Mónica Ritacca - [email protected]
A simple vista, Antonia Cabrera parece una persona mayor. A un metro de distancia se ve que tiene varias arrugas en el rostro, el cabello invadido de canas y las manos resecas. Sin embargo, tiene apenas 57 años; “una piba” según la definió su compañero de vida Roberto Ramírez, un hombre de 76 años cuyo aspecto físico tampoco coincide con su edad.
Antonia y Roberto viven en Varadero Sarsotti. Son clasificadores informales de la basura, comúnmente llamados “cirujas”. “Para nosotros no es una ofensa que nos llamen cirujas. La basura es nuestra manera de subsistencia, así como para otros lo es la venta de pororó, de artesanías...”, contó Ramírez. Y agregó: “Todos los días, entre las 8.30 ó 9 de la mañana, salimos con nuestro carro tirado por un caballo a cirujear por barrio Centenario. Buscamos cartones y botellas de vidrio y pasamos por negocios que siempre nos dan verduras que ya no pueden vender porque se pusieron feas. Otros locales nos dan restos de carne y huesos. Cuando llegamos acá, empezamos a preclasificar: lo que es para los animales; lo que es para vender lo separamos bien, porque juntamos vidrios y cartones; y lo que es para nosotros lo llevamos a la casa”.
En la recorrida realizada por El Litoral, la pareja, que tiene 3 hijos que se dedican a lo mismo, habían llegado al barrio hacía media hora. Eran las 10.30. “A esta hora, la mayoría anda en la calle. Acá casi todos nos dedicamos al cirujeo”, comentó Antonia, mientras limpiaba unas verduras para “darle a los chanchos”. Y agregó: “Si no salimos a cirujear, nuestros animales no comen. Tenemos chanchos, gallinas y conejos que salimos a vender o nos vienen a comprar. Con eso, sumado a lo que sacamos con la venta de los cartones (se los compran a 25 centavos el kilo) y del vidrio molido (a menos de 10 centavos el kilo) más o menos vivimos”.
Consultados sobre qué hacen con los residuos que descartan, el hombre y la mujer contestaron que los acumulan y luego los queman. “Para nosotros, lo que los otros tiran es nuestro modo de subsistencia. Hace 27 años que nos dedicamos al cirujeo; es algo rutinario que a nadie le gustaría hacer pero que a nosotros, por lo menos, nos permite vivir”, finalizó Roberto.