Raoul Dufy: el "pintor de la alegría" y su huella en la escena artística de Santa Fe
A lo largo de su historia, los museos santafesinos fueron testigos privilegiados de la genialidad de artistas de todo el mundo. Un ejemplo es la exposición de Raoul Dufy en 1977, que rindió homenaje al maestro francés fallecido en 1953.
Los museos de la ciudad de Santa Fe tuvieron, a lo largo de su historia, el privilegio de albergar entre sus muros la obra de artistas destacados no solo de estas latitudes, sino también de otros puntos del planeta. Basta recordar, a modo de ejemplos, la muestra de 1927 que reunió obras de los españoles Joaquín Sorolla Bastida, Julio Romero de Torres, Hermenegildo Anglada Camarasa, Salvador Sánchez Barbudo y Fernando Labrada. O aquella de 1949 que incluyó trabajos de Bonnard, Braque, Derain, Léger, Matisse, Manet, Monet, Renoir y Degas, enormes artistas de origen francés. En esa misma línea se inscribe la exposición de obras de Raoul Dufy, que se inauguró en el Museo Rosa Galisteo en 1977 y de la que dejó registro El Litoral en su edición del sábado 4 de junio de ese año.
Mutual Art
La fecha elegida no era antojadiza. Es que Dufy, pintor francés, había nacido en junio de 1877 es decir un siglo antes de la presentación de la muestra en Santa Fe. Aunque su estilo se asoció con el fauvismo y el postimpresionismo, se distinguió a su vez de ellos, logrando un sello distintivo. A su vez Dufy incursionó en otras formas de expresión, como ilustración, diseño de moda y cerámica. Su obra se caracterizó por el uso expresivo del color y la representación de escenas de la vida cotidiana, paisajes, y eventos sociales y deportivos. La mayoría de las veces logró plasmar la atmósfera alegre de las escenas que seleccionaba para pintar.
Galerie Tramway
“Lejos de la imagen estereotipada que a menudo se tiene de él, Dufy fue un buscador incansable de un lenguaje expresivo personal. Tras sus comienzos en la estela del impresionismo, formó parte del grupo de pintores fauves que escandalizó al público francés con sus colores brillantes y arbitrarios. Apenas unos años más tarde trató de infundir a su obra un orden constructivo próximo en algunos de sus rasgos al cubismo. Fue, en todo caso, en el momento de revisión de las vanguardias a finales de la Primera Guerra Mundial cuando alcanzó su estilo maduro. Pero no solo se interesó por la pintura, sino que también experimentó con las posibilidades del dibujo, el grabado, la estampación de tejidos y la cerámica”, dice la página web del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Colección Alain Delon
El legado de Dufy, que falleció en 1953, está compuesto por alrededor de tres mil cuadros al óleo, seis mil acuarelas, cuatro mil dibujos de gran tamaño, mil quinientos estampados para tela, grabados, xilografías, piezas de cerámica y tapices. José Jiménez, en un artículo dedicado a Dufy publicado por la Sociedad Española de Estética y Teoría de las Artes, indica que en este artista, “la imagen pictórica brota de dentro, de la interioridad y se articula en un juego de la representación con la plasmación analítica de la percepción de los espacios y con la utilización de los colores como vehículos de reverberación de la luz”.
Galería Michelle Champetier
Un artista vital
La crónica publicada por El Litoral respecto a la exposición que el Museo Rosa Galisteo dedicó a Dufy en 1977 menciona la gran afluencia de público que asistió a la ceremonia inaugural, que contó con la presencia del consejero cultural y de cooperación científica y técnica de la embajada de Francia, Claude Demarigny. Funcionario que, durante el acto, concedió una breve entrevista al diario, en la cual colocó a Dufy como uno de los mayores exponentes de la pintura moderna, a la vez que lo defendió enfáticamente de los críticos que, en ese momento, lo atacaban por su decorativismo. “Están equivocados. Se puede incurrir en ese error, dado que su pintura es armoniosa, alegre y colorida”, remarcó.
Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
Consultado luego respecto a la escuela o corriente en la cual podría ubicarse a Dufy, el funcionario indicó que “pertenece marginalmente a escuelas o corrientes y recibe influencias que supera. Logra un estilo muy personal”. Finalmente, dejó su opinión respecto al estado del arte a finales de la década de 1970. “¿Sufre una declinación?”, le preguntó el cronista. “No. Si hay una crisis. El artista se interroga sobre la importancia de su función. Algunos opinan que ya se hizo todo, que ya no hay más nada que hacer, que el arte está agotado”.
Virginia Museum of Fine Arts
Pocos días después, el 7 de junio de 1977, El Litoral publicó una reseña de Jorge Taverna Irigoyen sobre la muestra. Allí, entre otros conceptos, el crítico sostuvo que “Raoul Dufy es un artista singularisimo, vital, de una creciente libertad, que sabe escapar a tiempo de todos los ‘enrolamientos’ técnicos”. En síntesis, la exposición de Raoul Dufy en el Museo Rosa Galisteo de Santa Fe, no solo constituyó un homenaje al pintor francés, sino también un repaso por la diversidad de su legado artístico. En un mundo que, según las palabras de Demarigny, se cuestionaba la función del arte y experimentaba con la idea de su agotamiento (premisa, por otra parte, de mucha actualidad), la obra de Dufy era (y es) una invitación a reflexionar.
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