De la Redacción de El Litoral
“Éste no es un lugar para ningún chico, ni para un bebé de 3 meses ni para una criatura de 3 años. No hay espacio físico”, dice una de las 45 mujeres —y madre— presas en el Instituto de Recuperación de Mujeres Unidad Nº 4 de la Ciudad de Santa Fe.
“Ahora estoy en el pabellón de madres. La vida acá con los chicos es muy complicada, llega un momento determinado donde se dan cuenta dónde están; el encierro los agobia”, contó otra mujer que vive en la cárcel con uno de sus hijos menores de 5 años, tal como permite la ley 26.472.
“Nunca quise que los chicos estén acá. Al principio hice el pedido, pero después estuve pensando y me di cuenta de que no, que es otra vida. Yo misma estoy mal; ellos acá se van a traumar. Opté porque tengan un perro, verde... acá es todo alteración, cemento”, justificó otra de las madres que prefirió que sus hijos no vivan entre rejas.
Estos testimonios fueron recabados en el informe “Maternidad en contextos de encierro: mujeres y niñxs encarceladxs y prisión domiciliaria en la ciudad de Santa Fe. Problemas y desafíos”, realizado por docentes y estudiantes de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). “Cuando empezamos a indagar sobre las principales violencias que sufren las mujeres privadas de la libertad, surgió como una problemática urgente la de las mujeres detenidas con sus hijos/as”, explicó Paula Spina, abogada e impulsora del proyecto.
En esta cárcel actualmente hay 45 mujeres: la mayoría es madre y ocho tienen hijos menores de 5 años, por lo cual tienen derecho a vivir con ellos en la cárcel o pedir el arresto domiciliario.
La mitad de las madres eligió vivir con sus hijos en la cárcel, pero denunció las pésimas condiciones. “Yo creo que hay un abandono social, son conscientes de todo y no hacen nada. Yo vivo acá con mis hijos y creo que está mal lo que hacen. Esto supuestamente es una recuperación de mujeres, pero en realidad no lo es, y como madre duele, no tienen la libertad de otros chicos de poder ir a la escuela, volver y estar con sus hermanos. Se mira para otro lado con la cuestión de los chicos”.
Los chicos, afuera
La otra mitad de las mamás prefirió que sus hijos no crezcan entre rejas, aunque eso signifique estar alejadas de ellos. “Este lugar no es para ningún chico, más allá de que lo que queramos las madres. Los chicos gritan, lloran porque tenés que esperar que te dejen pasar al baño, tenés que esperar que te digan ‘bajá a comer’, o no podés salir: te cierran la puerta y los chicos quieren salir y no pueden. A veces uno prefiere sufrir uno y no que sufra la criatura, que no vea cualquier cosa. Porque una cosa es que vos sepas que algunas madres se drogan, pero otra cosa es que vos tengas que taparle la cara a tu hijo para que no vea cómo se drogan”, contó una de las mujeres que optó por que sus hijos estén fuera de la cárcel.
En otros casos, las madres quisieran tener a sus hijos con ellas, pero no se lo permiten. “Mis hijos de 3 y 2 años están con mi mamá, a la más chica me la arrancaron, sólo me dejan estar 2 horas por semana con ella. La razón por la cual no dejan que viva conmigo es porque no hay lugar, por razones de comida”, reclamó una mamá.
“Dicen que los chicos no tienen que estar acá porque no es conveniente por las cosas que viven, por el sistema en sí, pero no te dan una mano. Ellos creen que se tendrían que ir los chicos. Pero no que nos vayamos nosotras, criar a nuestros hijos, hacer las cosas bien. Te culpabilizan, te juzgan sin conocer tu pasado, tu historia, te discriminan, te sobran”, denunció otra.
Las investigadoras detectaron la ausencia de infraestructura adecuada para los niños, de dispositivos de contención y de información sobre la alternativa de tramitar el arresto domiciliario. Ocho madres estarían en condiciones de solicitarlo y beneficiaría a 32 niños y adolescentes, cuyos derechos fundamentales son vulnerados por el encarcelamiento o por la separación intempestiva de su familia y núcleo de vida.
Según el informe, las mujeres entrevistadas coinciden en que “no están dadas las condiciones necesarias para el desarrollo de los niños y niñas. Entre lágrimas y culpas afirman que sus hijos a diario pagan por lo que ellas hicieron, que no tienen libertad ni la posibilidad de vivir como otros niños, que aprenden a caminar entre las rejas, que no conocen lo que es salir a una plaza o que sus madres les cocinen, que no pueden elegir si dormir con la luz prendida o apagada, cerrar o abrir una puerta, no conocen lo que es la intimidad de una familia. Además de vivir expuestos a constantes violencias, producto de los conflictos acaecidos en el contexto de encierro”.
