que “desde pautas meteorológicas cambiantes, que amenazan la producción de alimentos, hasta el aumento del nivel del mar, que incrementa el riesgo de inundaciones catastróficas, los efectos del cambio climático son de alcance mundial y de una escala sin precedentes”.
Los GEI se producen de manera natural y son esenciales para la supervivencia de los seres humanos y de millones de otros seres vivos. “Sin embargo, estos gases han sido incrementados en los últimos años producto del grado de avance de la industrialización, la tala de árboles y la utilización de ciertos métodos de cultivo”, añade.
La deforestación, el mayor uso de energía de fuentes fósiles y las prácticas agrícolas intensivas conspiran contra la “salud” del planeta. Crédito: Archivo El Litoral
“A medida que la población, las economías y el nivel de vida crecen, también lo hace el nivel acumulado de emisiones de ese tipo de gases”, agrega.
Los datos
Los datos vigentes (mientras se termina el Inventario GEI, como se dijo con anterioridad) son de 2022. Aquel año, la ciudad de Santa Fe emitió un total de 987.467,6 toneladas métricas de dióxido de carbono, lo que representa 2,4 de emisiones per cápita (tonCO2e/habitante), “si se considera la población en viviendas particulares en la ciudad de Santa Fe en base al Censo 2022”, explica el exhaustivo estudio.
Este dato va de la mano de la matriz productiva de la ciudad capital. En este sentido “se observa que los sectores que lideran la generación de gases efecto invernadero son energía, transporte y residuos”, aduce.
En la misma línea, si se considera el nivel básico para la medición “es posible evidenciar que 483.452,81 toneladas de CO2 corresponden a la categoría ‘Energía’ (49,0% sobre el total), 326.095,18 a ‘Transporte’ (33,0%) y 177.919,66 a ‘Residuos’ (18,0%)”, explica el estudio.
En términos comparativos, la evolución de los totales de emisión de CO2 muestra que con el paso de los años las emisiones de GEI experimentaron una reducción de 2,5 puntos porcentuales si se compara 2022 con 2014.
Sin embargo, “en 2022 se observó que entre las emisiones de CO2 aumentaron las categorías de energía y residuos en términos porcentuales, aunque se redujo la categoría transporte”.
Los árboles
En las metas para reducir los efectos de los GEI aparecen los árboles, puesto que son una herramienta clave para combatir el cambio climático causado por los gases de efecto invernadero, ya que absorben dióxido de carbono (CO2) y liberan oxígeno.
Los árboles absorben CO2 a través de la fotosíntesis y lo convierten en carbono. Se estima que una hectárea de árboles puede absorber hasta 6 toneladas de CO2 al año. De ahí la importancia de una política de arbolado público intensa, clara y planificada.
En cambio, los árboles son aliados en la lucha contra el cambio climático, ya que absorben dióxido de carbono (CO2) y liberan oxígeno. Crédito: Archivo El Litoral / Mauricio Garín
En el SFCV 2023 (apartado Arbolado Público y Espacios Verdes), se subraya que la pérdida de biodiversidad no sólo tiene impacto en la degradación de los recursos naturales y su consecuente agotamiento, sino que también “influye de manera directa en las condiciones de vida de la población. Esto genera mayor exposición al riesgo, como ser, inundaciones, calentamiento global, enfermedades, etcétera”.
La ciudad de Santa Fe cuenta con la Ordenanza Municipal Nº 11.924/12, que tiene como objetivo la planificación, gestión, protección, recuperación, promoción y fomento del arbolado público. Esta ordenanza regula los requisitos técnicos y los procedimientos para la plantación, conservación, erradicación y reimplantación de especies.
Tomando como base ese marco jurídico, en 2023 se plantaron 825 nuevos árboles, lo que equivale a una tasa de 21 árboles plantados por cada 100 nacidos vivos.
Del total de árboles plantados, 650 se gestionaron a través la Agencia de Cooperación, Inversiones y Comercio Exterior de Santa Fe (ACICE) en el marco del proyecto CARBOC con Francia; 134 en el marco del Plan de Forestación Municipal de 2023 y los 41 árboles restantes fueron plantados por contribuyentes santafesinos.
Otro dato saliente: en 2023, la ciudad capital contaba con un total de 4.163.900 metros cuadrados de espacios verdes. El cálculo de los metros cuadrados de espacios verdes per cápita se estima -según la población estimada en base al Censo 2010- en unos 9,5 metros cuadrados de espacio verde por habitante.
Si se consideran las especies de árboles plantados, se destacó la colocación de ejemplares de Tipas Blancas. Luego le siguieron especies como el Jacarandá e Ibira Pitá. Además, se plantaron ejemplares de Sangre de Drago, Paraísos Venezolanos, Lapachos Rosados, Fotinias, Crespones y Acer Burgueriano.
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