Los incendios en el campo e islas son cada vez más frecuentes. Bomberos estiman que este año se superarían los 3 mil fuegos sofocados el año pasado. Protección Civil pide conciencia a la población y coordina acciones con los municipios. Médicos indican que aumentaron las consultas e internaciones por el impacto en la salud. Investigadores locales estudian el fenómeno en tiempo real. El fuego avanza.
Lo primero que hace Mónica al levantarse es calentar agua, encender la radio y abrir las ventanas. Hoy tiene que salir temprano. En un rato partirá desde barrio Candioti hacia la costa por trabajo. Antes de todo eso ensilla el mate, pone musiquita y se asoma por la ventana a respirar el aire puro que anuncia la llegada de la Primavera para arrancar el día de la mejor manera. Alza la vista, acerca la bombilla a su boca, da un sorbo y mira hacia el este el horizonte de las islas desde el quinto piso. Algo anda mal. El aire que respira no es puro. Es una nube de humo gris con cenizas negras de pastos quemados suspendidas en el aire que trae el viento sureste. El humo entra por la ventana. Lo invade todo. La ropa, su pelo, las sábanas, las cosas del hogar. En pocos minutos el departamento está impregnado del humo de las quemas en la isla Sirgadero, detrás de Alto Verde, en medio del humedal del Paraná, en la ciudad de Santa Fe.
Mónica cierra las ventanas. Enciende un sahumerio y trata de quitarse el olor a humo antes de partir. Es tarde. El intento se frustra. Sale a la calle y el humo está allí otra vez, está en todas partes. Sube al auto y toma por bulevar Pellegrini hacia la ruta 168 para ir a la Costa. Al cruzar la laguna Setúbal el humo ya se ve en el horizonte. Una barrera que se eleva delante de sus ojos a pocos kilómetros de distancia. El fuego avanzó durante la noche por el monte de la isla y está ahora junto a la ruta, cerca del megamercado de barrio El Pozo. Una camioneta policial con las balizas encendidas advierte en el lugar a los conductores que deben transitar lento para evitar accidentes. Metido en el monte se ve el camión y los bomberos sofocando las llamas. Son las 8 de la mañana y el sol ya asomó, aunque por el humo se ve poco. Los vehículos atraviesan la barrera gris y siguen adelante. La mayoría viaja en sentido contrario al rumbo de Mónica. Van hacia el oeste, van a la ciudad a trabajar o a estudiar. El olor a humo se mete por las rendijas y la ventilación de los autos. Los que viajan con la ventanilla baja sienten además el calor de las llamas al atravesar el lugar.
El fuego se mantuvo por varias horas en la noche y en el amanecer llegó a la ruta que funcionó como barrera. Antes lo quemó todo. La isla, los árboles, los nidos, las plantas, los pastos, los postes, los animales e insectos más indefensos y alguna precaria ranchada sobre el montecito. El fuego llegó al límite de un sector del distrito La Guardia, uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Los vecinos alarmados sofocaron las llamas en el patio de sus casas con lo que tenían a mano mientras los bomberos hacían lo mismo en otros frentes con camiones hidrantes y mangueras de las que sale con potencia el agua. En el suelo se dibuja el serpenteante límite entre lo verde y lo quemado, entre las flores y las cenizas, entre la vida y la muerte.
Fotorreportaje Fernando Nicola
Las quemas en el área metropolitana de Santa Fe, al igual que en otros lugares, no son noticia. Hace ya varios años que se repiten y van en aumento. Los Bomberos Zapadores debieron sofocar las llamas más de 2.100 veces en lo que va de este 2024. “El año pasado alcanzamos las 3 mil intervenciones”, enumera el jefe de los Bomberos, Juan José Martínez. “Es muy posible que este año lo superemos”, anticipa.
Los incendios ilegales no ocurren sólo en las islas. También hay quienes prenden fuego en el campo y en basurales a cielo abierto en distintas zonas del área metropolitana santafesina, al igual que en otras zonas de la provincia y la región. Cuando ocurren a la vera de la autopista a Rosario se disminuye la visibilidad y son además un riesgo vial. Ya hubo accidentes. El último gran incendio no controlado ocurrió hace un mes atrás cuando se quemó parte del predio del Aeropuerto de Sauce Viejo.
