Figura destacada de las artes plásticas argentinas
La mirada comprometida: Castagnino y su amor por el paisaje y sus seres
La obra de Juan Carlos Castagnino incluyó pasión por el arte y compromiso social. Desde su infancia en Mar del Plata hasta su influencia en la escena internacional, este artista argentino marcó un camino único. Un repaso por su visión del mundo y su defensa de los más vulnerables, presente en sus obras.
“Canillita”, obra de Juan Carlos Castagnino que forma parte del inventario de Santa Fe Arte. Foto: Archivo El Litoral / Mauricio Garín / Flavio Raina
El nombre de Juan Carlos Castagnino figura entre los más relevantes de las artes plásticas argentinas del siglo XX, con proyección internacional. Oriundo de la ciudad de Mar del Plata, su vínculo juvenil con un entorno rural (que incluyó además el uso frecuente de carros y caballos) fue un influjo sustancial para los temas que luego trasladó a la pintura.
Precisamente su interés y preocupación por esta disciplina artística lo llevó a trabajar en la Galería Witcomb en Mar del Plata durante varios veranos. Así se sumergió en el mundo artístico de la época. En 1928, ingresó a la Escuela Superior de Bellas Artes, donde estuvo bajo la tutela de Emilio Centurión y participó en talleres dirigidos por Lino Enea Spilimbergo (a quién se le dedicó un nutrido espacio en esta sección) y Ramón Gómez Cornet.
Museo Nacional de Bellas Artes
Su expresión artística no estuvo escindida del compromiso con el contexto: en 1933, Castagnino fue uno de los fundadores del primer sindicato argentino de artistas plásticos y exhibió su obra en el Salón Nacional de Bellas Artes. En colaboración con artistas como Antonio Berni, el mentado Spilimbergo y David Alfaro Siqueiros, creó una serie de murales para la Quinta de Natalio Botana en Don Torcuato.
En el curso del mismo año en que estalló la Segunda Guerra Mundial, 1939, viajó a Europa, concretamente a París, donde perfeccionó su arte junto a Braque, Léger y, cuentan las crónicas, el propio Pablo Picasso. Regresó a su país natal en 1941 y logró recibirse de arquitecto de la Universidad de Buenos Aires.
Posteriormente, Castagnino trabajó como asistente de David Alfaro Siqueiros, el influyente muralista mexicano. Su destreza artística fue reconocida con premios nacionales e internacionales.
Eudeba / Cott Gallery
En 1963, se convirtió en miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y sus dibujos ilustraron una edición de lujo del “Martín Fierro” publicada por la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) ese mismo año. Que se convirtió en una de las imágenes más icónicas asociadas al texto de José Hernández.
Entre 1964 y 1966, residió en Roma, realizando exposiciones en toda Europa. Castagnino falleció el 21 de abril de 1972 en Buenos Aires, dejando atrás un legado artístico y académico que todavía perdura.
En algún momento se utilizó, para describir a Castagnino, la figura de “pintor social”. Si bien es cierto que sus obras tienen una dimensión de denuncia frente a injusticias, sería en cierto modo reduccionista limitar sus búsquedas plásticas a ese único plano. Cómo señaló Jorge Calvo, “en la obra de Castagnino se puede apreciar el estrecho diálogo con los lugares de la Argentina, con sus hombres y su tiempo, relacionando los paisajes con su gente. Sus trabajos reflejan la lucha pero también el amor”.
Arte de la Argentina
Es decir que en los trabajos de Castagnino se observa un vínculo estrecho entre su vocación social, sus preocupaciones en tal sentido y su evolución artística, que profundizó junto a variados maestros y en periódicos viajes. Algo ostensible en “Canillita”, obra que forma parte del inventario de Santa Fe Arte.
Vocación por los seres
“Con un claro dominio de la figuración contemporánea y situado ante la práctica artística con la certeza de que el artista ocupa un lugar clave dentro de la sociedad, destinado a revelar imágenes que interpelen al espectador sobre diferentes aspectos del mundo contemporáneo, Juan Carlos Castagnino transita los años treinta y cuarenta aquilatando experiencias que vuelca productivamente”, sostiene Diana B. Wechsler.
Arte de la Argentina
Martha Nanni, a su vez, apunta que la “permanente devoción por la naturaleza, por el paisaje de la llanura” es una marca identitaria del trabajo de Castagnino, a la cual se suma “su vocación por la observación de los seres que habitan esos espacios”.
“La mujer del páramo” -explica Nanni, citada por Wechsler- se inscribe dentro de esta serie de “intereses ligados a sectores de trabajadores humildes y esforzados que llevan con dignidad y hasta un rictus de sonrisa la pesada labor diaria. Una paleta de tierras y ocres integra a los personajes con el paisaje, en este caso un espacio en donde la llanura se encuentra con las serranías”.
Museo Nacional de Bellas Artes
Desde la emblemática galería Zurbarán señalan que, posiblemente, lo “más emblemático de su producción sean las maternidades, realizadas tanto en óleo, como acrílico, pastel y tinta”. Dado que reflejan de “manera ágil la realidad que vivía, con rapidez y sentimiento”. A la vez, el interior profundo y los arrabales del conurbano bonaerense están presentes en su obra.
Una visión del mundo
Oscar Smoljan, director del Museo de Bellas Artes de Neuquén, lo describe como valiente y consecuente hasta el fin de sus días. “Sufrió censura y persecución por su inocultada militancia política y social, a la cual jamás renunció y que, con el paso del tiempo, se transformó en un humanismo universal que lo llevó de un sitio a otro del planeta para defender la paz y los derechos de los más débiles”, agrega.
“Su obra siempre sacó a la luz su clara visión del mundo, ya sea la misma tierra a través de sus maravillosos y emblemáticos caballos, que ya modelaba en barro a los tres años; pasando por sus trabajadores rurales y urbanos hasta sus imágenes de los violentos años ‘60 en la Argentina o la guerra de Vietnam, tan negras como la negra tinta con que las plasmó”, sostiene.
El poeta Rafael Alberti, quien fue amigo de Castagnino, mencionó como “entre los valores plásticos de este gran pintor, “puja la pasión humana”.
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