¿Cuál es la obra más representativa de Diego Velázquez y por qué fascina al público desde 1656?
“Las meninas” no solo se destaca por su complejidad y técnica, sino también por los enigmas que encierra y su impacto imperecedero. Ofrece una ventana a la corte de Felipe IV y sigue inspirando a artistas y críticos de todo el mundo.
“Las meninas”, de Diego Velázquez. Foto: Museo del Prado
El pintor barroco español Diego Velázquez, que nació el 6 de junio de 1599 (algunas crónicas señalan que nació el día anterior y que el 6 es, en realidad, la fecha de su bautismo), tiene en su haber varias obras maestras: “La rendición de Breda”, “La Venus del espejo”, “El triunfo de Baco”, “El príncipe Baltasar Carlos a caballo”, “La fragua de Vulcano”, “Las hilanderas” y “La infanta Margarita en azul”. Pero hay una que las supera a todas, por las habilidades puestas en juego, por los enigmas que concentra y por el impacto que tiene hasta el día de hoy, siendo uno de los cuadros más versionados del Museo del Prado, donde se encuentra resguardada.
Museo del Prado
Se trata de “Las Meninas”, una obra que los críticos consideran mucho más que un cuadro, un documento histórico que permite adentrarse, literalmente, en la corte de Felipe IV. Velázquez pintó “Las Meninas” cuando tenía alrededor de 57 años, a partir de un pedido del rey. De hecho, el nombre “Las Meninas”, que alude a las damas de honor que asistían a las infantas de la nobleza, recién comenzó a utilizarse en el siglo XIX. Velázquez pone el foco en estas figuras antes que en la hija del monarca.
Lo concreto es que “Las Meninas”, al igual que “La Gioconda” de Leonardo Da Vinci, se convirtió en un ícono y un punto de referencia ineludible para artistas y amantes del arte. A tal punto que, como señala Miguel Calvo Santos, “las interpretaciones son múltiples y traen de cabeza a historiadores desde hace siglos. De hecho, ya existe un desorden psiquiátrico propio: el Síndrome de la Fatiga de Las Meninas (SFLM), que padecen algunos investigadores que se pasan buscándole el sentido al cuadro”.
Lo que subyace
Javier Portús Pérez, en un artículo sobre Velázquez en la página web del Museo del Prado, explica que “Las Meninas” tiene un significado inmediato accesible a cualquier espectador. “Es un retrato de grupo realizado en un espacio concreto y protagonizado por personajes identificables que llevan a cabo acciones comprensibles. Sus valores estéticos son también evidentes: su escenario es uno de los espacios más creíbles que nos ha dejado la pintura occidental; su composición aúna la unidad con la variedad; los detalles de extraordinaria belleza se reparten por toda la superficie pictórica; y el pintor ha dado un paso decisivo en el camino hacia el ilusionismo, que fue una de las metas de la pintura europea de la Edad Moderna, pues ha ido más allá de la transmisión del parecido y ha buscado con éxito la representación de la vida o la animación”.
"Las meninas" en la visión de Pablo Picasso, parte de una serie realizada por el pintor español. Foto: Museo Picasso Barcelona
“Pero –sigue el especialista– como es habitual en Velázquez, en esta escena en la que la infanta y los servidores interrumpen lo que hacen ante la aparición de los reyes, subyacen numerosos significados, que pertenecen a campos de la experiencia diferentes y que la convierten en una de las obras maestras de la pintura occidental que ha sido objeto de una mayor cantidad y variedad de interpretaciones. Existe, por ejemplo, una reflexión sobre la identidad regia de la infanta, lo que, por extensión, llena el cuadro de contenido político. Pero también hay varias referencias importantes de carácter histórico-artístico, que se encarnan en el propio pintor o en los cuadros que cuelgan de la pared del fondo; y la presencia del espejo convierte el cuadro en una reflexión sobre el acto de ver y hace que el espectador se pregunte sobre las leyes de la representación, sobre los límites entre pintura y realidad y sobre su propio papel dentro del cuadro”.
La ambición del pintor
Hay otro aspecto que pone de relieve Rafael Bladé en un artículo publicado en junio de 2019 en La Vanguardia. “La gran ambición de Velázquez fue que su trabajo se viera apreciado como un arte, y no como un oficio manual y envilecedor. De ahí que se haya representado a sí mismo con la paleta y el pincel pensando, meditando delante del caballete. Ningún personaje alcanza su tamaño en el lienzo. El pintor siempre ansió la hidalguía, pero ni su cuna ni su oficio se lo permitían. Felipe IV consiguió las dispensas necesarias para nombrarle caballero de la Orden de Santiago en 1659. En el lienzo, pintado tres años antes, el artista luce en el pecho la cruz de la orden, que se añadió a posteriori”.
"Las meninas. Obra estereoscópica" de Salvador Dali, Según “Las meninas” de Velázquez. Foto: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Admirado por los grandes
Las garantías de “inmortalidad” de “Las Meninas” radican en que diversos artistas, varias centurias después de que Velázquez concibiera la obra, decidieron realizar sus propias versiones. Algunos menos conocidos, otros tan grandes como su predecesor. Son los casos de Pablo Picasso y Salvador Dalí, que actuaron guiados por la impresión que les produjo. Hay una célebre frase del autor de “Guernica” al respecto: “Si alguien se pusiese a copiar ‘Las Meninas’, totalmente con buena fe, al llegar a cierto punto y si el que las copiara fuera yo, diría: ¿Y si pusiera esta un poquito más a la derecha o a la izquierda? Yo probaría de hacerlo a mi manera, olvidándome de Velázquez. La prueba me llevaría de seguro a modificar la luz o a cambiarla, con motivo de haber cambiado de lugar algún personaje. Así, poco a poco, iría pintando unas Meninas que serían detestables para el copista de oficio, pero serían mis Meninas”. Lo concreto es, como señaló Laura Marcos en 2019, que “el siglo XX está impregnado de ‘Las Meninas’ como ícono”.
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