Inundación 2003: en el caos y con los teléfonos caídos, cómo fue el rol de los radioaficionados
Se comunicaban con otros colegas inundados, y esa solidaridad se derramaba hacia los vecinos que habían perdido todo. También guiaron a los camiones del Ejército que traían provisiones.
Inundación 2003: en el caos y con los teléfonos caídos, cómo fue el rol de los radioaficionados
Cuando el 29 de abril de 2003 se desbordó el río Salado y el agua empezó a ingresar a los barrios, la desesperación empezó a apoderarse de los vecinos, que de a poco irían perdiendo todo. El agua tiene eso cuando inunda: no avisa, es silenciosa y fatal, y arrasa con todo lo que se le interpone. Pasaron 21 años de aquella catástrofe hídrica.
En los días posteriores, se cayeron las comunicaciones. Las pocas antenas de telefonía celular perecieron bajo el agua, lo mismo que gran parte del servicio de teléfonos fijos. La señal de LT9 fue la primera en sucumbir; quedó operativa la antena de la emisora LT10, la radio universitaria, funcionando con generadores. Pero sólo la de calle 9 de Julio, porque la de Don Bosco se había inundado.
Una ciudad inundada, sin luz y sin comunicaciones es lo más parecido a un cuento de horror, o una escena dantesca: la inundación de 2003 fue eso, y las secuelas en muchos damnificados siguen doliendo. Pero hubo una “vía abierta”, un salvoconducto que ocupó un rol central en las comunicaciones humanas por ondas cortas y largas: fue la de los radioaficionados, a través de Radio Club Santa Fe.
Aquel handy
Juan Carlos Sabater trabajaba en la Cooperadora de la Escuela Sargento Cabral. A las 5 de la mañana de aquel 29 de abril, lo llamó la directora. Le informó que había, en la puerta de la escuela, un camión cargado de personas inundadas. Y que ya llegaba otro.
El hombre se fue volando a la escuela a ayudar. Fueron ubicando a los evacuados dentro de la escuela. Ya no había luz. Estuvo dos días sin dormir, ya que la asistencia no daba abasto.
Un amigo de Radio Club Santa Fe se comunicó con él, para preguntarle qué necesitaban, porque en esa entidad estaban recibiendo donaciones. Pero Sabater aún no era radioaficionado, entonces este compañero le dio un handy. Ese aparato funcionaba fue la vía de comunicación para pedir remedios, comida, agua. Quizás salvó vidas.
Así es un aparato de radio. Cuando todo se cae, en medio de una catástrofe, somos reserva de comunicación”, dice Sabater. Crédito: Archivo El Litoral / Pablo Aguirre
En 2004, Juan Carlos Sabater se anotó para hacer el curso y convertirse en radioaficionado con licencia. Hoy es el presidente de Radio Club Santa Fe, y su testimonio en un regreso en el tiempo que narra cómo fue la ayuda humanitaria en medio de la catástrofe a través de radiotransmisores, con el resto de las comunicaciones caídas.
El centro de operaciones
En aquel entonces, a los colegas de Radio Club Santa Fe se los convocó para armar una centro de operaciones, con equipos que llegaron de Paraná y otras ciudades. Se instalaron en tiempo récord los equipos y los generadores para abastecerlos de energía.
“Lo primero que se recibía era comunicaciones de colegas radioaficionados que estaban inundados, y que pedía auxilio, en la zona oeste. Uno de los muchachos de nuestra entidad consiguió unas lanchas (para llegar hasta el domicilio de ellos). Pero en el camino, los vecinos pedían ayuda a los gritos”, narra Sabater, en diálogo con El Litoral.
Los muchachos de Radio Club empezaron entonces a hacer la “colecta” de todos los pedidos de los inundados. Los reunían y luego volvían a entregar lo que habían conseguido. Así, con el corazón abierto hacia el otro, era la ayuda en medio de esa tragedia.
“También se recibían consultas por radio tanto de bandas locales como largas de gente que preguntaba qué estaba pasando; o que pedía saber si había información sobre los paraderos de familiares que no se encontraban. Aquí también se colaboró mucho”, agrega el radioaficionado.
Guiando al Ejército
La otra labor central de los radioaficionados fue guiar a los camiones del Ejército que llegaban desde Buenos Aires con las provisiones (mercadería, agua, colchones, etcétera) para asistir a los centros de evacuados. “Los camiones venían por la ruta 11; pero los efectivos, al no ser de la zona, no sabían cómo llegar a Santa Fe”, recuerda Sabater.
Esta tarea fue coordinada: había radioaficionados de Coronda que iban recibiendo a los agentes de las Fuerzas Armadas, y por frecuencia les iban indicando cómo llegar a Santo Tomé. Y, en la vecina ciudad, había otros radioaficionados que tomaban la posta: los esperaban, previa comunicación por radio, y los guiaban a los efectivos hasta el Puente Carretero para que lo cruzaran.
“Los camiones llegaban hasta apenas el cruce del lado de Santa Fe del Carretero, porque todo el barrio Centenario y la cancha de Colón estaban bajo agua. Pero desde ahí, se distribuían las provisiones a los centros de evacuados. Esto era posible por las comunicaciones de los colegas radioaficionados”, rememora el presidente de Radio Club.
Ayudar sin esperar un gracias
-A la distancia, ¿cómo evalúa la labor humanitaria de los radioaficionados en ese momento de catástrofe hídrica?
-Sabater: Los radioaficionados somos reserva de comunicación según la Nación. Si todo lo demás se cae (celulares, teléfonos fijos, internet), salimos nosotros a cubrir.
Ser radioaficionado, más que tener un hobbie, es tener la experiencia de poder ayudar a otros, y sin esperar nada a cambio, ni un “gracias”. Y si vas a ayudar a otro, tu “pago” será sentirte bien vos, como radioaficionado. Esto se los digo a los chicos jóvenes que empiezan los cursos para alcanzar la licencia.
Mi reflexión es que el radioaficionado, llegado un momento de crisis, no sabe ni quién tiene al lado, o al otro lado del aparato de radio. Lo que hace es agarrar una radio, llamar y a los pocos minutos tendrá un montón de gente que va a colaborar, privándose de horas con sus familias, van a estar ayudando hasta el último minuto.