"Ese 29 de abril los perros no ladraron ni aullaron: lloraron toda la noche"
Carlos Esquivel tenía un almacén en calle Salta al 4400 cuando el Salado entró al barrio y arrasó con todo. Con su casa también. Dos décadas después de la mayor catástrofe hídrica de la ciudad contó cómo fueron esos días y cómo fue "volver a empezar".
Carlos Esquivel revivió el momento de subir al techo del almacén que ese 29 de abril de 2003 lo "cobijó" toda una noche junto a otros vecinos. No subía desde aquel triste 29 de abril de 2003. Créditos: Guillermo Di Salvatore.
29 de abril de 2003. Es un día gris y llovizna de a ratos. Algo pasa y nadie entiende qué. Los perros están inquietos. Pero la gente sigue su ritmo porque a primera hora de la mañana, por radio, el entonces intendente Marcelo Álvarez les dice a los vecinos del oeste que se queden tranquilos porque no se iban a inundar. "Villa del Parque es salvable... Todo el barrio Centenario, la Villa del Centenario, barrio Chalet, San Lorenzo, El Arenal, Santa Rosa de Lima… no van a tener ningún tipo de inconveniente", transmite.
Pero se equivoca. El agua del Salado llega a los barrios del cordón oeste. Y no sólo llega: barre con todo. Arranca con fuerza puertas y ventanas. Arrasa con lo que encuentra, son cosas materiales pero muchas también tienen un valor sentimental o legal. Hay fotos, documentos de identidad, escrituras, cartas escritas a mano… Se lleva absolutamente todo.
Carlos Alberto Esquivel, Don Bomba, como le dicen, tiene 67 años y vive en Santa Rosa de Lima. Aunque ya pasaron 20 años recuerda aquel 29 de abril como si el tiempo no hubiese pasado y las agujas del reloj se hubiesen detenido a las 19.30 en punto.
Bomba era el gran almacenero del barrio. Tenía un imponente local comercial, flamante, inaugurado en 2002 gracias al sacrificio de muchos años de trabajo en el mismo rubro pero que funcionaba en un local que no era propio. Almacén La Bomba estaba -y está aunque ya no es un almacén sino una carpintería y mueblería- en Salta 4439.
"Ese 29 de abril abrí el almacén como todos los días. La gente venía a comprar como si nada. Por la radio, el diario y la televisión se difundían noticias sobre la crecida del Salado y las complicaciones que empezaban a surgir en algunas zonas. Pero estábamos tranquilos porque ese mismo día, al amanecer, el propio Álvarez nos daba seguridad de que acá no iba a entrar el agua", cuenta Carlos.
La situación para él se tornó más caótica aún porque, además, a pocos metros del negocio tenía -y tiene- su casa particular, la que por entonces habitaba con su hija, su ex esposa y su ex suegra.
"Tengo muy presente que aquel día estaba tranquilo porque el Terraplén Irigoyen nos había protegido de crecidas de 9 metros. Y entonces era imposible que nos inundáramos. El 28 de abril, a la tarde casi noche, fui a dar una vuelta por la zona del hipódromo. Y vi como el agua empezaba de a poco a entrar a la ciudad. Cuando llegué a mi casa le dije a mi familia: 'por las dudas levantemos algunas cosas'. Y eso hicimos. A lo sumo si el agua entraba sería poco", narra.
Carlos estaba trabajando en el almacén cuando por la tarde empieza a ver un tránsito poco habitual por su cuadra. Permanentemente pasaban carros, autos y camionetas llevando en dirección oeste-este colchones, bolsos con ropa… todo lo que se pudiera.
Fue la señal que necesitó Bomba para comprender que estaba entrando el agua a Santa Rosa de Lima. Ahí nomás, cerró el almacén y fue a su casa.
