Cuando crece una ciudad en población, crece en paralelo su tránsito vehicular y peatonal. Se cae de maduro, a más habitantes más autos, más caminantes, en definitiva, más movimiento urbano.
Fue toda una novedad en el verano del ‘67. Años antes se inauguraron los primeros semáforos en la capital provincial.
Cuando crece una ciudad en población, crece en paralelo su tránsito vehicular y peatonal. Se cae de maduro, a más habitantes más autos, más caminantes, en definitiva, más movimiento urbano.
En el caso de la ciudad capital, como se dijo en anteriores Memorias de Santa Fe, su expansión durante la primera mitad del siglo XX hizo que se necesariamente se incorporen novedosos, para aquellos tiempos, sistema de colectivos, semáforos, inspectores y otras cuestiones vinculadas al tráfico.
Precisamente, uno de esos elementos de vital importancia por estos días para la convivencia callejera, son las sendas peatonales. Y en la ciudad de Santa Fe aparecieron con firmeza en el verano de 1967.
“Las nuevas señales son interesante aporte en la regulación de la relación peatón - conductor”, tituló diario El Litoral el miércoles 8 de febrero del ‘67. Y así presentaba en sociedad la última novedad relacionada al tráfico capitalino. Antes, como contaron otras “Memorias...” aparecieron los semáforos y los inspectores.
“Siguiendo la tónica impuesta en las grandes ciudades, o en las pequeñas con intenso movimiento, las autoridades municipales han dado comienzo, en la zona céntrica, a la señalización de las respectivas sendas peatonales, es decir, las convencionales marcas blancas en las esquinas de las bocacalles, por donde debe cruzar el público”, arrancaba la crónica del vespertino para introducir la novedad.
Acto seguido, el artículo aclara que no era la primera vez que se intentaba “ordenar” la calle de esta manera, sino que las veces anteriores no tuvieron éxito en la capital santafesina. “Requiere una adecuada disciplina tanto de peatones como de conductores de diversos tipos de vehículos”, reflexionaba la nota.
Ante la mirada del cronista, las flamantes sendas peatonales no eran utilizadas correctamente. “Hemos observado que cuando el semáforo el agente detiene el tránsito, los vehículos no paran antes del comienzo de la senda, dejándola libre, sino que avanzan hasta en muchos casos cubrirla totalmente”, describió la nota.
Y seguía: “De manera entonces que la referida señal no cumple sus fines, cuales son de reserva de paso exclusivo para el cruce de los peatones en ese momento. Se trata pues de una obligación recíproca, de la que nadie puede desentenderse, esté situado detrás de un volante o vaya simplemente a pie, porque de ese respeto depende que las cosas salgan como se quiere y se piensa que resulten: un nuevo aporte a la seguridad en el tránsito”.
En otro párrafo, el artículo puso en consideración la importancia de este elemento para ordenar distintos sectores de la ciudad, no sólo el centro. “Si todo marcha normalmente, se estará frente a un sensible mejoramiento de la circulación en la zona céntrica, que gradualmente habría que ir extendiendo a los lugares de mayor movimiento de otros sectores de la ciudad”, aseguraba el cronista.
Y de inmediato, se expuso la necesidad de contar con mayores controles en las calles santafesinas. “Con la colaboración de un mayor número de semáforos y una constante represión de las violaciones que de contínuo se cometen, llevaría las cosas a un grado de seguridad que es a todas luces necesario alcanzar”, señalaba.
Autos, camiones, camionetas, colectivos, bicicletas y peatones. La ciudad de Santa Fe de fines de la década del ‘60 comenzaba a mostrar los primeros indicios de un tránsito cada vez más complicado.
De eso también dio cuenta el artículo aquí mencionado. “Son muchos los motivos que distorsionan el tránsito y no, por cierto, por falta de reglamentación. Es más, las normas abundan, pero no se cumplen”, aseguraba la nota.
En las líneas siguientes se expusieron algunos ejemplos de la época. “El caso de los camiones y carros. cuya circulación está prohibida por los bulevares Pellegrini y Gálvez, pero son tantas las excepciones que, lejos de confirmarse, la regla resulta inexistente”, señalaba el artículo.
Ya en aquel entonces había conductores que hacían caso omiso a los semáforos, que dicho sea de paso, llevaban sus primeros años en la capital santafesina. “En fin, que es mucho lo que falta por hacer, pero con un par de medidas severas y de estricto cumplimiento, se podrán en causar bastante las cosas”, cerraba la nota.
Semáforos
Los semáforos llegaron a la ciudad de Santa Fe en 1962. Primero se colocaron un par en el puente Colgante, uno por cabecera y meses más tarde en en la intersección de avenida General López y 9 de Julio, según recordó la “Memorias...” de Mariano Rinaldi. “En sus combinaciones de luces de colores, indica a los conductores cuando debe avanzar si la luz verde se lo permite y cuando frenar ante la orden de la luz roja”, expresó El Litoral en aquellos tiempos.
Inspectores
Los inspectores de tránsito irrumpieron hacia finales de la década del ‘20. El primer paso lo dio el Concejo con la modificación de la normativa y meses más tarde aparecieron en las calles los agentes.
Uno de los inspectores fue entrevistado en aquella primera jornada y dijo: “Qué le parece el nuevo sistema”, se le preguntó. La respuesta fue concreta, sencilla y sin vueltas: “Creo que está bien, por lo menos, por ahora. Estamos más descansados”.
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