Luciano Andreychuk
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Caminaban como fantasmas en pena por el medio de la avenida, con los pantalones arremangados hasta la entrepierna. Eran hombres, ancianos, mujeres y niños. La subjetividad se recicla con lo que queda en la memoria emotiva de las tragedias pasadas: 2003 y 2007 otra vez, decían. Y gracias a Dios que no llovió, agradecían a la Divinidad. Pero no a la clase dirigente. No vinieron funcionarios ni esos candidatos tan lindos en los afiches electorales, se quejaban.
Una decena de barrios del norte de la ciudad sigue padeciendo a duras penas la inundación, tras los incontables milímetros que cayeron en tan pocos días, con los suelos saturados y sin desagües. Y lo peor: en Peñaloza al 10000, por ejemplo, un vecino contó haber pasado la noche con un arma cuidando su casa. “Andate a Altos de Nogueras y vas a ver: hay tiros, saqueos. Es la ley de la selva”.
Además, en Las Flores II, las pocas despensas que están abiertas con el agua a poco de sus entradas se están quedando sin provisiones. Después de los dos intentos de saqueo a dos supermercados, ayer, conseguir comida se hace más difícil. “Tengo que caminar como 10 cuadras para conseguir un poco de pan o leche. Se está generando un principio de desabastecimiento”, dijo a El Litoral Marcelo, de la torre Nº 10 de Las Flores II.
Las alimañas empiezan a brotar desde las profundidades de la humedad. Suben alacranes, reptiles, ratas. La basura empieza a acumularse en las esquinas: ya hay zonas donde el olor asquea el olfato. La posibilidad de focos infecciosos está latente. En las entradas de las casas, diques improvisados con ladrillos y bolsas de arena. Otra vez, como en otras ocasiones.
Caótico
En Zuviría y Zeballos hay entre 20 y 30 centímetros de agua. “Rajá de acá, andate”, echó una vecina con la bronca a flor de piel, y portazo en la cara. Tenía el agua en su casa y perdió casi todo. Otra, llorando, clamó ayuda por un hermano con asma. Y otra sacaba agua desde adentro su casa con una pequeña bomba. “Estamos a la buena de Dios”. Fue otra invocación a la Divinidad, lo único que asiste estos días en ese caos.
Desde Espora y esa avenida central, el agua llega a casi medio metro, según relataba a los gritos un hombre mayor desde la esquina. “Pibe, olvidate de venir para acá, al menos que te traigas una canoa”, bromeaba. Dicen que el humor es una forma catártica de resistir la adversidad.
Sobre Peñaloza al 7500 y alrededores, la cosa está igual o peor. En Las Flores II, las calles están anegadas. Sobre Reg. 12 de Infantería y Santiago de Chile al este -barrio San José- los vecinos dicen que el agua les llega a la cintura. Así, sin errarle a la medida. Y que ya hay saqueos e inseguridad.
Peñaloza con Gorriti es un mar. Bloquearon la calle con un enorme cartel publicitario donde se ven los restos arrancados de un cartel que antes mostraba un rostro en campaña electoral. En Altos de Nogueras, “ya defendemos nuestros bienes a los tiros. Salen a saquear. Me pasé la noche en guardia”, contó Oscar Natero. El agua no escurre y va trayendo lo peor.