La heladera social de la iglesia Luján entrega más de 150 raciones por día
Cientos de abuelos y mujeres reciben hace más de tres años el almuerzo en la parroquia del norte de la ciudad. Los colaboradores contaron cómo es la experiencia de ayudar todos los días a los más necesitados: “Se siente una satisfacción muy grande”, coincidieron.
Manuel Fabatia El plato del día. Para muchos, la porción que reciben al mediodía significa la única comida caliente del día.
“¿Ya está la comida?”, pregunta Pedro, quien se asoma por una ventanita que comunica con un sector de la cocina de la iglesia Nuestra Señora del Luján. “No, todavía no la trajeron”, responde con paciencia Jésica desde adentro. Este diálogo se da de lunes a lunes entre las personas en situación de calle o de bajos recursos —en su mayoría gente de edad avanzada y mujeres— y los colaboradores de la parroquia Luján, quienes llevan adelante hace más de tres años la “Heladera de María”, una acción solidaria que en la actualidad reparte por día al menos 150 porciones de comida.
“Siempre hay un buen número de gente que espera su porción de comida cada día a las 11.30”, le contó a El Litoral el cura párroco Pablo Fuentes, de la iglesia ubicada en Aristóbulo del Valle al 6000. Esta propuesta es la primera que se hizo en Santa Fe y nació por el “efecto contagio” que provocó la idea de un restaurante tucumano, que en su puerta instaló una heladera con comida para los que menos tienen.
“Atendemos a mamás, abuelos y niños y entregamos cerca de 150 raciones por día; también damos el desayuno con facturas y con lo que la gente va donando. La heladera es todo a base de donaciones de comida elaborada y alimentos secos para que cocinen los demás grupos de la parroquia como los Marianos, Cáritas, la misma escuela”, comentó Jésica, quien llegó a la parroquia como colaboradora de Cáritas y hace dos años reparte los alimentos cada día de la semana. “Hay vecinos que traen lo que le sobra o a veces cocinan un plato más y lo traen acá. Por ahí uno piensa que es poco, pero para el abuelo que llega y no tiene para comer, es mucho”, valoró la voluntaria.
Manuel Fabatia Satisfacción. A veces no es el plato de comida lo que damos, sino el amor, el afecto y el escucharlos, porque hay muchos abuelos que necesitan eso , resaltó Cristina, colaboradora de la heladera social de la iglesia Luján.
Satisfacción. “A veces no es el plato de comida lo que damos, sino el amor, el afecto y el escucharlos, porque hay muchos abuelos que necesitan eso”, resaltó Cristina, colaboradora de la heladera social de la iglesia Luján. Foto: Manuel Fabatia
Más que un plato, una contención
Las voluntarias que pasan varias horas al servicio de los más necesitados, más allá de prepararles en un táper o una bandeja algo de comer, son una especie de sostén emocional para estas personas que viven situaciones de extrema vulnerabilidad por problemas económicos, y también familiares. “Muchas de las personas mayores que vienen acá tienen problema en sus casas, otros viven en la calle, pero la mayoría en el olvido”, explicó Cristina, colaboradora desde que nació la Heladera de María, y se sinceró: “Se siente una satisfacción muy grande; a veces no es el plato de comida lo que damos, sino el amor, el afecto y el escucharlos porque hay muchos abuelos que necesitan eso”.
A su vez, Jésica dijo que la gente ya viene con problema desde su casa. “Tratamos de asistirlos con lo que podemos, además de comida, si tenemos le acercamos algún abrigo o zapatillas”, y agregó: “Semana a semana viene más gente, con diferentes problemas, porque se quedaron sin trabajo o porque lo que tienen no les alcanza para alimentar a sus hijos. Nosotros hacemos lo que podemos, esa es nuestra función, nuestro servicio y granito de arena”.
Raúl, de 68 años, al igual que cientos de personas, todos los días llega a buscar su porción a la parroquia. En su caso, los problemas de salud lo dejaron al margen del mercado laboral. Con angustia contó: “A mí me gustaría poder trabajar, pero el médico me dijo que tengo el corazón grande y no puedo hacer muchos esfuerzos. Además tengo artrosis en la cadera, no puedo hacer nada; entonces, me la rebusco como puedo. Si pudiera hacer lo que tengo que hacer ni vengo acá, cuando me salga la jubilación no voy a venir más porque no me gusta que me regalen y creo que hay gente que le hace más falta. Por eso cuando tenga algo más de plata le voy a dejar el lugar a otro, hay que ser agradecido”.
Manuel Fabatia La olla de los viernes. Las porteras de la escuela primaria acercan hasta la Heladera de María una gran olla de guiso, para repartir al menos 100 raciones.
La olla de los viernes. Las porteras de la escuela primaria acercan hasta la “Heladera de María” una gran olla de guiso, para repartir al menos 100 raciones. Foto: Manuel Fabatia
A la olla y con amor
Es viernes y a media mañana el aroma a guiso emerge desde un cuartito de la escuela primaria Nuestra Señora del Luján, emplazada a metros de la parroquia, una acción que se repite hace un año. “Cocinamos con todo lo que nos traen los docentes o que podemos comprar desde la escuela. Empezamos por una decisión entre el personal directivo de la escuela y nosotras, las porteras, nos ofrecimos porque no estamos en los grados”, narró la portera Viviana Zamora. Se comenzó con esta idea porque “sentimos la necesidad de ayudar, ya que al principio para la Heladera de María la gente donaba poco. Por eso cada viernes nos encargamos de llevar al menos 100 porciones para la gente, que cuando nos ve llegar nos aplaude”.
Si bien el compromiso de estas porteras se estableció para entregar la comida cada viernes, en vacaciones o cuando no hay clases, los platos se llenan igual. “A mí me encanta hacer esto y en las últimas vacaciones seguí cocinando en casa. Ojalá un montón de gente sintiera lo mismo que nos produce a nosotras hacer esto”, señaló Viviana. Claudia Gallo, la otra portera de la escuela que ayuda, añadió: “Uno cocina con mucho amor y sobre todo sabiendo que son abuelos o mujeres que tienen muchos hijos que alimentar”.
Otras acciones
Además de esta heladera social, la parroquia tiene un refugio de día que llaman “La Casita de Luján”, un espacio para gente en situación de calle, donde se trata la prevención de adicciones, el lugar pertenece a la institución Hogar de Cristo, una iniciativa nacional que impulsan los curas villeros desde Buenos Aires. Allí llega la gente que vive en la calle, pueden bañarse, cambiarse de ropa, almorzar, además de tomar clases para terminar la escuela primaria o bien participar de talleres de diferentes oficios.
La Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (Sedronar) sigue de cerca las actividades de la Casita de Luján y realiza auditorías cada tanto, ya que esta Casita tiene entre sus objetivos alejar a los jóvenes y adultos de las drogas. “Estamos unidos en esta lucha a la Casa de Juan Diego y a otro proyecto en la parroquia Santa Rosa, también para la prevención”, comentó el Padre Pablo.
Manuel Fabatía Jésica, Agustín y Cristina, los colaboradores que llevan adelante la heladera social.
Jésica, Agustín y Cristina, los colaboradores que llevan adelante la heladera social.Foto: Manuel Fabatía
Lo que se necesita
Desde la heladera social de la parroquia comentaron que las personas interesadas en colaborar están invitadas a sumarse como colaboradores para cocinar y racionar las porciones. También la necesidad de donaciones es diaria: quienes quieran colaborar pueden acercar a la parroquia alimentos como fideos, salsa, lentejas, arvejas leche, azúcar, yerba y cacao, entre otros. También pueden ser platos ya elaborados.