Fotorreportaje Fernando Nicola
El Ministerio de Ambiente y Cambio Climático administra el Centro de Monitoreo (ubicado en Sede Ribera, Rosario) que emite alertas tempranas de incendio a partir de las imágenes que captan los faros de conservación que el gobierno nacional tiene en el Túnel Subfluvial, al igual que en Villa Constitución, Puente Rosario-Victoria, Victoria, Diamante y Puerto Gaboto. Desde esta base se puede detectar la dimensión y ubicación de los principios de incendios que suceden hasta 50 km de distancia. Desde principio de año tienen un protocolo de acción que involucra a distintas áreas del gobierno para mejorar los tiempos de reacción ante eventos de este tipo.
El escenario medioambiental facilita los incendios. En estos días previos al inicio de la primavera el río Paraná está muy bajo, igual que en los últimos años en los que alcanzó los picos históricos de la última mitad de siglo. A ello se le suman la sequía y la falta de lluvias en toda la región. Hay más suelo y pasto seco para que el fuego avance a gran velocidad por todo el humedal y los campos del Gran Santa Fe, y ponga en jaque además algunos barrios y countries periurbanos.
Fotorreportaje Fernando Nicola
“Las condiciones son propicias para que se produzca cualquier tipo de incendio de gran magnitud, generado de manera intencional o por un fuego que no se apagó bien”, advierte el secretario de Protección Civil, Marcos Escajadillo, desde el centro de monitoreo. Para tratar de prevenirlo, el Gobierno Provincial trabaja junto a los municipios y la Federación Santafesina de Bomberos en la coordinación de tareas de los bomberos zapadores y voluntarios. “El factor humano tiene mucho que ver con los incendios”, asegura Martínez, el jefe de la Agrupación, “la falta de conciencia, el desmanejo del monte, la tala indiscriminada, el mal desmalezamiento de los campos y los basurales ilegales dan cuenta de que la gente no tiene responsabilidad, por lo que no se realizan quemas controladas”, se queja quien coordina a los hombres que casi a diario arriesgan su vida ante las llamas y sufren las consecuencias en su salud.
Fotorreportaje Fernando Nicola
Este fenómeno de las quemas llegó para quedarse y es necesario un cambio de paradigma para evitar la devastación. Evidencia de ello es lo que dicen los investigadores cuando explican que durante el 2008 los incendios arrasaron casi el 15 por ciento del Delta del Paraná y durante los últimos meses, nuevos incendios afectaron más de 300.000 hectáreas de estos mismos humedales (aproximadamente el 17% de su superficie). Según un estudio realizado por el Instituto de Salud Socio Ambiental de la Facultad de Ciencias Médicas -UNR-, estos incendios provocaron un incremento de 5 a 6 veces los valores de contaminación del aire, superando el valor de 2 permitido por ley (InSSA, 2020). Las pérdidas económicas son cuantiosas y se provocan daños en la salud humana.
Las predicciones emitidas en febrero 2022 por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPPC según sus siglas en ingles), son alarmantes para diferentes regiones de nuestro planeta. Entre algunos de los cambios climáticos preocupantes se prevén aumentos en las temperaturas mínimas y máximas, lo que repercutirá de diversas formas en la calidad de vida de las personas y en la salud de los ecosistemas (IPCC, 2022). América Latina representa una de las regiones más afectadas por el aumento de la temperatura, y los pronósticos indican que el incremento tanto de la temperatura como del nivel de mar, serán más acelerados que en el resto del mundo, lo que provocaría retroceso de la línea de costa, mayor número de sequías en algunos países y de inundaciones en otros. En relación a ello, y considerando las predicciones vinculadas al cambio del clima (más sequías severas, temperaturas del aire más altas y vientos fuertes), el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) emitido durante el mes de febrero pasado prevé que el cambio climático y el cambio en el uso de la tierra harán que los incendios sean más frecuentes e intensos, con un aumento mundial de hasta un 14 por ciento para 2030, un 30 por ciento para finales de 2050, y un 50 por ciento para finales de siglo (UNEP and GRID-Arendal, 2022).
Fotorreportaje Fernando Nicola
Las cenizas
Ahora es casi el mediodía y Mónica, la vecina de barrio Candioti, regresa de la Costa a la ciudad. Lo que horas antes era fuego y humo en las islas a la vera de la ruta 168 es devastación. Al mirar hacia el costado en un desahuciado traveling aparece frente a sus ojos un paisaje de suelo arrasado por las llamas. Focos de humos grises que se elevan al cielo aquí y allá y un poco más allá. Ya no hay copas ni frutos en los árboles de ramas negras y vacías. No hay monte. El horizonte se prolonga ceniciento hasta donde se pierde la mirada. El aire que ingresa por la ventanilla baja sigue siendo molesto, irrespirable.
