Carlos Páez Vilaró: colores vibrantes para celebrar la belleza del mundo
La obra del artista uruguayo, que oscila entre la tradición afrodescendiente y las vanguardias, perdura en el presente. Su vida incluyó desde un encuentro con Pablo Picasso hasta un rol crucial en la llamada Tragedia de los Andes.
Carlos Páez Vilaró repartió su vida entre Uruguay y Argentina. Por eso se definía a sí mismo como “el pintor del medio del río”. Foto: Archivo / EFE
Hoy, sábado 24 de febrero, se cumplen diez años de la muerte de Carlos Páez Vilaró, una figura significativa para el arte latinoamericano en general y rioplatense en particular. Su obra, gestada a partir de elementos de la tradición afrouruguaya, mixturados con influencias de las corrientes vanguardistas del siglo XX, sigue vigente gracias a su vitalidad y dinamismo.
Archivo
Cómo señaló Raúl Cortés en una entrevista que le hizo al propio pintor cuando éste tenía 88 años, para hablar de su arte, influenciado por Pablo Picasso, De Chirico, Cocteau, Salvador Dalí y Warhol, “es imprescindible preguntarle sobre su primer contacto con las Llamadas del Carnaval uruguayo, esas bandas de tambores de la minoría afrodescendiente del pequeño país sudamericano”.
Archivo El Litoral
Autodidacta, Páez Vilaró transitó por diversos territorios: fue pintor, muralista, grabador, cineasta, compositor, escritor y ceramista. Lo que produjo en cada uno de esos campos es la obvia derivación de un espíritu inquieto, predispuesto a interrogarse respecto a los detalles íntimos de la experiencia humana y a celebrar la belleza que existe en el mundo.
Archivo / José Vittori
Páez Vilaró se distinguió por fusionar elementos de la tradición afrouruguaya con influencias modernistas y surrealistas. Pero no copió a ninguno de sus predecesores de ambas vertientes, sino que en cambio creó así un lenguaje visual distintivo que trascendió las categorías convencionales.
Archivo / EFE
Su vida
Carlos Páez Vilaró nació en Montevideo en noviembre de 1923, “en una palangana de porcelana holandesa” de su abuelo y “mirando al mar”, tal como recuerda en su autobiografía. Fue el menor de tres hermanos, siguiendo a Miguel y Jorge. Su apego por el arte se tradujo en más de 80 exposiciones y más de 90 murales en ciudades de Uruguay, Argentina, Australia, Brasil, Chile, Camerún, Congo, Gabón, Estados Unidos, Panamá, Kenia y La Polinesia.
Archivo / EFE
Representó a Uruguay en la Bienal de San Pablo y participó en el Festival de cine de Cannes. Escribió 23 libros de poemas, memorias y relatos de viajes, otra de sus pasiones. Transitó tres matrimonios, fruto de los cuales nacieron seis hijos. El mayor, Carlos Miguel Páez Vilaró, fue uno de los deportistas sobrevivientes de la “Tragedia de los Andes”, episodio que captó la atención de la prensa mundial en 1972 y dio lugar a la película nominada al Oscar este año “La sociedad de la nieve”.
Páez Vilaró junto a su hijo, uno de los supervivientes de la Tragedia de los Andes. Foto: Archivo
El pintor estuvo tres meses en Chile, donde participó de la búsqueda del avión caído. Páez Vilaró estaba seguro de que su hijo había sobrevivido al accidente y así fue: lo pudo abrazar cerca del final de aquel año. Inclusive, llevó un diario durante la búsqueda de su hijo perdido, lo que dio lugar a un libro titulado “Entre mi hijo y yo, la luna”.
Casapueblo
La contribución más ostensible de Páez Vilaró a la arquitectura y al paisaje cultural de su país, Uruguay, se observa en Casapueblo, que se yergue como un monumento a la imaginación de su creador entre los acantilados de Punta Ballena. Esta estructura, que sirvió como hogar y taller del artista fue pensada con una premisa de integración armoniosa con el entorno natural. La comenzó a construir en 1958 y allí lo encontró la muerte medio siglo más tarde.
Archivo / José Vittori
En una entrevista que concedió a María Paula Zacharías en 2013, poco antes de su muerte, señaló: “cuando yo inventé Casapueblo era extraordinario: estaba solo. Una soledad maravillosa. Sólo tenía diálogo con algunos pescadores que se aventuraban a vivir en las rocas. Hoy en día no conozco ni a los vecinos. Impresionante lo que ha crecido. Antes me dolía cuando alguien construía: ¿cómo lo hacen sin pedirme permiso? Me sentía dueño de las 40 hectáreas. Ya no. Pero yo fui el culpable. Espero al menos que no autoricen a construir en altura, porque me muero. Una ofensa al sol”.
Archivo El Litoral
Picasso
El pintor uruguayo fue a visitar a Pablo Picasso en Francia en el año 1957, cuando ya era una leyenda. “Era dueño de una gran humildad, bajo perfil. El Picasso que yo conocí fue un hombre generoso. Fíjate, recibir a un pigmeo, un watusi. El tipo me recibió con cariño español, un abrazo, un beso”, reveló Páez Vilaró en la mencionada entrevista con Raúl Cortés.
Archivo El Litoral
“Don Pablo me atrajo como atrajo a miles de pintores. No creo que haya un solo pintor en el mundo que no haya tenido en algún momento la tentación de hacer un trazo de Picasso. Cuando veo pasar un avión, pienso que es un Picasso que pasa. Cuando veo una mujer con cola de caballo también pienso que tiene un peinado picassiano. Está en todo”, remarcó al considerar el impacto que había tenido sobre su vida y obra el malagueño.
Archivo
Miradas
Lucía Vázquez Ger afirmó que “Páez Vilaró fue un artista multifacético y viajero. Pintó con óleos y acuarelas, hizo cerámicas, frescos, esculturas, murales en madera, bronce, cemento y mosaico; tanto en aeropuertos, palacios, hospitales, residencias, hoteles. Exploró el stand-art, realizó caligrafías; documentó en su obra culturas populares; captó la atmósfera de los pueblos, plasmando su pulso y sus latidos en sus lienzos. Abordó en sus pinturas temáticas como la pobreza, el trabajo en la fábrica, el candombe uruguayo y brasilero, los “jogos de capoeira”, el folklore negro, la vida nocturna porteña, el tango, la milonga, la mujer y, por supuesto, el sol. Los colores de sus obras vibran”.
Museo de Artes Visuales
Pablo Cohen, en un artículo publicado en Perfil, lo señaló como un “inconformista, inabarcable, pintor por placer más que por ‘la pretensión de medalla’, admirador de Óscar García Reino y de Miguel Ángel Pareja, de Pablo Picasso, de la luz universal, de la energía de Tahití, al que definía como el mejor lugar del mundo, y de un color refractario a la tradición inmejorable pero deprimente de Joaquín Torres García, dueño de una confianza en las propias fuerzas del todo inusual”.
Páez Vilaró con el santafesino Horacio Guarany. Foto: Télam / Archivo
Muchos atardeceres se sumaron en Casapueblo desde la muerte de Carlos Páez Vilaró. Pero su obra cautiva a los que la descubren cada año. Es una referencia en el paisaje cultural. Su creatividad sigue iluminando nuestro mundo.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.