El caballero valenciano que eligió
Santa Fe para desarrollar su arte
Salvador Cabedo nació en España pero en 1911 se radicó en la capital provincial. Enseñó en los colegios Inmaculada y Simón de Iriondo pero sobre todo se dedicó a la pintura. “Notable dibujante, domina el sentido lineal con lujoso y armonioso sentido y tiene para el color un rico temperamento exultante”, escribió Diario El Orden.
“Admiradoras de Sorolla”, óleo sobre tela de 1927. Foto: Asociación Civil Arte de la Argentina
Guiados por diferentes circunstancias, en los primeros años del siglo XX llegaron hasta la provincia de Santa Fe varios inmigrantes europeos con vocación por las artes plásticas. Uno de ellos fue Salvador Cabedo, que había nacido en 1869 en la ciudad española de Valencia. Tras una estancia breve en Buenos Aires, ciudad en la cual enseñó dibujo, en 1911 eligió Santa Fe de la Vera Cruz como lugar definitivo de residencia.
Foto: Archivo El Litoral
En la capital provincial, Cabedo no pasó desapercibido. No solo ejerció como profesor de dibujo (tarea que llevó adelante tanto en el Colegio de la Inmaculada Concepción sino también en el Colegio Nacional Simón de Iriondo y en la Academia Reinares. Su formación artística había comenzado en su Valencia natal, puntualmente en la Academia de Bellas Artes, donde contó con la tutela de artistas como Ignacio Pinazo (reconocido pintor impresionista) y Eduardo Solé.
Foto: Archivo El Litoral
De estilo academicista dedicó buena parte de su producción al retrato, a diversos motivos santafesinos y a la pintura de flores, a las que fue capaz de dotar, según los críticos, con gran realismo. Los títulos de Caballero de la Orden de Alfonso XII y de Comendador de la Orden de Isabel la Católica le fueron otorgados por su labor en su país de origen.
Foto: Asociación Civil Arte de la Argentina
Nancy Sobrero de Vallejo, en un artículo publicado por El Litoral el viernes 23 de marzo de 2012, aseguró que Cabedo contribuyó con su tarea a “la consolidación del movimiento de talleres de enseñanza de las Artes Plásticas”. Como dato significativo, Sobrero de Vallejo recuerda que es también el autor del “Tratado Elemental de la Perspectiva Lineal” destinado a la enseñanza de la materia en los Colegios Nacionales, Escuelas Industriales y de Bellas Artes.
Foto: Asociación Civil Arte de la Argentina
Ciudadano reconocido
Cabedo fue un notable artista, pero también un respetado vecino de la ciudad, al cual los diarios santafesinos de su época dedicaron varias páginas. Diario El Orden, por ejemplo, en su edición del 24 de octubre de 1944 señaló sobre él: “Cabedo es un notable dibujante, domina el sentido lineal con lujo y armonioso sentido y tiene para el color un rico temperamento exultante. Por ello, su estilo plenamente clásico y ajustado a un realismo grato, que se alía a un colorido equilibrado, ha obtenido la valía plástica, que se descubre en muchos de sus lienzos y que son fiel trasunto de su espíritu sensible y emotivo. Además de ser un pintor vivaz, Cabedo es músico y de sincera y elocuente galanura”.
Foto: Archivo El Litoral
Durante muchos años trabajó en su taller y en las aulas, hasta que en 1938 se jubiló. Hacía algunos años ya que, a causa de una enfermedad, no podía tomar más sus pinceles para trabajar. También se destacó por sus esculturas: creó bustos tales como el del general San Martín, de Ignacio Pirovano, de Luis Pasteur y de Miguel Parpal. En el Museo “Rosa Galisteo de Rodríguez” hay varias de sus obras.
El del “embrujo armonioso”
Con motivo de su fallecimiento, en enero de 1949, Diario El Litoral manifestó: “En Santa Fe se lo recordará como a uno de los precursores del actual e importante movimiento plástico y como a un hombre cordial, culto y caballeresco”.
Foto: Archivo El Orden
También reprodujo un verso que el Rvdo. Alfonso Durán, amigo de Cabedo, había escrito un tiempo antes: “Al pintor de los pintores, a la gracia hecha pintura, a la finura hecha artista, al artista hecho finura. Al coloso del dibujo, al dibujo hecho coloso. Al del armonioso embrujo, al del embrujo armonioso. El gran artista está enfermo, ya el lienzo no se colora. Y el arte triste, muy triste, mira a Cabedo y... llora”.