Fue subjefa del Comando Radioeléctrico de la Costa
Nadia Soperez: "Trabajé mal y estoy purgando mi condena"
Fue condenada en 2017 a ocho años y seis meses de prisión por delitos que cometió mientras se desempeñaba como policía. Los admitió en un juicio abreviado y ahora, desde la cárcel, pide perdón.
Una ex policía en prisión. Nadia Soperez llegó a ser subjefa del Comando Radioeléctrico de la Costa. Hoy tiene 40 años y cumple condena en el Penal Correccional N° 4 de la capital santafesina. Crédito: Fernando Nicola.
Nadia Lucrecia Soperez. Así se llama una de las 70 internas alojadas en la Unidad Correccional de Mujeres N° 4 de la capital provincial. Tiene 40 años y está condenada en el marco de la llamada "Causa Comando de la Costa" a 8 años y seis meses de prisión por delitos que cometió mientras se desempeñaba como subjefa del Comando Radioeléctrico de la costa santafesina. Su condena se dio en el marco de un juicio abreviado, donde ella asumió su responsabilidad.
Por haber sido miembro de la fuerza, Nadia Soperez está alojada en el pabellón policial, donde son cuatro internas en total. A diferencia de las demás, tienen un patio propio de pequeñas dimensiones.
Lo primero que dice cuando comienza el diálogo es que le queda un poco más de un año para la libertad condicional y que no ve la hora de que llegue ese momento. Adaptarse al sistema carcelario, al mundo dentro de una prisión, no le fue fácil. Lleva 4 años y 8 meses detenida.
"¿Qué representa para una ex policía estar privada de su libertad?", preguntó El Litoral. "Es muy duro. Entré un domingo. La desvinculación del seno familiar más que nada fue duro. Yo tenía una vida absolutamente normal afuera. Pero bueno… trabajé mal, no estuve a la altura de la responsabilidad de lo que era mi trabajo y acá estoy… purgando una condena", responde.
La pena impuesta a Soperez es por la coautoría de los delitos de tortura; apremios ilegales; vejaciones; severidades; privación ilegítima de la libertad; amenazas coactivas; falsedad ideológica en instrumento público agravado (por ser ejecutado por funcionario público con abuso de sus funciones); allanamiento ilegal; robo calificado y hurto calificado (por ser en poblado y en banda y por ser ejecutado por personal policial). La pena también se le impuso por la autoría de los delitos de abuso de armas, violación de secreto y amenazas coactivas; y por su participación necesaria en el delito de robo calificado (por ser cometido por personal policial).
"Estoy cerca de cumplir cinco años acá. La llevo bien… no es fácil. Es duro estar privado de la libertad. Creo que la clave está en hacer cosas como trabajar o estudiar. Acá te dan todas las herramientas y si las sabés aprovechar a la vida en prisión la podés sobrellevar", cuenta.
Por haber sido subjefa del Comando Radioeléctrico y ahora estar del otro lado, Nadia Soperez reconoce que cuando llegó a la cárcel estaba enojada. No lograba adaptarse. Dice que su mayor enojo no era con el penal sino con la vida misma. Hasta que entendió que no había otra salida más que la de aceptar su condición de presa y hacer lo posible para sobrellevar una vida detrás de las rejas.
A casi cinco años de estar privada de su libertad, la ex subjefa del Comando Radioeléctrico de la Costa se quiebra al contar cómo se siente hoy.
Según ella, de aquella mujer enojada, ruda, sin ganas de hablar con nadie que llegó a la Unidad Correccional N°4 hoy no queda nada. Dice que se siente "más mujer, más entera, con muchas ganas de salir y formar una familia y con ganas de pedir perdón a mucha gente".
Cuando termina de expresar eso, llora. Pero la entrevista continúa. No se corta. Después de un silencio de algunos minutos explica que esas lágrimas son una mezcla de todo.
"Extraño mucho a mi familia. En este proceso perdí gente muy importante para mi: mi padre, mi abuela… Me queda mi madre, que es quien me sostiene y el pilar mas fuerte que tengo. Ni hablar de mis hermanas, que son de fierro. No hay un sábado que no me vengan a ver. La familia es fundamental para quien lleva una vida en prisión".
-Hablaste de pedir perdón. ¿A quién o a quiénes te referís?
-A la gente que me denunció en aquel momento. A todos ellos les pido perdón. Yo sé que no me puedo acercar pero si tienen acceso a esta nota quiero pedirles perdón. También a mi familia, porque se quebró desde que pasó esto. No es la misma. También perdón a la gente del servicio penitenciario que traté mal cuando llegué. Yo tenía una vida normal y ahora me encuentro acá.
-¿Y qué fue lo que te pasó en ese momento?
-No estuve a la altura de la función que tenía que cumplir. Trabajé mal y me hago cargo. Se cometieron muchos delitos de los cuales soy responsable y estoy cumpliendo condena como cualquier otra persona de la sociedad.
