Una tarde a remo por las cristalinas aguas del delta superior de la laguna Setúbal
La gran cantidad de vegetación acuática filtra el río que se torna transparente antes de desembocar en la laguna. Esto permite vivir una experiencia única en Santa Fe. Y dota al paisaje de características similares a los Esteros del Iberá.
Irupé. Es uno de los atractivos que tiene el delta de la Setúbal. Crédito: Gentileza S. Lovera
Penetrar a remo por alguno de los canales de aguas transparentes del delta superior de la laguna Setúbal es vivir una experiencia natural inigualable. El lugar está a escasos kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe. El agua marrón de los ríos Saladillo Amargo y Dulce, y del Paraná, llega a este gran humedal que está lleno de vegetación acuática, la que la filtra y retiene los limos y arcillas, y la torna casi transparente. Así, se puede contemplar el fondo de los canales y lagunas internas, las plantas y los peces, hasta la arena. Algo pocas veces visto en el ambiente natural de la zona. Por ello los especialistas comparan a este delta lagunar con las características de los majestuosos Esteros del Iberá, en Corrientes. En una recorrida en kayak, aparecerán las aves y la gran variedad de especies vegetales, como el irupé. A navegar.
Para acceder al delta de la Setúbal hay que remar aguas arriba por la laguna (hacia el norte) e ingresar por alguno de los canales por donde desemboca. También se puede llegar por tierra, desde la ruta 2, por Monte Vera, a través de un camino ripiado de seis kilómetros que termina en lo que se denomina el Paraje La Costa, un poco más al norte de El Chaquito. Y la tercera alternativa es por el Este, desde el arroyo Leyes o el Potreros, que vienen del río Paraná, por la zona de Las Mendietas.
Río arriba
En esta oportunidad la visita fue por el Paraje La Costa, a orillas del Correntoso, que es el brazo a través del cual se puede acceder a los canales del delta. El paraje cuenta con un camping comunal público con asadores y sanitarios, hay algo de sombra gracias a la forestación con sauces y timbó colorado y un sector de estacionamiento. Las embarcaciones se pueden bajar de manera manual por las rampas de arena y tierra. También hay algunos almacenes y proveedurías.
Postal. El arroyo El Pepe es uno de los cursos interiores más lindos del lugar. Crédito: Gentileza S. Lovera
El lugar es un pintoresco caserío y sus calles llevan los nombres de los ríos y las islas que allí se despliegan para embellecerlo todo: Las Correntinas, El Pepe, el Ramblón, el Pando, el Pandito, el Simbolar. Entre las casas hay también guarderías de lanchas y otras embarcaciones. Los carteles de los almacenes dicen "Pescado fresco".
A la sombra de un sauce quedó el vehículo en la zona del destacamento policial, a unos 1.500 metros al norte de la bajada a la playa. Y a bordo de dos kayak se pudo penetrar al delta a través del arroyo El Pepe, por las islas Las Correntinas y El Simbolar. Fue un baquiano quien recomendó esa boca de acceso. No sólo por el encanto de la vegetación y las aguas transparentes. Sino también porque en las lagunas internas habitan los irupé.
Transparente. La particularidad del lugar es el agua clara, producto del filtrado natural de limos y arcillas que realiza la vegetación acuática del humedal.
En el interior del delta se respira aire puro. Se percibe quietud. Se alcanza un estado único de contacto con la naturaleza. Las aves acuáticas acompañan el paseo con sus melodías al viento. Pero no sólo se escuchan sino que se puede disfrutar el avistaje de la garza mora, garza blanca y chajá. El hocó colorado es el rey de la zona. Pero también hay gallaretas, y gran cantidad de pollona azul, que no se ven en otras regiones de la provincia.
Al avanzar con el kayak por los 8 kilómetros de extensión de El Pepe aparece la garza bruja, y un poco más allá un chiflón. Entre las rapaces se pueden avistar el taguató y el chimango. Y los guardafauna han registrado la presencia del águila pescadora y el gavilán planeador, que suele aparecer en esta época primaveral.
Experiencia natural. Navegar a remo la zona permite observar la vida que hay en el fondo de los arroyos.
Los arroyos El Pepe y El Ramblón dividen la isla en un gran diamante verde, que va cambiando de nombre según la zona. Sobre esta y las demás islas del delta habitan carpinchos, nutrias, gato montés y hay registros de presencia de aguará guazú y aguará popé. También hay yacaré overo y lobitos de río. En la copa de los árboles se pueden ver el pepitero gris y el pepitero de collar, cardenales, cardenillas, carpinteros y ñacurutú.
Unos pescadores que hacían noche en medio del humedal hicieron contacto directo con un aguará guazú que visitó su ranchada. De aquella maravillosa experiencia quedó un registro en video que luego se viralizó.
