El eco de la desesperación: Munch y un aullido existencial que aún resuena
Edvard Munch, cuya obra maestra es “El grito”, se adentró en la soledad y el sufrimiento existencial, según las complejidades de su época. Visionario, utilizó el arte como catalizador de ansiedades y miedos. A ocho décadas de su muerte, su obra es un recordatorio de las contradicciones de la vida.
Fragmento de “El grito” de Munch. Foto: Galería Nacional de Noruega
Hay obras que, por un conjunto de circunstancias, trascienden la materialidad en la cual fueron concebidas para entrar en esa categoría inasible de “ícono cultural”, muchas veces incluso dejando a su propio creador relegado a cierto nivel de olvido. La pintura “El grito” es un ejemplo: es posible que muchos reconozcan la imagen atormentada y desgarradora que en la misma se despliega sin necesariamente asociarla con el genio creativo detrás de ella: Edvard Munch, el pintor noruego que falleció hace justo 80 años, el 23 de enero de 1944.
El principal argumento que hizo que Munch llegase a ocupar un lugar destacado en la historia del arte fue su enfoque único en la expresión de las emociones. Enfrentó la pérdida temprana de su madre y su hermana, experiencias que -según los críticos que estudiaron su obra- influyeron de manera profunda y decisiva para determinar la fisonomía de su obra.
Munchmuseet
Exponente del expresionismo y precursor del simbolismo en el arte moderno, se introdujo en temáticas como la soledad, la mortalidad, el dolor existencial y la enfermedad. Algunos de los cuales serían característicos a lo largo del siglo XX, cuando dramas como las grandes guerras mundiales, el Holocausto y la bomba de Hiroshima dejaron constancia del abismo al que se podía exponer, por si sola, la raza humana. Obras como “La Madonna” y “Danza de la vida” revelan la habilidad de Mucha para expresar la complejidad de la experiencia humana.
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A lo largo de su existencia, Munch enfrentó controversias, y su vida personal estuvo marcada por relaciones tumultuosas, no solo con las mujeres, sino también con colegas y familiares. Sin embargo, su obra perduró e influyó en varias generaciones posteriores de artistas, que siguen viendo en este “pintor de emociones”, una figura que plantea las contradicciones de la condición humana a través de su expresionismo distintivo.
Pintar la experiencia
Gisela Asmundo en “El ojo del arte”, escribió: “Si bien la enfermedad y la muerte le arrebataron a sus seres queridos, Edvard Munch parecía más atormentado por el miedo a vivir que a morir, y sobre todo el miedo al amor. Las fuerzas que guiaron la ejecución de las obras de Munch fueron sus pensamientos sobre la soledad humana, el abandono, la desesperación, la angustia, los celos, la lucha entre los sexos, la desconfianza y la alienación. Los cuadros de Munch son narrativos, puesto que los motivos suelen ser escenas vividas. Él pintaba lo que vivía y no lo que veía”.
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Miguel Calvo Santos, en historia-arte.com, coincide con Asmundo al indicar que Munch “retrató a la perfección al hombre moderno y su sufrimiento existencial, tan ligado al sexo como a la muerte y que se tradujo en los temas que trató en su pintura: la soledad y la angustia”. En esto, incidió el lugar en el mundo en el que le tocó nacer y vivir. Holland Cotter, en un artículo publicado en The New York Times en febrero de 2016 lo remarca: “Si uno visita Oslo a mediados del invierno o en verano, observará las fuentes atmosféricas del arte de Edvard Munch: una penumbra apenas acariciada por la luz en invierno y rayos de sol de los que es imposible escapar en verano”.
Munchmuseet
Pablo Ortiz de Zárate, en su artículo titulado “Edvard Munch: pánico a la vida”, refuerza también esa mirada: “Munch utilizó el arte como terapia para aliviar toda esa ansiedad y cuando algo le hacía sufrir, lo pintaba para sacarlo de su mente. Por eso los colores y las formas de sus cuadros no se corresponden con la realidad, sino que representan las cosas tal y como él las veía en su cabeza. No es de extrañar, por tanto, que su primera gran obra, La niña enferma, esté dedicada al acontecimiento que más marcó los primeros años de su vida: la muerte de su hermana Sophie”.
Munchmuseet
Selena Mattei en un artículo publicado en la página de Artmajeur Galería de Arte en línea, señala “El legado de Edvard Munch tiene una profunda influencia en el mundo del arte, particularmente en los ámbitos del expresionismo y el simbolismo. Sus obras emocionalmente cargadas y psicológicamente complejas han dejado una huella indeleble en el arte moderno, inspirando a generaciones de artistas que siguieron sus pasos”.
Su obra más conocida
La obra más famosa de Munch es la mencionada “El Grito”, que articula en su concepción angustia y ansiedad, reflejo de la turbulencia emocional de Munch. El cuadro no solo se transformó en un ícono del arte, sino también en un símbolo de las luchas del individuo frente a un mundo caótico. Ese contorno humanoide, pálido, similar a una calavera, cobró tal fama que tiene su propio emoticon.
National Gallery Oslo
Munch concibió “El grito” a finales del siglo XIX luego de una experiencia en Alemania, que consignó en su diario: “Caminaba por la calle con dos amigos, el sol se ponía, sentí como una oleada de melancolía. El cielo se puso de repente rojo sangre. Me detuve, me apoyé en la barbacana, cansado de muerte. Vi las nubes llameantes como sangre y una espada. El mar y las ciudades de un negro azulado. Mis amigos siguieron caminando. Yo me quedé allí, temblando de angustia, y sentí como un gran e interminable grito que atravesaba la naturaleza”.
“El Grito” resuena desde entonces como un eco de la angustia y el miedo. En este sentido, Munch pudo plasmar la esencia misma de la condición humana, explorando las profundidades de la soledad, la mortalidad y el sufrimiento existencial. Al conmemorar el 80 aniversario de su muerte podría describirlo como un visionario que, tal como Shakespeare lo hizo a través de la palabra, captó con sus pinceles las contradicciones y complejidades de la vida. Por eso su dolor sigue vigente.
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