A 95 años de su nacimiento, el artista sigue siendo una figura relevante que despierta pasiones y controversias. Con sus técnicas innovadoras y su enfoque en la cultura de la celebridad y el consumismo, fue un "promotor" de sí mismo que anticipó fenómenos de la era digital.
“Si quieres saber todo sobre Andy Warhol, basta con ver mis pinturas y películas y allí estoy. No hay nada más”, afirmó una vez Andy Warhol. En plena era digital, su obra parece más apropiada que nunca para reflexionar. Foto: Archivo
“Un artista es alguien que crea cosas que la gente no necesita tener”. Si en lugar de haber nacido el 6 de agosto de 1928, Andy Warhol hubiera sido “millennials” o “centennial” su papel en las redes sociales lo convertiría sin dudas en uno de los influencers más controvertidos del planeta. Porque, en el fondo, este artista de cabellera rubia platinada que de seguir vivo cumpliría hoy, 6 de agosto, 95 años, fue precisamente eso: un gran “promotor” de sí mismo, una persona dotada de una personalidad capaz de transformar su propio proceso creativo en una puesta en escena. Alguien cuya obra puede gustar o no, pero jamás puede resultar indiferente.
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Visto en perspectiva, Warhol fue el exponente más conocido de lo que fue el movimiento del “arte pop” en la agitada década de 1960, donde en todas partes había personas dispuestas a “romper” tradiciones. Precisamente, los que tomaron esta senda en esa época, apostaron a cambios profundos en relación a lo que se consideraba, hasta el momento, establecido. Y trabajaron para conectar el arte con la cultura popular y el consumismo. Contrariamente a las pretensiones de las corrientes estéticas previas, los artistas pop quisieron poner de relieve la “falta de alma” de la vida moderna.
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¿Qué hizo de Warhol un artista sobresaliente en ese contexto? En parte la reflexión, a través de la praxis, sobre el sentido mismo de los procesos artísticos. Desarrolló una técnica de serigrafía que le permitía producir múltiples copias de sus obras de arte de un modo rápido y eficiente. Esto provocó una revolución en la producción artística y modificó (no sin generar polémicas) la manera en que se concebían conceptos como “originalidad” y “autenticidad” en el mundo del arte.
“Warhol creó imágenes abstractas, inspiradas en lo que le rodeaba, en las que el artista incluyó un potente sentido social, y su objetivo prioritario en aquel momento fue producir arte de la misma manera que una fábrica produce objetos en cadena”. señala J. M. Sadurní en un artículo publicado en National Geographic en febrero de este año.
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Las obras que producía eran intencionalmente impersonales. Por ejemplo, se hizo célebre a través de sus retratos repetidos de objetos de la vida cotidiana como botellas de Coca Cola, latas de sopa Campbell 's para generar de esta forma un arte accesible para la sociedad contemporánea. Esta mirada sobre el mundo la tradujo también en frases provocadoras, que también influyeron en la creación del personaje: “Lo más hermoso de Florencia es el restaurante McDonald 's”.
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Como indica Blake Gopnik en un artículo publicado en julio pasado en Página 12: “el interés de Warhol por el arte radical parece haber llegado incluso más allá de Duchamp. Mientras tanteaba el camino hacia el pop, aceptaba asimismo trabajos experimentales que rompían completamente con las viejas reglas; incluso estaba probando suerte con semejante ruptura. ‘Pintaba’ tendiendo su lienzo sobre la acera y dejando que los zapatos sucios de los transeúntes lo convirtieran de forma automática en un Pollock”.
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Visionario
La cultura de la celebridad y la mercantilización de la sociedad de consumo obsesionaban a los artistas pop y a Warhol en particular. De esta forma, centró varios de sus trabajos en íconos como Marilyn Monroe, Elvis Presley y hasta Mao. Y desafió de esta forma las nociones tradicionales de la cultura artística. “Nada sería más glamuroso que reencarnarte en un anillo gigante puesto en un dedo de Liz Taylor”, afirmó una vez. Logró sintetizar varias de estas ideas en una frase que sesenta años resuena como un lugar común pero fue completamente rupturista: “en el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos”. Casi parece describir las redes sociales y los reality shows varias décadas antes de su advenimiento.
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“Warhol no inventó nada, solo aplicó a lo existente una capa de brillo, como esas cajas de esponjas para lavar la vajilla que apiló en forma piramidal, entendiendo el show bussiness, y encontró en la serialización, hija de la sociedad de consumo, el medio para llevar adelante una aceitada maquinaria de generar ingresos”, apunta Juan Batalla en un artículo publicado en Infobae en 2022. Esto lo convirtió en un producto cultural en sí mismo. Su personalidad excéntrica, su estilo de vida y su participación en el mundo de las celebridades le otorgaron una fisonomía de “mediático”. Premisa que él mismo profesaba: “En mi lápida no me gustaría que hubiera nada puesto. Ni nombre ni epitafio. Bueno, sí, una cosa: la palabra ‘producto’”.
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El enfoque vanguardista de Warhol, que falleció en 1987, sirvió de base a varios artistas posteriores. Y en una era dominada por las redes sociales, los entornos digitales y hasta la inteligencia artificial, en la cual la imagen tiene una preponderancia inédita en la historia, Warhol parece más actual que nunca. Como reflexiona Miguel Calvo Santos en Historia/Arte, la enciclopedia online de bellas artes: “Warhol fue pues, un hombre del renacimiento en una época culturalmente saturada de elementos. Un visionario sobre en qué se convertiría el mundo a la larga: en una serie de modas de usar y tirar, subculturas que se vuelven culturas, prensa amarilla sustituyendo a la información y reality shows sustituyendo a la vida misma”.
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