Nicolás Loyarte
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Desde hace unos cinco años aparece todos los días por un almacén del barrio e interactúa con la vendedora y los clientes. Vive en la esquina de Necochea y Calchines.
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Juancito es un personaje de barrio Candioti Sur. Vive en la esquina de Necochea y Calchines y es parte del pintoresco paisaje urbano. Sonia, la almacenera de la Granja El Colo, de Necochea 3025, le prepara el desayuno, almuerzo y cena. Y Juancito acude religiosamente a la rutina amorosa que lleva más de 5 años.
La casa de Juancito es de paja y barro, y cuentan en el barrio que junto a su pareja han alojado allí a otros vecinos sin techo, de la misma especie. Pero no es por esa virtud que este particular personaje de Candioti se ganó el cariño y respeto de todo el vecindario. Sino porque su conducta es poco habitual en la especie.
Es que Juancito es un hornero que construyó su nido sobre el farol de la esquina, junto a una ferretería, pero tiene comportamientos amigables con los vecinos del barrio. Así es como con total naturalidad aparece a cada rato a “conversar” con la almacenera Sonia, como con otros vecinos y clientes, y suele vérselo también a media mañana en el lavadero de autos que está a la vuelta de la Granja, sobre calle Calchines, cuando se arma la ronda de mates y “liga” unas migas de bizcochos.
Avistaje
Alertado sobre el hornero más famoso de Candioti, El Litoral se acercó esta mañana a la Granja El Colo y, con total naturalidad, Sonia Weremiejuk ratificó que la historia de Juancito era tal como la habían narrado. Acto seguido, salió de atrás del mostrador de la recepción, abrió la puerta de calle y gritó “Juancito, Juancito...”. Y a los pocos minutos apareció el pájaro, “que está gordito porque lo alimentamos bien”, dijo su amiga almacenera.
"El hornero come, se mete adentro, habla con ella y se va a pasear” (Omar, cliente)
La amistad con el hornero Juancito comenzó allá por 2013, cuenta Sonia, cuando apareció por primera vez en el almacén en busca de algún pedacito de bizcocho. Como el trato siempre fue amable, el pájaro poco a poco tuvo un comportamiento cada vez más natural y cercano con la almacenera y con los clientes que se acercan “a conversar” cada mañana.
“Se posa ahí en el barral y ella lo atiende”, ratificó Omar, que es un cliente que pasa todos los días a comprar en el almacén. “El hornero come, se mete adentro, habla con ella y se va a pasear”, agregó, y finalizó diciendo que “es un hornerito manso, pero sólo se deja tocar por ella. Es una maravilla”.
Otro vecino le hizo un peldaño sobre una vitrina llena de caramelos, “para que no se apoye en el vidrio y evite lastimarse”. Mientras la mañana transcurre, Juancito va y viene, se posa en el hombro de Sonia, charla, y comparte la jornada laboral. A veces ella lo reta, y el hornero baja la cabeza.
Mirada de ornitólogo
Para entender un poco más sobre este caso tan llamativo, El Litoral consultó al ornitólogo Pablo Capovilla (Capibara), quien también se mostró sorprendido ante la conducta del hornero.
Pero en seguida el especialista aseveró que el de Juancito es un ejemplo para demostrar que “no es necesario tener un ave en jaula y se pueden disfrutar libres”.
Respecto del hornero, Capovilla señaló que “es un ave común en nuestra zona, su distribución abarca gran parte del país y es un ave nacional”. También destacó “su nido tan característico (su arquitectura no tiene parangón en el mundo), que construye junto a su pareja. Y no sólo eso, sino que los nidos que son abandonados, son utilizados luego por otras especies”.
Por último, el ornitólogo dijo que “hay que cuidarlo, porque suele ser víctima de la gomera y es parte de nuestra fauna”, y remató: “El de Sonia es un buen ejemplo”.