Conclusiones
Precariedad, falta de recursos, de formación laboral, de atención médica adecuada, de una alimentación saludable, de espacios de libertad para el desarrollo de su sexualidad y la práctica de la requisa como un tipo particular de violencia, son algunas de las falencias relevadas en el informe.
“En los casos de las mujeres que permanecen detenidas junto a sus hijos menores en la prisión, la situación presenta una serie de problemáticas añadidas, no sólo por la inadecuación de los espacios para el desarrollo vital de los niños, sino porque viven sujetos al mismo régimen que sus madres. Asimismo las dificultades para que puedan salir de las unidades penitenciarias a cargo de otros familiares, y la permanente preocupación por la separación que sufrirán cuando lleguen a la edad límite prevista en la ley, son algunos de los elementos del ‘plus de sufrimiento’ que afecta particularmente a las mujeres en la prisión”, plantea el informe.
En las conclusiones, las investigadoras proponen que se tomen “las medidas necesarias para que las mujeres accedan al arresto domiciliario y se garantice el derecho a la educación, a la salud y a vivir en familia de los niños y adolescentes que viven en la cárcel como así también de aquellos que fueron separados de sus madres”.
También instan a que se adecue la infraestructura de la cárcel de mujeres para las visitas de los niños y adolescentes a sus madres y que las requisas no sean vulneratorias de los derechos de los niños y adolescentes.
“Este informe nació para la práctica, que es el objetivo de la extensión universitaria: intervenir en la visibilización de problemas y trabajar para articular con organismos y organizaciones sociales a partir de las problemáticas que encontramos”, finalizó Natacha Guala, otra de las abogadas al frente del proyecto.
Poco contacto El encarcelamiento de la madre provoca la interrupción del vínculo filial con los hijos. La mayoría (60 %) tiene contacto con sus hijos una sola vez por mes, un 30 % perdió contacto al menos con un hijo y ninguna de las entrevistadas supera las dos visitas semanales. Hay niños que logran ver a sus madres tan sólo una vez cada 2 meses. Esto se ve acrecentado por las dificultades económicas que hace que las personas que no viven en la ciudad o viven en barrios alejados de la prisión no cuenten con medios económicos para viajar. La falta de teléfono fijo o celular también actúa como un obstáculo para la comunicación como así también las sanciones disciplinarias que implican la prohibición de acceder a la sala informática y utilizar las redes sociales. Por otro lado, este contacto depende de la disponibilidad horaria de la persona que esté a cargo de los niños y de la relación que tenga con la madre (muchas veces conflictiva, especialmente en aquellos casos en que los niños quedan con la familia paterna). En el 75 % de los casos, los hermanos son separados.
El dato Participantes El informe “Maternidad en contextos de encierro: mujeres y niñxs encarceladxs y prisión domiciliaria en la ciudad de Santa Fe. Problemas y desafíos” forma parte del proyecto de extensión de la UNL “La perspectiva de género en contextos de encierro: el acceso de las mujeres privadas de libertad a la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres”. Fue elaborado por las abogadas Natacha Guala y María Paula Spina de los programas “Delito y Sociedad” y “Género, Universidad y Sociedad” de la UNL. Evelyn Defagot, Agustina Stavole, Ximena García, Frank Frochke y Juan Pablo Molineris colaboraron en la sistematización de los datos.
La clave
Arresto domiciliario
Más de la mitad de las mujeres que tienen derecho a la prisión domiciliaria accedió a este beneficio, pero posteriormente fue revocado o suspendido por diferentes motivos: debido al procesamiento de las mujeres en nuevas causas penales, falta de un domicilio estable donde cumplir con la prisión domiciliaria, incumplimiento de las condiciones del arresto domiciliario, abandono voluntariamente del hogar por situaciones de violencia graves, con riesgo para la integridad y la vida de las mujeres y sus hijos.
“La actuación judicial en la tramitación de los arrestos domiciliarios es irregular, lenta e inefectiva. La dilación en la resolución de los trámites se traduce en la falta de acceso a la justicia por parte de las mujeres detenidas, así como a situaciones de vulneración de sus derechos fundamentales”, reza el informe.