Un repaso por la vida y la obra del pintor entrerriano Moisés Nusimovich, cuyo trayecto lo llevó desde su provincia natal hasta las influencias del expresionismo abstracto en Nueva York y la escultura. Sus muestras en Santa Fe y la entrevista que le hizo El Litoral en 1975.
“Abierto a las concepciones vanguardistas, Moisés Nusimovich trata de reencontrar, a través de diversos medios técnicos, nuevas dimensiones a las formas puras”, afirmó El Litoral respecto al artista. Foto: Galería Jacques Martínez
El pintor Moisés Nusimovich nació en 1919 en la provincia de Entre Ríos, concretamente en General Ramírez, a 61 kilómetros de Paraná. De su juventud, a principios de la década de 1940, datan trabajos de su autoría influidos por el surrealismo. A partir de 1945, pasó poco a poco hacia el expresionismo, pero dentro de los límites de la figuración.
Una década más tarde se fue a Nueva York, donde vivió algunos años. Su paso por el país del norte le permitió aprender muy cerca de artistas de la categoría de Robert Motherwell, Willem Kooning y hasta Jackson Pollock, todos ellos referentes del expresionismo abstracto.
Foto: Arte de la Argentina
Volvió a Argentina en la década de 1960 y, entre otras actividades, fue director de artes de la Sociedad Hebraica Argentina. Justamente en ese rol, colaboró con énfasis para posibilitar una exposición póstuma en la ciudad de Santa Fe de la obra del grabador Carlos Filevich, a la cual hicimos referencia hace pocas semanas en este mismo espacio.
Expuso sus obras en diversos países: Estados Unidos, Holanda, Egipto, República Dominicana, Italia, Brasil, Polonia, Israel, Yugoslavia y Uruguay.
“Abierto a las concepciones vanguardistas, Moisés Nusimovich se evidencia como un plástico inquieto, de vital expresividad, que trata de reencontrar, a través de diversos medios técnicos, nuevas dimensiones a las formas puras”, escribió El Litoral en 1975. Nusimovich falleció en Buenos Aires en 2009.
Foto: Arte de la Argentina
Muestras de juventud
En los archivos de Diario El Orden fue posible hallar referencias a una muestra que Nusimovich realizó en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Fe en septiembre de 1946. Tres años antes, cuando tenía apenas 24 años, había hecho lo propio en la Casa del Artista de Santa Fe.
“El joven artista desde entonces, ha progresado sensiblemente, acomete ya la totalidad de los matices y obtiene una verdadera sustanciación de su paleta en obras de personalísimo contenido. En la línea que exalta y revive en sus trabajos, hay una percepción espiritual: que aflora en los rostros, en la armonía estética y en la resonancia ecuménica”, señala El Orden en su edición del 21 de septiembre de 1946.
“Sus figuraciones esquemáticas responden así a un estado de contemplación y de tránsito de su propio mundo, al que vierte con lirismo o ahondado padecer anímico. Rehuye de lo sensual, de lo que es elemento ampuloso y nos da en un límite dibujístico, la oscura presencia del ser vital, de la realidad subterránea que está en el alma de los pueblos y las cosas”, agrega.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
“Los avances sensitivos desde hace tres años al presente, nos muestran a un valor, que sabe descubrir en sí, una dramática supervivencia de la criatura, con sus padecimientos y angustias y además, dando fluidez al color, que utiliza con delicadeza y sutileza con finas graduaciones”, finaliza.
Cuatro años después, El Orden refiere a otra exposición del artista oriundo de General Ramírez, también en el Museo Municipal de Bellas Artes, con una serie de óleos, acuarelas, dibujos y cerámicas. “Nusimovich, en verdad, da un mensaje terrestre y humano. Para concretarlo, ha disuelto horizontes y asonancias estéticas y espirituales”, dice el diario.
