La gitana enamorada que se declaró en rebeldía por amor y se opuso a un casamiento arreglado
Alicia Demetrio amaba a un joven; pero el jefe de la comunidad gitana pidió que su propio hijo se casara con ella. Esto generó un incidente en el que intervino la justicia. Una versión local de "Montescos y Capuletos" pero en pleno barrio Las Flores y hace 74 años. Un periódico local contó el episodio.
Una comunidad gitana en Santa Fe. La foto es sólo ilustrativa a los fines de la nota.
El amor, tema universal si los hay; algo así como la historia de Romeo y Julieta, los Montescos y los Capuletos y la pluma de Sir William Shakespeare sobrevoló -salvando las siderales distancias, claro- la crónica de un periódico local hace 74 años. Pero en este caso la escena no ocurrió en Verona y Mantua, sino en el barrio de las Flores de la ciudad de Santa Fe. Y los personajes no eran cortesanos, sino integrantes de una comunidad gitana.
El 28 de enero de 1948, el periódico local El Orden dio cuenta del hecho. Los personajes, Alicia Demetrio, una niña de tan sólo 14 años que se enamoró de un joven gitano del clan: Miguel Esteban, cercano a su prematura edad, perteneciente a otra familia del campamento gitano, que habían cruzado todo el mundo y llegado desde Montenegro -ex Yugoslavia-. Pero aparece un tercero en discordia: el hijo del Jefe de la tribu, quien por intermedio de su padre pidió a la niña en matrimonio.
La posibilidad del idilio entre los jóvenes enamorados estuvo condicionada por las costumbres gitanas (con irrestricto respeto hacia las autoridades de la comunidad), y por la oposición de la madre de Alicia, que sólo avalaba que la niña se casara con el primogénito del Jefe tribal.
"La gitanilla, simpática y de grácil silueta, se ha opuesto en principio a aceptar esta última propuesta", es decir, al casamiento por imposición, pone en contexto El Orden, en su crónica titulada: "La oposición a un romance de jóvenes ha originado la intervención de la justicia".
Pero a su vez, el caso presenta otros ingredientes -revela el diario-, donde "además de jugar un rol preponderante el cariño que se profesaba la pareja enamorada, pesan las razones legales que interponen la madre (de la niña) y el padrastro de la jovencita".
Captura de la crónica publicada en El Orden un 28 de enero de 1948.
Peregrinar al amor imposible
Alicia había aprendido a bailar y cantar en las noches de fiesta de su gente como las mujeres mayores, a la luz de las fogatas y de las estrellas que alumbraban las celebraciones gitanas, donde se honraba la memoria de los antepasados montenegrinos.
Vivió desde muy pequeña el abandono de su terruño y el desarraigo. La comunidad de la niña viajó desde Montenegro cruzando Río Grande Do Sul, en el Brasil, para afincarse finalmente en Santa Fe. Pero esta romántica y aventurera vida de viajeros que cruzan el mundo sin un destino prefijado no había seducido mucho a la gitanilla.
Alicia, más atenta al ritmo que marcaba la vida moderna "y sin la presión de los tradicionalismos, anhela casarse con quien ella elija y no con un novio impuesto por sus mayores", relata la crónica de El Orden. Ese elegido era Miguel Esteban, joven montenegrino que pertenecía a otra familia de la comunidad.
Al sentimiento de amor se oponía la madre de la niña, Rosa Cristo viuda de Demetrio. La obediencia ciega al jefe del campamento influyó en la determinación de la mujer: aconsejó a la niña respetar solemnemente la solicitud hecha por quien decidía los destinos de la comunidad gitana.
En este punto de la comedia dramática aparece el cuarto personaje: José Kostichi, el jefe de la tribu y El Patriarca, quien en favor de su hijo hizo una propuesta de matrimonio a la gitanilla, la que no fue aceptada por la niña. La madre de Alicia intervino a favor del pedido del Jefe. Fue allí que se generó un "incidente" -cita el diario- con su hija, y debió intervenir la Justicia.
El quinto y último personaje es el Juez, puesto que el litigio terminaría al hacerse conocer el dictamen final del magistrado, "ante quienes las partes recurren a diario en su juzgado para que este asunto termine en rápido término", narra El Orden.
Y sobre el final, la pregunta sobre qué pasó con el romance gitano queda abierta: "¿Aceptará Alicia la propuesta matrimonial que se le ha hecho (por parte del Patriarca)? Según informes obtenidos, la gitanilla se habría resuelto por esto último", dice la crónica.
No hay un último acto en el drama, sólo interrogantes sobre el final de la historia. La enamorada que se declaró en rebeldía debió seguramente ceder a su idilio para respetar los mandatos de su comunidad. Pero en esta historia shakespeareana aparecen las tensiones entre las solemnes tradiciones de una comunidad y un romance cercano a la elección libre de a quién amar, idea más próxima a la modernidad que apenas asomaba en aquel entonces.
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