Tras la caída, el emotivo relato de un obrero que trabajó en la construcción del Puente Colgante en 1924
En 1983, Exequiel Manuel Perdomo visitó la redacción del diario El Litoral. A viva voz sentenció: “Me ha tocado ver nacer al puente Colgante , y ahora lo veo caído”.
Perdomo, quien había resultado ser un testigo privilegiado de la construcción del puente, entre 1924 y 1925, compartió sus recuerdos a través de su memoria que lo envolvió entre un pasado idealizado y el trágico presente a comienzos de la década del ochenta.
Si hablamos del patrimonio histórico de nuestra ciudad, el puente Colgante se encuentra indiscutiblemente en las conversaciones cotidianas de las y los santafesinos. Envuelto en la niebla de la madrugada litoraleña y el sol ardiente del verano, esconde relatos guardados en la memoria de aquellos protagonistas que lo vieron nacer y relucir durante muchos años.
De manera imprevista, en noviembre de 1983, la visita de Exequiel Manuel Perdomo, con sus 77 años, a la redacción del diario El Litoral se convirtió en un acontecimiento que rompió con la rutina diaria de los y las periodistas que lo escuchaban con atención, emocionandose con su ferviente relato y robusta memoria.
El título de la entrevista a Exequiel Manuel Perdomo en 1983.
El 28 de septiembre de 1983 el Puente Colgante se había desmoronado. Perdomo, quien había resultado ser un testigo privilegiado de la construcción del puente, entre 1924 y 1925, compartió sus recuerdos a través de su memoria que lo envolvió entre un pasado idealizado y el trágico presente a comienzos de la década del ochenta.
Rápidamente, Perdomo sorprendió a todos diciendo: “Yo fui el calentador de remaches de los hierros, que dan soporte al Puente Colgante”. Con tan solo 14 años, encendió aquella fragua que puso al rojo vivo los remaches que construyeron el Puente Colgante sobre la laguna Setúbal a comienzos del siglo XX.
Perdomo había viajado desde María Luisa, donde residía por aquellos años, para dar su testimonio al diario El Litoral. Reflejando ese vínculo legendario que tiene el diario con la región centro-oeste santafesina.
Perdomo contaba que: “En aquel tiempo no existía la Costanera, no estaban las defensas, ni los chalés que ahora la bordean. La unica ruta para ir a Rincón era el puente ferroviario que los camalotes habían derribado en 1921”, y más adelante, Perdomo describe aquel puente ferroviario a través de un dato que pareciera brotar de una novela del género del realismo mágico: “Aquel único puente ferroviario, construido por los franceses, tenía una serie de descansos para que la gente que cruzaba se hiciera a un lado cuando pasaba el tren”.
El avance de la construcción del Puente Colgante en las páginas de El Litoral.
En aquel relato, brotaban datos sumamente valiosos para reconstruir la historia del puente Colgante. Perdomo decía: “Monsieur Pic, era el jefe de todos nosotros, él era quien dirigía la obra. Vivía en calle Mendoza y coartada Bustamante, sobre el viejo café La Bolsa (...) el Ingeniero Mantovani, que vivía en calle 9 de julio y Junín, diseño las bases del puente, las cuales tardamos 10 años en construirlas (...) mis compañeros, que en ese momento yo miraba desde abajo por mi edad, bajaban con una jaula de hierro al lecho de la laguna para excavar con palas el pozo para las bases, en donde perdieron la vida 4 compañeros”.
Ante la pregunta del periodista, sobre el salario por su trabajo de remachador, Perdomo contaba: “Me pagaban 18 centavos por remache colocado. Había días que ponemos 350 otros días 100, trabajamos 8 horas por día”
El Puente Colgante en plena construcción. Crédito: Archivo El Litoral
Finaliza Perdomo: “La dotación de trabajadores que intervino en el armado de la obra era de 20 a 22 personas. Había tres capataces y cinco obreros especializados franceses. Los criollos hacíamos de todo”
Estos recuerdos que traemos al lector a través del archivo del diario El Litoral, constituyen un aporte a la historia de la ciudad y de su patrimonio urbano. Porque esa estructura que se inauguró en 1928 y se desmoronó en 1983, en las oscuras aguas de la laguna, para luego reconstruirse en 2002, ha sido testigo de la historia de una ciudad que en ese lapso tomó un impulso extraordinario. Otra razón de su simbolismo.
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