Quienes viven o trabajan cerca de un local bailable o un bar en la zona de la Recoleta y Candioti Norte mantienen un reclamo histórico: que se respete su impronta de barrios residenciales -como son considerados para el cálculo de los gravámenes- y se recupere la serenidad que alguna vez tuvieron esos lugares.
“Yo como médico recomiendo que los jóvenes se diviertan, es el momento de la vida en que deben hacerlo”, manifestó Rubén Fernández, vecino de la Recoleta y primer expositor de la audiencia pública juvenil sobre boliches que se hizo en el Concejo. Con esas palabras el doctor inició su alocución para solicitar que también se respete su derecho a descansar y sobre su propiedad.
Siempre que se los consulta, la referencia obligada también es para los padres de los chicos que salen. “¿No les preguntan a sus hijos qué hacen cuándo salen? ¿No los ven llegar a la casa totalmente ebrios?”, cuestionan a coro.
Graciela, una comerciante de la zona, dijo que “ver el estado en el que andan los chicos por acá a las 8 de la mañana es lamentable; el principal problema es el consumo de alcohol”.
Queremos dormir
En Candioti Norte, sobre calle Castellanos los discursos no son diferentes. “Sería bueno que se concrete realmente el traslado, son muchos los problemas que tenemos los fines de semana”, mencionó Norma. La señora enumeró que “se duerme muy mal, hay peleas en la calle, en las veredas quedan botellas rotas a la salida y como no se respeta el estacionamiento tenemos que esperar que la gente se vaya para sacar el auto”.
En el mismo sentido, Mónica destacó “dos problemas fundamentales que son la ocupación de las cocheras con los autos de la gente que va al boliche y desde las 6.30 de la mañana no dejan de tocar el timbre cada uno que pasa por la puerta”.
Después de los reclamos particulares, hay otro que lo repiten todos los vecinos, en todos los barrios: el ritual del baldazo. “Todas las mañanas hay que tirar agua para sacar lo que deja la gente que se descompone, estamos bastante cansados”, lamentó Mónica.