Macarena Ripoll
El espacio público, lugar de encuentro y de marchas para hacer escuchar los derechos, cuenta con varias placas y monumentos, los cuales fueron considerados a la hora de la remodelación del lugar. Participaron los propios artesanos y miembros de las instituciones representadas.
Macarena Ripoll
Corría el año 1980 cuando comenzaron las tareas para transformar el Mercado Central de la ciudad en la Plaza del Soldado. Cinco años más tarde, emplazaron el monumento que hoy le da el nombre, en honor a los soldados argentinos que dieron su vida en el Atlántico Sur. El punto neurálgico de la ciudad pasó por muchos cambios a lo largo de los años, y entre historias, marchas y vivencias, se convirtió en un centro emblemático donde suelen convocarse las distintas movilizaciones sociales.
Aunque con el paso de los años la plaza vivió deterioros, este año fue inaugurada y modernizada, pero sin perder la esencia que le dio vida en un principio. Algunos ciudadanos mencionan a esta plaza como un lugar para hacer escuchar los derechos. Entre ellos, Esthela, vecina cercana a las inmediaciones, mencionó a El Litoral que "esta plaza es emblemática para nuestra ciudad por varias razones: una porque está en un lugar céntrico, acá se hicieron y se siguen haciendo las rondas de las Madres de Plaza de Mayo que reclaman por sus hijos y sus hijas desaparecidas. Y porque, además, es el punto de encuentro de donde salen las marchas de reclamos de cualquier derecho vulnerado". Y agrega que tras la remodelación "quedó un espacio realmente lindo, agradable, que invita a ser visitado y que además, invita a la reflexión de la memoria histórica".
El mural que reconoce a todos los caídos en la guerra de Malvinas, fue construido en 1985 por Raúl Zurita Fernández, quien ahora prestó su contribución durante la remodelación del espacio público, junto a José Luis Vega, presidente Agrupación 2 de Abril Veteranos de Guerra de Malvinas. El conjunto del monumento fue modificado en parte: se demolieron las aletas con columnas que estaban deterioradas; el mural que conforma la pieza artística central y de mayor importancia no tuvo cambios; pero sí se agregó sobre el plaquetario que está debajo, una nueva plaqueta en honor al Gaucho Rivero, quien se alzó en 1833 contra los ingleses en Malvinas.
"También se agregó -a un costado del mismo- placas con los escudos de las provincias del país, junto con cazuelas con tierra traída de cada una de ellas. Y se sacó del conjunto central, se restauró y colocó detrás de esa línea de placas, el mapa de las islas. Además, debajo del plaquetario central, se colocó una cazuela con tierra de las Islas Malvinas, lo que termina de generar un simbolismo importante al conjunto del monumento", cuenta Juan Martín Galán, coordinador de Patrimonio Urbano municipal, quien tuvo a su cargo el vínculo con los artesanos y vecinos.
"Esta plaza fue siempre la plaza de todos", dice Hugo Kofman, del Foro contra la Impunidad y por la Justicia, acerca del reloj de sol. La época para el olvido es la que más necesitamos recordar para no repetir los pasos de la dictadura militar y fueron ex presos políticos exiliados a Italia los que desde el principio tuvieron en claro esta idea.
El reloj de sol es una alegoría, porque "va a seguir siempre marcando las horas", menciona Kofman en su explicación sobre el proyecto realizado por la Municipalidad de Santa Fe a pedido de las Madres de Plaza de Mayo.
El monumento formó parte, en su momento, de un proyecto llamado "Memoria sin tiempo", y fue realizado en distintas localidades de Argentina, entre ellas, nuestra ciudad por encargo de las Madres de Plaza de Mayo. El nuevo monumento no pierde su esencia, con la ayuda de artesanos, ingenieros y del titular del CODE, Jorge Coghlan, el reloj fue restaurado manteniendo su ubicación original y las horas que nunca terminan.
Las pisadas que dejaron las Madres de Plaza de Mayo en cada una de sus marchas, tomaron vida nuevamente en las baldosas colocadas cuando se renovó el espacio público. "La idea era sostener y remarcar lo simbólico de esta plaza; una plaza que siempre fue un lugar de encuentro de los organismos de derechos humanos", menciona a El Litoral, Publio Molinas, director de Derechos Humanos de la Municipalidad.
El pañuelo blanco, símbolo de lucha, dolor y amor, aparece sobre un fondo celeste y corona el camino de quienes han marchado por cada desaparecido. La artista María Luisa Heredia trabajó en cada detalle y honró a la ciudad entregando el mosaico que se observa en la plaza. Un gran pañuelo blanco con un fondo celeste repleto de círculos, los grandes representan a los desaparecidos, los pequeños a los niños secuestrados y los blancos a las Abuelas y Madres que luchan por mantener viva la memoria, la verdad y la justicia.
En uno de los caminos del espacio público, se halla una placa con el nombre de Orlando Navarro, militante del Partido Comunista Revolucionario, detenido y asesinado en 1976. La placa lleva escrita "hasta la victoria siempre", y reivindica la lucha de Navarro que mantuvo sus ideales hasta el final.
El 24 de enero de 1997, José Luis Cabezas fue secuestrado y luego calcinado en una cava en Pinamar. Un año antes había tomado la foto que le puso rostro a Alfredo Yabrán, uno de los hombres más poderosos del país.
El 25 de abril de ese mismo año, la Asociación de Prensa de Santa Fe junto con la Asociación de Prensa de Reporteros Gráficos de la República Argentina colocaron una placa de bronce en homenaje a José Luis Cabezas, el periodista que alzó la voz. 26 años después, la placa de Cabezas fue restaurada, aunque con la remodelación cambió de lugar, siendo reubicada en uno de los caminos de la Plaza del Soldado.