Rafael Sanzio: un retrato inesperado para evocar al maestro renacentista
Hace poco, coleccionistas franceses descubrieron que una obra que habían adquirido habría sido creada, en realidad, por Rafael. Excusa para recordar la vida y la influencia de este extraordinario artista a cinco siglos de su muerte.
El retrato de María Magdalena que los expertos atribuyen al pintor renacentista italiano Rafael. Foto: AFP / Getty Images
Dentro del heterogéneo universo de las noticias de “color” que aparecen cada día, se supo que un retrato de Santa María Magdalena, adquirido por coleccionistas franceses en una galería londinense, resultó ser, al parecer, una obra de Rafael Sanzio, el maestro del Renacimiento italiano. Los expertos que la analizaron, establecieron que la obra data de 1505, cuando Rafael era un joven prodigio de la pintura. El hecho, anecdótico, sirve de excusa para recordar a uno de los creadores más estimulantes de la historia a cinco siglos de su fallecimiento.
Para evocar a Rafael, es necesario situarse en el contexto en el cual nació y se formó: el Renacimiento. Fue una etapa de redescubrimiento de la Antigüedad y de renovación artística y cultural, que floreció en Italia en los siglos XV y XVI. Rafael creció en esa Italia, cuyo influjo fue fundamental para su desarrollo artístico.
"La Escuela de Atenas". Foto: Museos Vaticanos
Las crónicas coinciden en que el pintor nacido en 1483 llegó a poseer una habilidad técnica pocas veces alcanzada. Las transiciones suaves entre luces y sombras, la capacidad para representar la anatomía humana (otro rasgo del Renacimiento) y la atención a los detalles otorgan una impronta personal a sus trabajos.
“Desde temprana edad fue un niño prodigio. Muy pronto superó a todos sus maestros y a los 25 años ya estaba pintando en primera división: las Estancias Vaticanas (donde pintó frescos como La escuela de Atenas)”, escribió el especialista Miguel Calvo Santos en Historia/Arte. Alba Fernández, en un artículo sobre Rafael publicado en 2020 en La Vanguardia, coincidió en este aspecto: “Era capaz de dibujar los rostros y cuerpos humanos con mucho realismo, pero también dominaba el color, las sombras y los pequeños detalles como el pelo, la posición del cuerpo, los pliegues de la piel o la ropa”.
"La liberación de san Pedro". Foto: Museos Vaticanos
El repaso por sus obras permite reafirmar que Rafael era un gran cultor de la belleza humana, de acuerdo a la mirada de su tiempo. Así, obras como “La Escuela de Atenas”, “La Madonna Sixtina” y “Retrato de Julio II” funcionan como muestras de su cualidad para plasmar aspectos vinculados con el humanismo renacentista. “Sus retratos, que condensan una serena y equilibrada composición junto con una esclarecedora penetración psicológica, son de una modernidad que no cesa”, expresó Sebastián Gámez Millán en Descubrir el Arte.
Rafael no solo se adentró en el universo de la pintura, también indagó en la arquitectura. Intervino en el diseño de la cúpula de la Basílica de San Pedro en Roma y completó los frescos en la Sala de las Firmas de la Capilla Sixtina. Ese conjunto lo erige como uno de los artistas más influyentes en la historia del arte occidental, dueño por mérito propio de un capítulo particular de la historia del Renacimiento.
"La Perla". Foto: Museo del Prado
Sus obras más conocidas
A pesar de su corta vida, Rafael generó varias obras notables a lo largo de su carrera. Tal vez la más conocida sea “La Escuela de Atenas”, parte de los frescos en las estancias del Vaticano. Representa a filósofos, matemáticos y pensadores de la antigüedad reunidos en un entorno majestuoso.
También es representativa de su estilo “La Madonna Sixtina”, un retrato de la Virgen María con Jesús, que proyecta gracia, suavidad y ternura. En similar sentido va “La Madonna del Cardellino”, donde, donde la inclusión de un jilguero agrega una dimensión simbólica, vinculada a la Pasión de Cristo.
"Virgen del jilguero". Foto: Galleria degli Uffizi
Otra obra que interpela varios siglos después de su gestación es la versión de “La Sagrada Familia” que se conoce como La Perla. Rafael se ocupó varias veces del mismo tema, pero en este caso, se pone hincapié en la intimidad y la devoción por los valores asociados al núcleo familiar y al fervor religioso.
Influencia permanente
Cuando murió, Rafael tenía apenas 37 años. Fue tras una fiebre intensa que, de acuerdo a los conocimientos de la época, se intentó aplacar mediante la aplicación de una sangría, que solo lo debilitó más. Esta prematura partida obturó la posibilidad de acceder a más obras suyas (contemporáneos suyos como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel vivieron, respectivamente 67 y 88 años). No obstante, observar sus trabajos permite adentrarse en el espíritu renacentista.
"Maddona Sixtina". Foto: Gemäldegalerie Alte Meister
Tom Henry, en la página web del Museo del Prado, sostuvo que en los siglos que siguieron a la muerte de Rafael, su fama alcanzó dimensiones hagiográficas, que culminarían en el siglo XIX. “Su lugar en el panteón de los grandes artistas declinó a comienzos del siglo XX, cuando la figura del genio frustrado cobró mayor relieve que la del estudioso consumado, aunque últimamente el desarrollo de su estilo personal ha sido objeto de intensa atención, y la opinión general vuelve a admirar en él al más grande estudioso-asimilador de su tiempo”.
El influjo de Rafael, sobre todo de su mixtura entre belleza idealizada y atención meticulosa a los detalles alcanzó a los artistas que se ubican en el movimiento manierista, en el arte barroco, que surgió en el siglo XVII y en el neoclasicismo.
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