La mujer que rompió el molde y conquistó las vanguardias europeas
Fue una de las artistas más influyentes de las vanguardias rusas previas a la revolución bolchevique. Trascendió por modernizar el arte ruso con influencias del cubismo y el futurismo.
Fragmento de “Las lavanderas”, aguada sobre papel de Natalia Goncharova, que refleja su maestría en la fusión de tradición y modernidad. Foto: Colección Eliezer Perel
Natalia Sergéyevna Goncharova, tal es su nombre completo, fue una pintora rusa que, en líneas generales, podría clasificarse dentro del denominado cubo-futurismo, una de las corrientes vanguardistas de Rusia. Un país que, vale recordarlo, atravesó durante el siglo XX las décadas más complejas de su historia.
En tiempos recientes, Goncharova, que falleció hace justo 62 años, el 17 de octubre de 1962, ha comenzado a ganar mayor reconocimiento a nivel popular por ser admirada por personajes como la cantante Madonna, y por el precio exorbitante que alcanzaron algunas de sus obras, como “Flores”, que superó los 10 millones de dólares.
Galería Estatal Tretyakov
Según el Museo Thyssen Bornemisza, esta artista que sobresalió en la vanguardia rusa previa a la revolución de 1917 “ha pasado a la posteridad por sus composiciones pictóricas primitivistas y rayonistas, por sus diseños de ballet y por su agitada vida de artista de vanguardia”.
Asimismo, el museo señala que Goncharova “cultivó un interés intelectual por la artesanía tradicional y los ritos primitivos de la vieja Rusia y, al mismo tiempo, los utilizó como tema de sus cuadros y diseños”.
Nacida en 1881, en una familia burguesa rural, Goncharova desarrolló desde joven una inclinación por la botánica, la historia y la zoología, lo que la llevó a interesarse por las artes plásticas a los 17 años. Así, se formó en la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú, contexto en el cual comenzó a pintar a los 22 años. Allí conoció a Mijaíl Lariónov, quien pasó a ser su compañero de vida.
En 1908, Goncharova entró en contacto con el arte postimpresionista francés, que influyó en su obra dedicada a temas rurales rusos. Luego, incorporó las tendencias del cubismo y el futurismo, antes de llegar al rayonismo. De hecho, firmó junto a Lariónov el “Manifiesto del rayonismo”.
State Russian Museum, Saint Petersburg
Ese movimiento fue definido por Camilla Gray, citada por el Museo Thyssen, como el estilo “que engloba todos los estilos existentes y todas las formas de arte del pasado, pues todos ellos, como la vida, son simples puntos de partida de la percepción y de la construcción de un cuadro rayonista”.
Hay una arista interesante de su biografía que recoge Paloma Esteban Leal para el Museo Reina Sofía, respecto a que Goncharova entra en contacto con los temas del folclore español en 1916, año en que el rey Alfonso XIII invita a los ballets rusos de Diáguilev a actuar en nuestro país.
Archivo
“Con ocasión de su experiencia española, Diáguilev decidió contar con Goncharova, que ya había participado en 1914 en Le coq d’or (El gallo de oro), la pieza que iba a consagrar a la artista rusa en su faceta de escenógrafa. En el mencionado año 1916, Goncharova trabaja, pues, en los diseños del vestuario y los decorados de dos ballets inspirados en motivos hispanos. Ninguna de las dos piezas llegó finalmente a estrenarse, pero propiciaron la creación de una serie de figurines de bailarinas españolas”.
Se radicó en París, donde vivió muchos años y alcanzó a ver el reconocimiento en vida: pocos meses antes de su muerte, en 1962, el Arts Council de Londres realizó una exposición retrospectiva de su obra, donde se valoraba su aporte al panorama artístico europeo.
Museo Reina Sofía
Llevar el arte ruso al siglo XX
Gisela Asmundo, crítica de arte, señala en El ojo del arte que “Goncharova desafió los tabúes tradicionales contra las mujeres que pintaban íconos y socavó las convenciones aceptadas contra la mezcla de imágenes sagradas y profanas”.
“Mientras otros artistas contemporáneos buscaban el llamado ‘arte primitivo’ fuera de Europa, como sucedió, por ejemplo, en el caso del cubismo, Goncharova celebró la cultura autóctona rusa: ‘Si ensalzo el arte de mi país es porque creo que debería ocupar un lugar más honorable del que ha ocupado hasta ahora’”, agrega la especialista.
Tate
Emilia Bolaño, por su parte, sostiene que fue quien “llevó los clásicos íconos y el arte popular ruso al siglo XX”, aunque aclara que “no pintó de una forma tradicional, sino que adaptó perfectamente las tradiciones rusas a esas vanguardias que estaban volviendo patas arriba todo el arte como era conocido hasta entonces”.
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