Catarsis, tensiones y también ideas proactivas para que la noche en Santa Fe sea un "lugar habitable"
Las quejas vecinales más reiteradas fueron por los ruidos molestos. Las de los jóvenes, por la inseguridad. Los gastronómicos pidieron poder invertir en la post pandemia, pero se mostraron dispuestos a lograr consensos. Un abanico de propuestas, ahora "insumos" del Ejecutivo para terminar la nueva ordenanza que regule la nocturnidad.
Catarsis, tensiones y también ideas proactivas para que la noche en Santa Fe sea un "lugar habitable"
La audiencia pública sobre nocturnidad dejó un voluminoso expediente con todas las exposiciones que será remitido al Ejecutivo. Es de esperar que el mismo sirva como fuente de primera mano para terminar de definir un proyecto de ordenanza que regule, en sus variados y complejos aspectos, las actividades recreativas de la noche en la ciudad de Santa Fe. En una extensa jornada, fueron tan valiosas la mayoría de las expresiones como los actores que participaron.
Primero, hubo una suerte de catarsis comprensible y lógica de los vecinos que padecen los impactos colaterales de la noche (ruidos molestos, por caso); también la de los empresarios gastronómicos, dueños de bares y boliches, que después de dos años de padecer a duras penas las restricciones de la pandemia ni siquiera está al ciento por ciento de sus actividades.
Y también hubo tensiones; un bolichero contó que durante toda la pandemia debió vivir adentro de su local, y salía a pedir ayuda para poder darle de comer a su familia. A varias vecinas se les humedecieron los ojos mientras contaban los padecimientos que viven durante los fines de semana con los ruidos molestos y la mugre que queda frente a sus casas; la "extorsión y amenaza" de los cuidacoches -dijeron-; incluso los estruendos cuando se realizan recitales multitudinarios en la Estación Belgrano, por los que "se han roto los vidrios de las ventanas con las vibraciones", se quejó un vecino, notablemente ofuscado, del barrio Candioti.
También hubo planteos sensatos e inteligentes de varios jóvenes, que fueron haciendo llamados de atención sobre discriminaciones (contra las personas gordas y disidencias) en boliches, o pidiendo corredores seguros y líneas de colectivos exclusivas a la vera de la ruta 168, También se puso sobre la mesa la falta de accesibilidad para las personas discapacitadas.
Además, aparecieron las necesidades de los laburantes de la nocturnidad: las de los músicos que necesitan ser convocados a dar un recital, de artistas urbanos; de un bartender que habló de su trabajo, de cómo se reinventó tras la pandemia, y sugirió que hay un cambio de paradigma social: "La gente, los jóvenes, ya no sale a divertirse como hace 10 años".
Algunos de los expositores de la audiencia pública. Crédito: Flavio Raina
Un joven expuso contra el "prohibicionismo" de las drogas legales e ilegales, propuso capacitaciones sobre el consumo responsable de drogas sintéticas y la entrega de agua gratis. Un guardia de seguridad de un local nocturno ("nosotros, los patovas", dijo) contó todo lo que ve y cómo debe interceder -a duras penas- en actos de violencia o de alcoholismo; y pidió formación a los jóvenes sobre Ley Micaela, porque advierte casos de violencia de género.
Habló un neurólogo sobre cómo es el impacto en la psiquis cuando el ruido intenso supera el acostumbramiento del descanso habitual y de los relojes biológicos. Un arquitecto, por su parte, realizó en tono académico un análisis de cómo se fue transformando la ciudad, advirtió sobre una "degradación del espacio público de la vida urbana en sociedad", y sugirió evitar miradas fragmentarias: es decir, "no abordar la nocturnidad por sí sola, sino hacer cumplir las normas vigentes desde una mirada más abarcativa".
"¿Por qué no se organizan recitales multitudinarios en, por ejemplo, el predio del Paseo de la Constitución, que está alejado? Toda vez que se hace un recital en la Belgrano, en La Redonda, en el Mercado Progreso, no se puede vivir. Desde la prueba de sonido hasta que se termina todo, son tres días en que no podemos dormir", se quejó pero también propuso un vecino de barrio Candioti.
En República del Oeste y Roma, la cosa parece igual de compleja: "Hay dos clubes que todos los fines de semana hacen bailes. En uno de ellos hay un Disc Jockey y hacen karaoke… Imaginemos que es como una caja de resonancia de cinc que retumba en nuestras casas. No nos oponemos a que haya actividad nocturna pero necesitamos reglas claras para la convivencia, y aquí aparece la necesidad de estrictos controles municipales", contó otro vecino.
En línea con las necesarias supervisiones del Estado local, otra vecinalista pidió que se cumpla con los horarios límites de venta de bebidas alcohólicas luego de que la gente se retira de los bares; que los dueños de éstos tengan cierto sentido de responsabilidad por la suciedad (colillas de cigarrillos, orina, botellas) que quedan en los frentes de casas, porque en definitiva quienes dejan esa mugre son sus clientes.
Una referente de la Federación Universitaria del Litoral (FUL) sorprendió a propios y extraños pidiendo algo que debiera estar vigente: "Los jóvenes no tenemos garantías plenas si decidimos salir a bailar a un boliche; por eso, se tendría que habilitar una línea de colectivo exclusiva desde un punto del macrocentro hasta la zona de la 168, ida y vuelta, para un retorno seguro. Al no haber colectivos, muchos chicos van en auto, y luego aparecen los accidentes, los choques".
Y de la FUL siguió enumerando: Más presencia policial en la zona de boliches, más iluminación y desmalezamiento en los alrededores de la calle de ingreso. Mucha gente dejó de salir a divertirse por la inseguridad, advirtió, al tiempo que solicitó más controles. Otra chica de la Juventud Socialista pidió corredores seguros. "Hay casos de acoso, y lo más inmediato que tenemos es pedir auxilio al guardia de un boliche, a un mozo, a un barman… Sería bueno hacer capacitaciones sobre la Ley Micaela".
"Alguien dijo aquí que la ciudad es un asco. No puedo estar más en desacuerdo. Esta es la ciudad donde elegimos vivir y desarrollarnos. Es la ciudad que amamos y tenemos que dejar de ir al choque. Es nuestra convivencia", invitó otro vecino a los presentes. Uno de los primeros disertantes dijo una frase que quizás fue una de las más atinadas: "Todos lo que hablamos, algo de razón tenemos: todos. No hay otra salida que buscar un punto de consenso".
Si había algo que se necesitaba hacer para discutir de una forma abiertamente participativa qué tipo de recreación nocturna demanda una ciudad como Santa Fe era esta audiencia nocturna. No sólo por los aportes, sino porque -y particularmente-, quedaron al descubierto el derecho al disfrute, el derecho al descanso; el derecho a trabajar e, incluso el derecho a invertir en actividades y eventos que le den vuelo a esta capital como una atractiva parada turística y gastronómica. La balanza deberá quedar lo más equilibrada posible.