Fuego. Humo. Toxicidad. ¿Es necesario volver a usar el tapa bocas de la pandemia por coronavirus? El neumonólogo Martín Maillo (MP 3635) dice que para algunos pacientes, “sí”. La quema de pastizales tiene un impacto directo sobre las personas. “No sólo sobre las personas con enfermedades respiratorias, cardíacas o de la piel, sino inclusive sobre las personas sanas”, advierte.
Fotorreportaje Fernando Nicola
La quema de pastizales, en las islas o en basurales a cielo abierto no sólo produce el humo, “que es molesto, sino también la dispersión de material incandescente”, explica el médico, “lo que genera una gran irritación y molestias en el aparato respiratorio, que derivan en consultas en todos los efectores de salud”. Impactan en el ambiente santafesino, tanto en la biodiversidad como en la salud de la población, y tienen consecuencias que contribuyen al cambio climático. “Respiramos humo de biomasa, que es el humo producido por la quema de material orgánico”, describe el doctor Maillo.
Cuando se incendian los pastizales se quema material biológico que “tiene en su composición partículas y el humo, que es muy parecido al del tabaco y es muy agresivo hacia la vía aérea”, dice el neumonólogo y aclara que “el cigarrillo tiene un filtro que evita inhalar el material incandescente, en cambio el humo de las quemas que respiramos desgraciadamente tiene partículas a altas temperaturas, que al tomar contacto con los ojos, la nariz, la boca y el aparato respiratorio bajo genera daño directo en las células e inflama la zona, lo que hace que la persona se sienta mal, y además la predispone a que luego cualquier bichito que ande en el ambiente pueda generarle una infección, y eso es lo que está sucediendo. Mucha gente viene hoy al consultorio por una irritación y con el paso de los días termina con una infección respiratoria”.
Fotorreportaje Fernando Nicola
“Las consultas por estas infecciones aumentaron en los últimos años y cada vez que empiezan las quemas en la zona es notorio como crece el número de consultas y, desgraciadamente, también el número de internaciones”, dice Maillo. “Es un problema recurrente que demanda acciones inmediatas”.
-¿Qué se le recomienda a la población?
-En días de quemas hay que mantener las ventanas y puertas cerradas. Cuanto más cerrado, menos exposición. Cuando cambia el viento podemos abrir y limpiar para que salga el humo que haya quedado en la casa. La población enferma debe utilizar lentes para evitar el impacto sobre los ojos y un barbijo, tapabocas, bufanda o cuellera sobre la boca y nariz a la hora de salir al exterior para cuidar la vía aérea”.
Por estos días, especialistas, investigadores y funcionarios llevan adelante varios proyectos que pretenden conocer más sobre la incidencia de los incendios en la región para diseñar prácticas de manejo integradas y socio ambientales sostenibles. Para ello se han realizado, entre otras acciones, quemas prescritas en distintas zonas. Los especialistas registran primero la flora, fauna y otros elementos. Luego analizan qué pasa durante y después de las quemas, y sacan conclusiones que servirán a futuro para renovar los protocolos de acción.
Fotorreportaje Fernando Nicola
El fuego es un elemento de la civilización. Se utiliza de diversas formas. “Nosotros estudiamos los tipos de fuegos, para qué se usa y en qué condiciones” cuenta la doctora en Ciencias Biológicas y licenciada Biodiversidad, Zuleica Marchetti, desde el laboratorio de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral (FICH UNL). También investigan en qué situaciones se podría llegar a usar el fuego para prevenir grandes incendios. “El objetivo final de todo esto es integrar distintos sectores y organismos, disciplinas y miradas para generar información científica, que sirva para concientizar y sensibilizar a la gente sobre el uso del fuego, porque en definitiva es una herramienta que puede jugar a favor o en contra. Queremos aprender del fuego y del ambiente lo más interdisciplinar e intersectorialmente posible para tenerlo como un aliado”, dice Marchetti.
“El fuego es un elemento preexistente que en la naturaleza se genera de manera espontánea, y que los humanos utilizamos luego desde hace miles de años”, pone en dimensión -a su turno- el doctor en Ciencias Biológicas, Alejandro Giraudo (FHUC UNL CONICET). Dentro de esa utilización “a veces ocurren excesos”, advierte. “Debemos estudiar el fuego sin esos prejuicios”.
