Aquel día en que una "nube" de langostas, las ratas y los billetes falsos invadieron Santa Fe
En una misma jornada, una manga de langostas cubrió el cielo santafesino, una horda de roedores iracundos aparecieron en el ferrocarril y se denunció la circulación masiva de billetes de 50 pesos apócrifos. Ocurrió hace 84 años.
Un hombre soporta la invasión de langostas. La foto es sólo ilustrativa.
Parece un guión entre cinematográfico y bizarro en el que confluyen Alfred Hitchcock, Marley comiendo sus delicatessen de insectos por el mundo y los productores de la serie La Casa de Papel -o mejor, Martin Scorsese con El Lobo de Wall Street-. Pero no, es real y fue publicado en un periódico local hace 84 años: en un mismo día se produjo en Santa Fe una invasión de langostas, otra de ratas y lo que es peor: billetes falsos empezaban a contaminar los bolsillos de los ciudadanos santafesinos.
El lunes 7 de febrero de 1938, el periódico local El Orden contaba los tres episodios en la página dos de su edición impresa, con títulos a estilo catástrofe: "Grandes mangas de langostas nublaron el cielo de la ciudad". Más arriba, una pregunta que suena a aleccionadora de las autoridades políticas: "¿Cómo habrá que decirlo para que lo entiendan?". Y más abajo, en similar tenor: "Nuevamente el peligro de las ratas".
El titular de los billetes "truchos".
Como artículo destacado por una foto -en realidad, un grabado con el facsímil del dinero trucho, para detectar las diferencias con el legal-, la advertencia a los vecinos: "Circulan billetes de cincuenta pesos falsos". Este hecho se detectó en la ciudad de Mar del Plata pero, a juzgar por el tono del artículo, el dinero apócrifo irradiaba por todo el país, incluida Santa Fe.
A la derecha un "pirulo" relacionado con lo último: en la vecina Paraná, un hombre fabricaba billetes de cinco pesos y los hacía circular. Peor que el fraude era la inmoralidad de este tal Conrado Castañeda, el acusado del ilícito y ya detenido, quien dicho sea de paso habría acusado un pecaminoso prontuario: los había hecho circular en una kermesse solidaria del Club de Madres de esa ciudad.
El diario El Orden publicó cómo eran los billetes apócrifos.
Langostas
"Una gigantesca manga ha oscurecido el cielo de la ciudad, realizando sobre ellas caprichosas evoluciones. Producía la impresión -el tétrico espectáculo- de que aquellos innumerables millones de acridios buscaban indecisos el mejor lugar donde posarse, y mientras no resolvieron por un rumbo determinado, fue posible seguir con temor sus evoluciones, anticipo de daños incalculables e injustos", describía la crónica.
Pero el problema no eran sólo las langostas, sino la "inoperancia" del gobierno local de aquel entonces para exterminarlas, propone la línea editorial del periódico. "Esto que ha contemplado la ciudad (la invasión de langostas) no es otra cosa que la demostración concluyente del fracaso de la campaña oficial a base de barreras metálicas y lanzallamas".
Las langostas fueron noticia en 1938.
En Santa Fe, pone en autos la nota, ya se habían vendido 200 mil lanzallamas para terminar con los insectos (gracias a esa campaña oficial), pero no había caso: los bichos volvían cada año, y en 1938 la cosa fue de mal a peor. "Se está insistiendo en un procedimiento que año tras año demuestra de modo terminante la enormidad del error en que se incurre. No hay un plan racional para el exterminio de la langosta", vuelve a la carga el artículo.
La única solución posible -aquí hay un planteo propositivo- es "la formación de comisiones populares en todas las provincias agrícolas, encargadas de actuar directamente en las zonas de su influencia (...). Estas comisiones deben ser provistas de fondos, y a ellas debe encomendársele la destrucción de la langosta (...). Por cada lanzallama, un millón de langostas alzarán su vuelo triunfal, burlándose del método con el que se las quiere combatir", remata el artículo, tomándose una licencia casi poética.
"Se mantiene en nuestra ciudad en peligro que entraña la gran cantidad de ratas en los lugares en los que trabajan muchos obreros", advierte el artículo. Y otra vez, el dedo señalando las responsabilidades estatales: "Las autoridades respectivas deben dictar las medidas del caso para que todos cumplan con la disposición nacional que declara obligatoria la desratización".
Los roedores se detectaban, particularmente, en los depósitos de cereales. "Ello se agrava con las altas temperaturas que desde hace días estamos soportando. Las ratas, como todos sabemos, son el vehículo de la peste bubónica. De allí que a todos conviene el tener los depósitos en las mejores condiciones posibles de higiene", sostiene la nota.
Página completa para las "invasiones" en la capital provincial.
Pero también, la invasión de ratas acechaba en el ferrocarril, donde trabajan cientos de personas. "Es necesario pensar en la amenaza constante en que están los obreros que trabajan en los galpones. Eso es más que suficiente para que, por quien corresponda, no se olvide del cumplimiento de las disposiciones pertinentes", es decir, la desratización.
Una melange noticiosa, editorializada en tono amarillista y hasta justiciero, cubría las páginas de un periódico local hace 84 años: las langostas, las ratas y los billetes falsos, todo en uno, "vendían". En febrero de 1938, también, Adolf Hitler se autoproclamaba comandante supremo de las fuerzas armadas de Alemania (pronto empezaría la Segunda Guerra Mundial), y en Estados Unidos se estrenaba "Blancanieves y los Siete Enanitos", de Walt Disney, primer largometraje animado. Pero esa es otra historia.
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