“Esas razones son las que hacen situarnos con entera inquietud ante su obra, que posee valor en su grafismo sintético, en su colorido soterrado, en sus alumbramientos cerebrales, oníricos y arbitrarios”, añade.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
“Su color no es el mero aporte del empaste yuxtapuesto para el logro de un realismo más o menos acertado, ni para la resonancia anecdótica, sino que en todo él hay, no lo dudemos -aun cuando todo su quehacer no sea todo lo expresivo para el mundo ambiente y circundante- una instancia de vibraciones cromáticas que un día serán afirmación, ya que hoy es búsqueda y canalización de influencias íntimas y universales”, indica luego.
Y cierra: “en toda su obra hay libertad compositiva y figurativa y no responde por cierto a cánones clasicistas ni a ritos de escolaridad, ya que toda ella traduce un desasosiego concreto frente al mundo y al hombre. Su lenguaje estético se afianza por el camino de la cerebración y ello explica por qué se lo discute y permite tantas disonancias interpretativas”.
Los caminos de un artista
Pero el aporte más interesante que devuelve el archivo respecto a la figura de Nusimovich, proviene de las páginas de El Litoral del viernes 19 de diciembre de 1975. Allí, en una extensa entrevista, el pintor ya en una etapa de madurez deja varios conceptos sobre la evolución de su obra.
Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
“Durante más de veinte años he cultivado la pintura, tratando de extraer a través de una síntesis conceptual el diálogo entre los planos y las armonizaciones cromáticas. Sin embargo, alrededor de 1966 comencé a sentir la necesidad de expresarme con el volumen, por lo que abordé el campo de las estructuras y las construcciones, como un entronque a través de lo escultórico con mi quehacer anterior”, señala, en primer término, el artista.
De esta forma, comenzó a trabajar el hierro, el aluminio, la madera y el plástico, tratando de afirmar un lenguaje de visión espacial, de contrastes directos. “Realicé, así, numerosas estructuras de tamaño mayor -casi todas cubiertas, en sus superficies con dos o tres colores primarios- con la finalidad de ser emplazadas en espacios abiertos: parques, jardines, etcétera. Participé en 1970 en la muestra de vanguardistas argentinos ‘Esculturas, follajes y ruidos”, efectuada en la plaza Rubén Dario, de Buenos Aires y de allí en casi todas las exposiciones y concursos de esculturas al aire libre realizados”, remarca.
Foto: Arte de la Argentina
“Fui invitado, paralelamente, a la gran muestra Panorama de la escultura actual, que se efectuó en el Museo Nacional de Bellas Artes, así como a la de Arte e ideología que organizó el Centro de Arte y Comunicación y el cuarto salón de Acrílicos Paolini”, agrega. Paralelamente, el artista se interesó por las posibilidades que podía tener su nueva visión del espacio con ciertas técnicas de grabado en color. Y fue así como comenzó a realizar serigrafías.
“Precisamente estoy en Santa Fe, entre otras cosas para concretar una muestra de estos grabados en el Museo Municipal, para fines de marzo del año próximo. Considero que sería importante para mi poder entablar, a través de esta nueva obra mía, un nuevo diálogo con el público de esta ciudad a la que me ligan lazos familiares. Hace unos años, en ese mismo museo, presenté un conjunto de pinturas dentro del expresionismo abstracto. Hoy, ya en otra tónica, pienso que resultaría de interés hacer conocer aquí mi propuesta plástica”, le dice Nusimovich al cronista en un tramo del reportaje.
Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
“Los caminos del artista, el fervor de desandar el mundo, no terminan nunca. En el caso de Moisés Nusimovich, un argentino palpitante que sueña y transforma los sueños desde su taller de San Telmo, los caminos pueden comenzar en un pueblito entrerriano y terminar en las salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Siempre con un mismo fervor, por sobre los paisajes, por atrapar esa mágica cuarta dimensión: el espacio-tiempo”, cierra la nota.
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