No es la primera vez que El Litoral atiende reclamos de vecinos de barrio El Pozo por el tema del alumbrado público. A fines de noviembre del año pasado, cuando Emilio Jatón estaba a pocas semanas de finalizar su gestión los habitantes del la jurisdicción emplazada a la vera de la ruta 168 denunciaron que las calles eran “una boca de lobos” y estaban más expuestos a robos y asaltos.
Desde entonces a esta parte la situación no cambió. Por el contrario: se agravó. Ahora son muchas más las calles que están completamente a oscuras.
“El barrio se va apagando. Veremos qué cuadra es la última que apague la luz”, dijo Roberto, un vecino que lo habita desde sus orígenes, en 1988. Y agregó: “Los reclamos que hicimos al 0800 ya son incontables. Y siempre es lo mismo: te lo toman, te piden los datos y a esperar… sentados para no cansarse”.
¡Gracias farolito! Si no fuese por los focos de algunos frentes, las calles estarían completamente a oscuras.
En el barrio no hay habitante del lugar, vecinalista y/o representante de alguna institución que no tenga registro de algún reclamo realizado al municipio por la falta de iluminación. Parte de la insistencia con los reclamos tiene que ver con el hecho de que las reparaciones que se hacen -que son pocas en comparación con los pedidos realizados- no duran en el tiempo.
“En el Pozo nos sentimos vecinos de cuarta categoría. Entendemos que como es un barrio que no está entre bulevares nos dejan para lo último o nos hacen arreglos con repuestos recauchutados”, fueron las palabras de Irma, una señora que vive en la intersección de las calles José Babini y Guillermo Estévez Boero.
No es novedad que en un sector donde no hay luz, los robos y el accionar delictivo en general son más fáciles de concretar. El delincuente no se ve y cualquier persona que circule puede ser sorprendida, agredida y asaltada en los casos con más suerte.
Aún quien no salga de su casa a hacer un mandado caminando para resguardarse pero debe llegar de su trabajo tarde está expuesto -aunque llegue en auto- a que de la oscuridad salga alguna persona amiga de lo ajeno y haga de las suyas.
“Tenemos casos donde han llegado de noche y les ha entrado a la casa. De la oscuridad que hay en las calles no ves si hay alguien a un metro de distancia y el peligro que se corre es tremendo”, contó Analía a El Litoral. Y agregó: “El pánico que me agarra cada vez que sale mi hijo y se que vuelve de madrugada no te lo puedo describir”.
Once mil millones en seguridad
Días atrás el intendente Juan Pablo Poletti presentó el proyecto de ordenanza del Presupuesto Municipal 2024 a los concejales de la ciudad de Santa Fe.
Según dijo, “el rubro número uno al que vamos a destinar la mayor inversión va a ser en seguridad porque realmente lo que queremos es pacificar Santa Fe”.
Y así figura en los números que presentó: los gastos estimados en seguridad son casi 11 mil millones de pesos, donde no entrarían los gastos en el alumbrado público, contemplados en el rubro urbanismo, que contemplan casi 4 mil millones de pesos y engloba varios puntos -no solo alumbrado-.
¿Se puede mejorar la seguridad de un barrio arreglando el alumbrado público, reparando luminarias y/o colocando nuevas? La respuesta no admite dudas. En una época de altos niveles de delincuencia, los esfuerzos que se hagan por mejorar el alumbrado público pueden servir como intervención de bajo o mediano costo para evitar o disuadir los delitos. Eso, junto con fuerzas policiales mejor equipadas y entrenadas, y otras iniciativas bien dirigidas, podrían marcar una enorme diferencia en la calidad de vida de la población.
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