-¿Te reconocés culpable?
-Sí, totalmente.
En funciones. Nadia Soperez en un desfile de la fuerza policial, institución a la que pertenecía y nunca más podrá regresar por los delitos cometidos.
De familia policía
Nadia Soperez es la menor de 4 hermanas. Su padre, ya fallecido, también fue policía.
En el patio del pabellón policial donde se realizó la entrevista, recordó su infancia y admitió que sus padres no querían que siguiera la carrera policial.
"Yo tuve una infancia perfecta. Me eduqué en San José del Rincón. Allí hice preescolar, la primaria y la secundaria. Tuve una infancia muy sana. Ya más grande recuerdo que nos quedábamos hasta altas horas de la noche con los vecinos. Siempre fui media varonera, así que la mayoría de mis amigos eran varones. Éramos yo y 10 amigos varones. No tuve muchos novios", recuerda y sonríe por primera vez en lo que va de la entrevista. Y agrega: "Mis padres siempre me aconsejaron que estudie. No querían que fuese policía, por más que mi padre lo era. Me decían eso porque el policía no tiene horarios y siendo mujer era más difícil… Mi relación con ellos fue excelente. Vivíamos juntos los 3, hasta que pasó todo lo que pasó conmigo".
El padre de Nadia Soperez falleció en 2018 de cáncer de colon. Cuando se lo detectaron no había nada por hacer. Ella lo recuerda con mucho amor porque no hubo un día que no fuera a visitarla a la cárcel.
Consultada sobre si se arrepiente de haber formado parte de la fuerza, dice que no. Está convencida de que ese fue su destino y este su presente. Es lo que le tocó.
Entre las personas que la visitan en la cárcel, señala a sus hermanas. Sobre su madre explica que tiene problemas de salud y es por ello que no puede concurrir. No obstante la ve cada 4 meses, en los denominados acercamientos familiares. "Si Dios quiere en noviembre la voy a ver".
Convivencia forzada
Las horas del día de esta interna son ocupadas para el estudio y el trabajo. No tiene amigas. La razón de eso, explica, es que le pasó de crear vínculos con otras mujeres que luego se rompen cuando les llega el momento de salir.
"Aprendí a convivir. Es una convivencia forzada porque uno no decidió estar acá. No tengo amigas. Yo estudio, trabajo… Ocupo mi tiempo en algo. Creo que esa es la clave para llevar la vida en prisión", señala.
Entre las tareas que realiza menciona el lavadero exterior, de 7.30 a 18 horas, y el taller de costura que brinda la Pastoral Carcelaria. En cuanto al estudio, refiere que gracias a una beca de la UNL comenzó a estudiar previsión social, donde cursa desde la prisión el primer año.
Va llegando la hora del almuerzo. La charla tiene que llegar a su fin. Y Nadia lo sabe. Decide despedirse diciendo que no le avergüenza su situación pese a que se le imputaron más de 50 delitos. No se avergüenza porque está purgando condena por cada uno de ellos. Lo que sí, admite, siempre se hizo una pregunta que nunca supo contestar: "¿por qué a mí?" Hasta que un día encontró la respuesta en una repregunta: "por qué no a mi"?
Nadia se levanta de una de las 4 sillas colocadas alrededor de una mesa en el patio de su pabellón. La guardiacárcel abre la reja. Ella pasa, como una más, y se va caminando hacia su celda a esperar el almuerzo.
Nadia Soperez no fue la única policía condenada en el marco de la llamada Causa Comando de la Costa. En total fueron 15 ex miembros de la fuerza.
Los delitos por los que se los acusó y condenó fueron "torturas, robos, allanamientos ilegales, apremios, amenazas coactivas, falsedad ideológica, privación ilegítima de la libertad, vejaciones, abuso de armas y severidades".
Las víctimas son distintas personas, algunas de las cuales denunciaron lo ocurrido en Asuntos Internos y otras en la División Judiciales de la policía.
En el marco de esta causa la justicia comprobó que los condenados siguieron un "modus operandi" al cometer los ilícitos. En tal sentido, se indicó que el modo recurrente de obrar consistió en ingresar de forma ilegal a domicilios, privar ilegítimamente de la libertad a quienes estaban en los inmuebles, agredirlos y apoderarse de sus pertenencias.
En cuanto a los ataques, los policías solían golpear y amenazar a las víctimas, al punto tal de llegar a torturas. Luego los uniformados insertaban declaraciones falsas en actas de procedimiento, a fin de ocultar la ilegalidad de su conducta. Eran "causas armadas", es decir, causas penales originadas porque la policía inventa un delito o se lo atribuye falsamente a alguien.
La justicia comprobó que con los conocimientos y las herramientas de trabajo que les proveyó el Estado, los condenados actuaron de forma dolosa contra la libertad, la integridad física y psicológica y la propiedad ajena. Según se detalló, entre las víctimas hubo mujeres, niños y personas con discapacidad.
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