Fotorreportaje Fernando Nicola
En cuanto a las consecuencias de las quemas, Giraudo cuenta que hay especies que “están adaptadas al fuego, como el aguilucho colorado que caza en los frentes de fuego”, por lo que “se ve una evolución del ecosistema”. Todo ocurre en un escenario de cambio climático con sequías extremas durante los últimos años en la región, en las que el fuego “se tornó algo que impactó enormemente en el ambiente y en la fauna”, señala el especialista. “Lo vemos, por ejemplo, en la mortandad masiva de vertebrados y anfibios, como las ranas y sapos; y en menor cantidad, reptiles como lagartos y serpientes; mientras que los mamíferos y las aves tienen más posibilidad de escapar y muchas veces sobreviven”, mientras que su hábitat queda devastado.
Mirar el fuego
La investigación va a fondo y sentará precedente, ya que también estudian el impacto del fuego en pequeños invertebrados y micro organismos que viven en el agua y son una fuente de energía para el ecosistema, debido a que son alimentos para los peces. “No existe ningún otro tipo de estudio semejante en todo el mundo. Es totalmente innovador”, dice la doctora en Ciencias Biológicas y licenciada Biodiversidad del Instituto Nacional de Limnología y CONICET, Florencia Gutiérrez. Tras las quemas experimentales controladas “recién empezamos a recolectar las muestras para determinar si estos invertebrados fueron afectados por el fuego”, cuenta. “Si fueron afectados puede pasar que disminuya la abundancia y biodiversidad, lo que repercutiría en otras comunidades”, agrega, es decir, en la variedad y cantidad de peces. Pero además estos micro organismos “tienen una función ecológica muy importante porque son recicladores de materia orgánica, entonces también habría otro problema allí”. Todo está por verse, con la rigurosidad científica.
Fotorreportaje Fernando Nicola
Las investigaciones en marcha financiadas con fondos nacionales son al menos cuatro y se extenderán hasta 2026. Una de ellas es el proyecto PICT 2021, financiado por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación del el Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación de la Nación. Le sigue el Proyecto CAI+D, financiado por la UNL; y el PEICID-2022, que finalizó este mes y fue financiado por la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Todas involucran a científicos santafesinos y a instituciones como la UNL, UNR, CONICET, INTA, la Universidad Simón Bolivar de Venezuela y el Colectivo Cobra CIC, de Reino Unido. A estos se suma la Secretaría de Protección Civil y Gestión de Riesgos de la provincia.
Este equipo de investigación ya realizó dos quemas controladas, la primera el año pasado. “En ambas pudimos ver cuestiones muy diferentes”, cuenta Marchetti. “Los fuegos son completamente distintos según el tipo de vegetación e, incluso, en una misma vegetación ante diferentes situaciones meteorológicas. Además, los efectos, consecuencias y la recuperación del ambiente son claramente diferentes”.
Fotorreportaje Fernando Nicola
Su compañero de equipo, Giraudo, pasa una parte del año en ambientes naturales donde lleva adelante sus investigaciones. En los Esteros del Iberá (Corrientes) pudo estudiar en los últimos años la incidencia del fuego antes del inicio de las actuales temporadas de quemas que azotan hoy a Santa Fe. “Ahí detectamos una gran mortandad de vertebrados”, señala el investigador. “Lo que hay que saber y estamos investigando es qué rapidez tiene el fuego cuando se hace una quema, qué temperatura alcanza, de cuánto combustible dispone; lo que dará fuegos de distintas intensidades. Cuando es alta, afecta a la fauna silvestre”.
Entonces, “si cortamos los ciclos de fuego y dejamos acumular mucha biomasa seca en los ambientes, los fuegos futuros tendrán mucho combustible y serán mucho más graves. Así que, a veces, las quemas prescritas y llevadas a cabo en épocas adecuadas son la forma de evitar los fuegos catastróficos de los últimos años. Y esto es posible. Todo se puede controlar. Los humanos somos capaces de construir cosas maravillosas y debemos aprender de los wichis y otras comunidades ancestrales de la región, por ejemplo, que manejan muy bien el fuego”, dice Giraudo.
Fotorreportaje Fernando Nicola
Pero “la población tiene que evitar prender fuegos para no provocar incendios -recalca el investigador-. Existen normas reguladas por el Estado para hacerlo. Lo deben hacer especialistas, como ocurre por ejemplo en el Parque Nacional El Palmar, a donde se necesita el fuego porque la palmera yatay evolucionó con el fuego y lo necesita para no desaparecer. Debe haber legislación basada en información técnica y cada quema debe ser controlada por el Estado”.
Otro proyecto que está en marcha en la región busca censar la presencia de partículas en el aire para poder brindar información rápida y certera a la población sobre la calidad del aire que se respira, y así saber si hay que cuidarse o no cuando se sale a la calle. Todavía no se puso en práctica.