Salomé Crespo
Tras el violento hecho del que fueron víctimas, la semana pasada, una enfermera y una mucama del centro de salud de Juventud del Norte, el Ministerio de Salud dispuso custodia policial en tres instalaciones del norte de la ciudad. La medida se comenzó a aplicar ayer a la mañana en los dispensarios de barrio Cabal, Loyola y Yapeyú aunque desde el Nodo de Salud aclararon que es provisoria.
Esta mañana la coordinadora de dicha dependencia, Natalia Zethnder, precisó a este medio que el objetivo es retirar la vigilancia y apuntar a la reorganización del recurso humano de cada centro de salud para que, durante la jornada laboral haya la mayor cantidad posible de especialistas, enfermeros y mucamas. Para eso, se realizó una reunión el viernes pasado y otra se llevará a cabo mañana con representantes del Ministerio de Salud, de Seguridad y de los cuatro gremios del personal de salud: ATE, UPCN, Amra y Siprus.
“El servicio se va a garantizar con la gente que hay, reorganizada y se va a reforzar la seguridad con patrullaje policial en el horario de ingreso y egreso del personal”, indicó Zethnder.
Hechos que se naturalizan
A las 10 de ayer, un oficial de la policía se apostó en la puerta del centro de salud de barrio Cabal, ubicado en Pasaje Leiva 6500. Diariamente en los consultorios atienden unas 100 personas y, otras 100 concurren a retirar medicamentos y leche.
Mario Ronsoni, coordinador del dispensario dijo que se sienten más seguros ahora. “Acá hubo hechos de inseguridad que si bien no terminaron como el de Juventud del Norte fueron graves”, manifestó. En tanto, Ricardo Morales que es enfermero dijo que a veces el problema es que el centro de salud “es un pasillo largo” y a veces hay poco personal. “Si hay que atender un paciente en la enfermería, que está al fondo, quedamos solos encerrados en la habitación y a veces ahí se presta para que pasen las cosas”, relató. De hecho, el año pasado un joven ingresó para que lo atiendan y agredió a la enfermera para robarle. “La amenazó con un cuchillo y le golpeó la cabeza contra una mesa para sacarle el celular y unos pesos”, lamentó Morales.
Un dato curioso: si se genera un hecho de inseguridad en el centro de salud, el oficial que lo custodia debe usar su propio teléfono celular para comunicarse con el 911 y pedir refuerzo.
En el dispensario de Yapeyú —Av. 12 de Octubre y Tte. Loza— también están satisfechos con la vigilancia policial. “Acá hubo robos mientras las madres esperan para que las atiendan, entran adolescentes a drogarse al baño y hace tres semanas entró un joven armado y muy drogado. Se fue solo, se paró enfrente y con el arma apuntaba a la gente que pasaba. Gatilló varias veces pero por suerte los disparos no salieron”, comentó Ramona Mendoza, la coordinadora del centro de salud.
Del primer mundo al tercero
En el dispensario de Las Lomas —Boneo y Camino Viejo a Esperanza— no hay custodia. El personal que allí trabaja considera que “la solución a la inseguridad no pasa por tener un policía parado en la puerta” aunque también reconocieron que “en el centro de salud ya no hay más nada para robar”. Es que en el último tiempo se llevaron el televisor de la sala de espera, el cerco perimetral, los focos de las luminarias exteriores y dos veces robaron las bombas de agua. Además, es blanco de hechos vandálicos como pintadas en las paredes o las “bombardean” con barro. Como si fuera poco, los vecinos que cirujean clasifican residuos a metros del centro de salud por lo que está rodeado de bolsas plásticas y basura. Y conviven con el olor inmundo que despide el zanjón que bordea el Camino Viejo, un foco para la proliferación de roedores e insectos.
“Cuando inauguraron el centro de salud era del primer mundo. Pero entre el estado actual y el zanjón de atrás es del tercer mundo”, dijo el doctor Carlos Carioliche. Para Silvana Acevedo, una trabajadora social del dispensario, “mientras los vecinos del barrio no se apropien del centro, no tiene ningún sentido que haya un policía en la puerta”.
Estado de alerta en el Alassia
El personal del Hospital de Niños Dr. Orlando Alassia de la ciudad se encuentra en estado de alerta y en asamblea permanente. La medida fue adoptada luego de los hechos de inseguridad que ocurrieron el fin de semana largo, en el interior del nosocomio. Si bien los robos, arrebatos y hechos violentos ya son, lamentablemente, moneda corriente en el hospital, los últimos impulsaron el estado de alerta.
“La situación es gravísima dentro y fuera del hospital. El viernes robaron en el kiosco por el ingreso de calle Mendoza, en esa cuadra no hay iluminación. Y después se llevaron de una oficina un acondicionador de aire, sencillamente se lo llevaron. Es una locura, porque para sacarlo deben haber sido varias personas, pero acá nadie vio algo”, detalló Delia Churruarín, delegada gremial de UPCN.
También hizo referencia a los robos que sufre el personal cuando ingresa a trabajar y los familiares de los niños que son atendidos. De hecho hubo enfermeras que tuvieron que ser hospitalizadas por los golpes que recibieron cuando les robaron.
Churruarín lamentó el dinero que se destina desde el hospital para pagar la custodia policial. “Es plata tirada porque brillan por su ausencia”, resaltó.