"Imaginate que hasta dejé la caja con la recaudación del día. Apenas vi que los del oeste se iban fui a mi casa a buscar lo más importante. Lo primero que busqué fueron las fotos y una escalera que puse en la calle y nos permitiera subir al techo del almacén por cualquier cosa", dice. Y sigue: "Cuando termino, veo que el agua ya estaba tocando las ruedas de mi auto. Así que lo llevé a la zona del Liceo Militar y lo dejé ahí. También llevé al perro de mi hijo. Mientras tanto mi ex cuñado fue a casa a llevarse a su madre a su casa. Cuando volví al barrio el agua me daba a la cintura. Entré a mi casa y con mi ex mujer buscamos ropa y salimos. Gracias a la escalera que había puesto subimos al techo del negocio. Y para mi sorpresa no era el único: cuando miro veo como 60 personas arriba del techo. Todos mojados y desesperados. En media hora el agua ya llegaba casi al techo".
Entrada la noche, el ex cuñado de Carlos llegó en lancha hasta el almacén para buscar a su hermana, a Carlos y a todos los que quisieran irse del barrio hacia un punto seco. La mayoría lo hizo. Carlos no. El optó por pasar esa noche a la intemperie, en el techo de su almacén junto a otros hombres.
"Yo me crié en el campo y te aseguro que el ladrido y el aullido de los perros era cosa de todas las noches. Pero esa noche, la del 29 de abril, donde todo estaba oscuro y el olor a río estaba en nuestras narices, los perros no aullaron. Esa noche todos los perros que estaban en los techos lloraron", recuerda Carlos Esquivel.
El duro retorno a casa
Alrededor de 4,20 metros de agua fue lo que hubo en ese sector de Santa Rosa de Lima. Todas las casas quedaron bajo agua. El almacén La Bomba y la casa familiar de Carlos, como estaban en su sector más alto, tuvieron 3,60 metros. Llegó hasta esa altura hasta que, días después, volaron una parte de la avenida Mar Argentino y el agua dejó de subir, empezó a irse. Aunque el descenso fue muy lento.
Bomba estuvo seis meses viviendo en la casa de su cuñado. "El retorno fue terrible. Tuvimos que sacar todo a la calle. Y cuando abrí las persianas del almacén… todo podrido y arruinado. Heladeras, vitrinas… Pero la vida es así. No te queda otra que arrancar de nuevo", dice.
Hoy, Don Bomba se dedica a otro rubro completamente diferente. El almacén que tanto soñó nunca más abrió. Pero en su interior, se conservan las marcas del agua. Allí pasa gran parte del día porque se dedica a la mueblería, oficio que heredó de su padre.
Huellas intactas. A 20 años del ingreso del Salado, el interior de lo que fue el almacén La Bomba se mantiene igual. Su dueño nunca más pudo volver a ponerlo en marcha. Créditos: Guillermo Di Salvatore
Por haber sido un damnificado directo por la inundación, en 2003 percibió por parte del Ente de la Reconstrucción un subsidio en tres cuotas de 2500 pesos y, aparte, una suma similar por los daños en su domicilio. Sumas irrisorias en comparación con todo lo perdido.
Pero la demora del Estado en resarcir a Don Bomba por los daños y las pérdidas del negocio tardó 15 años. Recién en 2018, antes de la pandemia, cobró la indemnización por los daños. 19 mil pesos fue lo que le pagaron. 19 mil pesos por todo lo perdido 20 años atrás. Para el Estado, a su negocio y vivienda particular solamente ingresó 1 metro y medio de agua. Con la plata Don Bomba hizo un asado, y siguió para adelante.
"Te puedo asegurar que el 29 de abril de 2003 fue el fin del mundo para muchos. El agua se llevó vidas, sueños, décadas de trabajo, recuerdos…", resume Carlos Esquivel, el Ave Fénix de esta historia, símbolo de resiliencia, capacidad que algunas personas tienen para renacer de situaciones adversas y salir adelante.
"Yo me crié en el campo y te aseguro que el ladrido y aullido de los perros era cosa de todas las noches. Pero esa puntualmente, la del 29 de abril, donde todo estaba oscuro y el olor a río estaba en las narices, los perros no aullaron ni ladraron. Esa noche todos los perros que estaban en los techos lloraron". Carlos Esquivel, vecino de Santa Rosa de Lima
19 mil pesos fue lo que le pagaron a Carlos Esquivel en 2018 como indemnización por todo lo perdido en su negocio 20 años atrás. Para el Estado, a su almacén y vivienda particular solamente ingresó 1 metro y medio de agua.
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