Por Paula C. Durán*
La aparición en el escenario público de los limpiavidrios es un fenómeno social relativamente reciente, presente desde la década del ochenta en las grandes ciudades de América Latina. Lo cierto es que parte de la sociedad observa con preocupación y, muchas veces hasta con fastidio a quienes hacen de limpiar vidrios en las esquinas su forma de ganarse la vida.
Si bien es imposible hablar de los limpiavidrios como un grupo homogéneo, se trata en general de niños, adolescentes y jóvenes provenientes de sectores con carencias socioeconómicas, condiciones habitacionales precarias y familias en conflicto.
Limpiar vidrios en la calle al igual que cuidar autos, hacer malabares, etc. se transforma en una alternativa que de mínima “resuelve” dos cuestiones básicas: un ingreso con el cual subsistir, por un lado y un espacio de encuentro y socialización, por el otro.
Pero, ¿por qué llama tanto la atención el niño, adolescente o joven que ofrece su servicio de limpieza de vidrios en la calle mientras poco se menciona la situación de los niños que trabajan, o de los niños y adolescentes que no logran permanecer en el sistema educativo, o de los jóvenes que no trabajan ni estudian, o que sólo consiguen trabajos inestables, desprotegidos y de bajos ingresos? La respuesta posible: porque los limpiavidrios se ven, son la presencia visible de una cadena de pobreza, injusticia, fracaso de políticas públicas y exclusión. El limpiavidrios se convierte, de esta forma, en una evidencia de la fractura de los canales tradicionales de inclusión social: familia, trabajo y educación.
La situación social ha mejorado en comparación con lo que sucedía diez años atrás. En ello han contribuido claramente la reactivación económica, el crecimiento del nivel de empleo y la implementación de la Asignación Universal por Hijo, esta última con gran impacto en la mejora de las condiciones materiales de vida de los sectores más necesitados de la población.
No obstante, nos encontramos ante un núcleo duro de pobreza estructural para el cual esto no es suficiente. Se trata de historias familiares desechas por generaciones tras décadas de postergación y abandono, de desafiliación comunitaria, de maltrato por parte de las instituciones públicas, de exclusión de la educación y el empleo genuino.
Los limpiavidrios son parte del complejo fenómeno de los pobres urbanos y se requieren políticas públicas específicas que aborden el tema integralmente y den solución a quienes lo padecen las 24hs del día, más allá de aquellos a quienes “fastidia” algunos minutos mientras esperan una luz verde.
*Licenciada en Ciencia Política, Universidad Nacional de Rosario. Maestranda en Políticas Sociales, FLACSO Argentina. Docente Investigadora de la Facultad de Ciencia Politica y Relaciones Internacionales de la UNR, con especialidad en temáticas de pobreza.