Sebastián Lovera visita desde que era un niño toda la zona. Antes lo hacía de la mano de su abuelo. Hoy lo sigue haciendo junto a sus hijos. Ama el lugar. Y trabajó 15 años para protegerlo, desde la Comuna de Monte Vera. Tiene un diplomado en Conservación de Humedales, es Analista en Gestión Ambiental y guardafauna honorario de la provincia. Desde 2012 Sebastián navega a remo el arroyo El Pepe hasta una zona en particular. Es un montecito a unos dos kilómetros y medio al norte -aguas arriba-, en el interior del delta. Va en busca de alguien. Y siempre se encuentran. Se trata de un ñacurutú "pirata", dice él, porque tiene un ojo averiado. "Se ve que algo le pasó".
El ñacurutú "pirata" junto a uno de sus pichones. Crédito: Gentileza S. Lovera
El ñacurutú es el buho más grande de Latinoamérica. "Tiene la particularidad de aquerenciarse al lugar", cuenta Lovera, que es su "amigo". "Por lo que toda su vida transcurre en el mismo sitio", explica el guardafauna, que todos los meses vuelve al mismo lugar para encontrarse y registrar en fotografías su presencia (ver foto). Un día aparece sobre la rama más alta de un sauce, otra vez lo divisa sobre un timbó, o agarrado a la rama de un curupí. Pero siempre en el mismo lugar. Es sólo cuestión de quedarse quieto y observar el paisaje hasta encontrarlo. Sebastián lo distingue por su ojo derecho dañado, junto al color naranja del ojo izquierdo sano. Y lo pudo retratar infinidad de veces: solo -que es lo más habitual-, con su pareja y con sus pichones.
"Es muy emocionante tener una cercanía y afinidad con un animalito así, que vive en absoluta libertad", dice Sebastián, y cuenta que el búho "resistió a los incendios", que quemaron una gran porción del delta de la Setúbal. "Pasaron seis meses tras las quemas y no aparecía. Yo iba cada 15 días a buscarlo. Hasta que un día volvió a su montecito", recuerda, y se emociona.
Ñacurutú. Es el búho más grande de Latinoamérica, y habita el delta de la Setúbal. El de la foto es tuerto y tiene una historia muy particular.Crédito: Gentileza S. Lovera
Cuidar el ambiente
En épocas de invierno la comuna de Monte Vera organiza un concurrido torneo de pesca del que participa la gente de la zona y la región. La pesca es con devolución. Y la caza está prohibida por ley, al igual que en el resto del departamento La Capital. Pese a ello, durante la recorrida por la zona se pudieron percibir con tristeza algunos disparos. La idea es preservar la fauna y el ambiente, hacerlo propio, aunque no es considerado reserva natural ni parque. También es importante no tirar residuos. Porque durante la recorrida se encontraron botellas plásticas, latas de cerveza y bolsas.
Habitante. Una pollona negra navega el arroyo El Pepe, en el delta de la Setúbal. Es una de las tantas variedades de aves que se pueden avistar. Crédito: Gentileza S. Lovera
El lapacho rosado y el cardenal colorado son la flor y el ave símbolo del lugar. Así lo decidieron los vecinos de Monte Vera en 2018. Desde la comuna formaron guías para enseñar a disfrutar del ambiente y desarrollaron un programa de turismo social al que denominaron "Molinete". A través de ese programa los alumnos de las escuelas disfrutan del avistaje de aves y el contacto con la naturaleza de su lugar. Lo conocen y se apropian para protegerlo. Esa es la idea.
Río que vuelve
Antes de que caiga la tarde, el kayak avanza por el arroyo El Pepe hacia la confluencia con El Ramblón, allí donde nace la preciosa laguna Las Correntinas. Durante la navegación se puede ver la vegetación y el fondo del arroyo. Volvió el río y la tierra reseca parece celebrar la llegada del agua luego de casi tres años de bajante histórica. Con ello cambió el paisaje. Y los pájaros parecen celebrarlo con sus cánticos de algarabía en la tarde soleada de esta primavera.
Martín Pescador. Otro de los habitantes del delta superior de la laguna Setúbal. Crédito: Gentileza S. Lovera
Una curiosidad fue que durante la bajante del río las lagunas internas del delta de la Setúbal se secaron. Entonces los irupé que las habitaban comenzaron a nacer sobre los arroyos, como El Pepe. "Esto demuestra lo dinámico que son estos ambientes", dice Lovera. "El irupé tuvo que hacerlo". Se corrió de los sistemas lénticos (lagunas) hacia los lóticos (arroyos), a donde el agua corre más. Algo curioso, no habitual.
Avistaje. Unos mates a la sombra de un sauce, en medio del humedal, permite el contacto con la gran variedad de aves que lo habitan.
Es hora de montar otra vez los kayaks sobre el vehículo para regresar, antes de que se levante la mosquitada. Todavía no molestan tanto como en verano. Pero más vale prevenir que rascarse. La tarde fue increíble. El contacto con la naturaleza del humedal, encantador. Habrá que regresar para seguir sorprendiéndose con este ambiente tan santafesino. Para aprender a amarlo y cuidarlo. Para sembrar un futuro sustentable. Como lo hace Sebastián, cada vez que regresa en busca de su maestro, el búho "pirata".
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