En 1927, un santafesino y veterano de guerra fue entrevistado por el diario El Litoral. Su nombre era Juan Ríos, sus relatos en primera persona son el testimonio de hechos históricos que atravesaron la historia argentina.
En 1927, un santafesino y veterano de guerra fue entrevistado por el diario El Litoral. Su nombre era Juan Ríos, sus relatos en primera persona son el testimonio de hechos históricos que atravesaron la historia argentina.
La segunda mitad del siglo XIX conjugó una serie de elementos y circunstancias que permitieron a gran parte de los nuevos Estados latinoamericanos entrar en una fase de consolidación y promover una clara orientación hacia la modernidad fundamentada en los principios del crecimiento económico y del liberalismo. Como expresa el historiador e investigador Eduardo Cavieres, desde muchos puntos de vista, fue efectivamente una época de logros y cambios importantes, pero desde muchos otros, y con efectos de largo plazo, significó que los costos sociales de esa modernización fueran elevados. Se trataba de una época de claras definiciones respecto a la maduración del Estado nacional y a la construcción de identidades nacionales que permitieran conformar relaciones sólidas entre los individuos y el nuevo Estado. Sin embargo, una contradicción estaba latente en este periodo, la gloria y la libertad. Como marcaba el intelectual tucumano, Juan Bautista Alberdi, un discurso liberal que ofrecía modernidad, lo hacía a través del conflicto fundamentándose en que la causa de la libertad sostenía la guerra.
Juan Ríos, un veterano santafesino en las batallas de Caseros y del Paraguay, había luchado bajo las órdenes del urquicista Coronel Salazar y siempre tenía lista “dos mudas de ropa, caballo ensillado y otro de tiro, por si lo llamaban a pelear”.
De su boca brotaron las palabras, registradas en 1927 por el diario El Litoral: “Los hombres sufrían mucho porque no podían ser libres y peleamos para que cada uno fuese respetado”. Un concepto republicano defendido con sangre.
La batalla de Caseros se libró un 3 de febrero de 1852. Un escenario bélico en el que se enfrentaron cincuenta mil soldados de ambos ejércitos y lucharon por seis horas en el Palomar de Caseros. La oposición de parte de Juan Manuel de Rosas a organizar constitucionalmente el país (prevista en el pacto federal de 1831) y el hecho de permitir la libre navegación de los ríos interiores, provocó la reacción de unos de sus aliados, Justo José de Urquiza, que se pronunció en su contra. Los bandos enfrentados estaban integrados, por un lado, el llamado “Ejército grande”, una coalición internacional comandada por Urquiza y, por otro lado, el ejército bonaerense conducido por Rosas. El resultado favorable fue para Urquiza y abrió un período signado por el conflicto abierto entre el Estado federal y el modelo de país propio de la provincia de Buenos Aires.
Juan Rios, también participó en la guerra del Paraguay, bajo las órdenes del Coronel Racedo a quien evocaba como una persona “valiente y buena”. A pesar de la tragedia vivida, la crónica periodística destaca como Ríos recuerda esos años “emocionado y balbuceando por lo bajo alguna picardía entre camaradas”. Las imágenes por un momento pasan por sus ojos, llegan al corazón, motor de la sangre y encargado de recordar lo que quizás por seguir con su vida prefirió olvidar.
Aquella contienda bélica desencadenada a fines de 1864, en donde la triple alianza de República Oriental del Uruguay, el Imperio del Brasil y la República Argentina enfrentaron con sus ejércitos a Paraguay. Sin embargo, se trató de una guerra en la que el Estado argentino tuvo una activa participación en sus causas, desarrollo y consecuencias. La contienda se inició a partir de un conflicto en Uruguay que motivó la injerencia del Imperio del Brasil favoreciendo la invasión. La acción fue además apoyada por el gobierno argentino presidido por el General Bartolomé Mitre. Brasil invadió el territorio uruguayo y el presidente del Paraguay, Francisco Solano López, salió en defensa del equilibrio del Río de la Plata que consideraba dañado. La captura del buque mercante brasileño “Marqués de Olinda” desató la guerra entre esos dos países. La guerra se extendería hasta el 1° de marzo de 1870, fecha en que se terminó con la vida de Solano López. El conflicto dejaría un saldo de 300.000 muertos.
En ese sentido, el historiador argentino Eduardo Miguez afirma que las guerras fueron habituales en el siglo XIX, durante el proceso de formación de los estados nacionales. Así ocurrió durante las unificaciones de Italia y Alemania, que culminaron en 1871, y en cierto modo con la Guerra de Secesión estadounidense, concluida en 1865. En Hispanoamérica, las jóvenes repúblicas surgidas del estallido del Imperio español dieron forma a sus estados al compás de guerras, que inicialmente son llamadas "civiles" y desde mediados del siglo XIX se denominan "internacionales".
El veterano Juan Rios, afirmaba de manera onírica, en aquella entrevista que el diario El Litoral imprimió en sus páginas a fines de la década del ‘20: “Por donde hoy se multiplican los campos y chacras, se abrió paso ‘el progreso’. Yo mismo pasé por allí con mis heridas sangrando, los que llegaron después con sus arados no sabrán de mis sacrificios”.
Juan Rios, había nacido en Entre Ríos, en 1927, su apellido configuraba su identidad costera. Tenía 96 años y vivía con su señora esposa que sufría de ceguera y en una situación económica muy precaria. Domiciliado en una pensión al sur de nuestra ciudad, calle Uruguay 587, Rios, como si fuera un personaje del universo ficcional del Jorge Luis Borges, pasaba sus días rememorando una juventud forjada al calor de las guerras. La Legislatura entrerriana le confirió una pensión de 50 pesos mensuales. En la cocina de su pequeña casa, colgaba arriba de la mesada el mango de hueso de un facón, envuelto en vaina de cuero criollo, que tenía grabada la siguiente leyenda: “no salgas sin justicia, no entres sin honor”.
El Litoral concluía aquella crónica diciendo: “Es lamentable que Ríos, quien le ha dado todas las energías de su vida al país, viva del pan que los vecinos le entregan”.